• El Gobierno salva la tramitación de las Cuentas con absoluta normalidad: sobre la bocina

El PNV no presentará una enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado al llegar a un acuerdo con el Gobierno para transferir al País Vasco la gestión del Ingreso Mínimo Vital. Sucedió ayer, cuando faltaban dos horas para que en el Congreso finalizase el plazo de presentación de enmiendas, tras mostrarse el PNV reticentísimo y pesimista respecto a la negociación. Tras el acuerdo, Aitor Esteban enseñó los papeles en los que tenían lista la enmienda. «Estaba preparada», dijo en lo que parecía una amenaza a posteriori. Esquerra Republicana, principal apoyo gubernamental, apuró aún más que el PNV. Faltaban minutos, quizá segundos, para que terminase el plazo cuando Gabriel Rufián compareció a su manera -pausas en pleno medio de los grupos fónicos, movimientos de manos como si evaluase la consistencia de objetos invisibles- para informar de que ellos también habían llegado a un acuerdo decisivo con el Gobierno: «fijar una cuota de producción en catalán en la ley audiovisual».

Resumiendo: el Gobierno consiguió una mayoría parlamentaria para el trámite inicial de los Presupuestos en el último instante, sobre la bocina, y con sus socios mostrando una reticencia extrema y una suficiencia humillante. Todo transcurrió por tanto con absoluta normalidad, como manda la tradición. El Gobierno es débil y el Congreso es hoy un zoco manifiesto para negociantes acerados. Tras llenar las alforjas, los apoyos se dejan caer con desdén, casi con lástima. Por supuesto, al Gobierno siempre le queda la opción de no cumplir lo acordado. Vivimos en una democracia avanzada. Y lo de ayer fue clave para la legislatura pero también un teatrillo. Esperen a que la tramitación avance y estallen los próximos dos o tres escándalos de cada semana. Es junto al abismo donde se negocia en serio. Por eso ayer, tras anunciar que le habían sacado acuerdos significativos al Gobierno, tanto el PNV como Esquerra aclararon que eso no significa nada. «Queda el meollo de la negociación, los Presupuestos Generales del Estado en sí», recordó Rufián mientras accionaba con ambas manos un fuelle plisado inexistente. Y sonrió, no se sabe si con satisfacción o con recochineo: «Nosotros tenemos una serie de reivindicaciones».

Vaticano

El marido de Jill

Se destaca que el Papa recibiese ayer a Joe Biden durante una hora y cuarto, pero en realidad lo raro es que esos dos no sigan juntos. Nada más llegar, Biden ya soltó un chiste: «Soy el marido de Jill Biden». Es el chiste que hace constantemente. Da igual, siempre funciona. Pero esperen: al estrechar la mano del Papa, Biden le pasó una moneda conmemorativa y le explicó la tradición: si la próxima vez que se ven no conserva la moneda, paga él las copas. «Soy el primer irlandés que conoce que nunca se ha tomado un trago», añadió Biden tranquilizador. Luego hizo un chiste sobre la vejez citando a un jugador de béisbol que jugó hasta los cincuenta y le preguntaba a la gente qué edad tiene uno si no se acuerda de su edad. «Tú tienes 65 y yo 60», le soltó Biden al Papa. Casi entra Bertín Osborne y parte jamón. Bergoglio, porteño al fin y al cabo, encantado, claro. De lo del aborto, no le dijo nada a Biden. Dos chistes más y lo beatifica.

Economía

Sentimental

Cada nuevo indicador confirma que las previsiones de crecimiento del Gobierno eran demasiado optimistas, pero en el Ministerio de Economía ven el vaso medio lleno. Señalan que el índice de sentimiento económico aumenta de forma pronunciada. No conozco muchos índices, pero sin duda es mi favorito. Mide la confianza, el optimismo, de varios sectores productivos y también el de los consumidores, esa gente que ve cómo suben los precios mientras paran las fábricas y al parecer ni lo duda ante el señor del índice sentimental: «Pinta bien».