No es Arnaldo… ¡eres tú!

TEODORO LEÓN GROSS-EL PAÍS

  • El problema no es el apoyo del PP al candidato al Constitucional, es el apoyo del PSOE certificando que vale la pena pasar por el aro para mantener el ‘statu quo’

No, claro que no hubo una rebelión en nombre de los principios o la coherencia. La izquierda votó de consuno con la derecha, y viceversa. Hay dedos de sobra para contar los votos desviados de la disciplina férreamente controlada en el grupo socialista. Nadie devolvió el acta y se marchó a casa. Odón Elorza sí dio un no público, a sabiendas de que él no sufrirá represalias y apenas la acarreará una multa como si le hubieran sorprendido en patinete por la acera; pero ese voto tuvo un efecto potente: donde él proclama que lo hacía “en defensa del prestigio y la dignidad de las instituciones”, estaba recordando que todo su grupo actuaba contra el prestigio y la dignidad de estas. Otra diputada de Podemos habló de conciencia, retratando que todos habían aparcado la conciencia fuera del hemiciclo. Esta es la paradoja. El problema no es el apoyo del PP a Arnaldo, que eso va de suyo, bajo la lógica de uno de los nuestros. El problema es el apoyo del PSOE certificando que vale la pena pasar por el aro para mantener el statu quo. El PP hurgó en la herida: si votan con Bildu, no les iba a costar demasiado aceptar ese obsceno trágala suyo. Y así fue.

Arnaldo no merecía el voto. De hecho, su candidatura retrata la autoridad del PP al enarbolar la regeneración del Poder Judicial. Una milonga. Eso sí, tampoco los otros candidatos. Desde el Tribunal Supremo se ha ironizado sobre el ascenso de magistrados de aene o tesejotas que corregirán sentencias de una instancia cuyo nivel no han alcanzado. La cualificación acentúa el fraude. Por demás, algunos medios llevan días atacando a Arnaldo como “juez de reconocido prejuicio”, ¿pero son menos notorios los prejuicios ideológicos de Sáez Valcárcel, al que llaman El Indignado de la Audiencia Nacional? Esa falsa autoridad moral dando por hecho que sí caben los prejuicios, pero sólo tus prejuicios, es el peor servicio que se puede hacer al debate al rebajarlo a un pulso de sectarismos. Así está el nivel.

Desprestigiar el Tribunal Constitucional no es un hito más en el desprestigio del Poder Judicial. Devaluar el órgano que dirime las tensiones entre los poderes del Estado y que ha de velar interpretativamente sobre los derechos fundamentales no es moco de pavo. Esto pone en riesgo la consistencia del sistema. El bipartidismo ya había puesto en almoneda el Constitucional, pero nunca hasta este extremo. Al menos se cuidaba el listado de los nombres; ahora se imponen los juristas apadrinados con la certeza de ser peones en el tablero. Arnaldo es un síntoma, pero no la patología. Esta es más profunda, y se representa en quienes aseguran que aceptan el cuarteto con una pinza en la nariz. Por supuesto, lo hacen a sabiendas de que después el ciudadano los votará a ellos con la pinza en la nariz. Al cabo, la pinza en la nariz es la coartada pueril de quien cree que eso lo sitúa sobre el cenagal y le ayuda a resistir el hedor. No es verdad. La pinza sólo sirve para no oler hasta qué punto tú también formas parte del sistema corrompido.