MIGUEL ESCUDERO-EL CORREO

Se acuerda ya alguien de Stéphane Hessel, autor del opúsculo ‘¡Indignaos!’ que estuvo en boca de todo el mundo hace unos diez años? Aquel hombre de 93 años (edad de la que poco se espera) animaba a los jóvenes a rechazar la apatía y la indiferencia cuando la libertad está en juego. Era un diplomático alemán que fue torturado en los campos de reclusión nazi. Hessel fue yerno de Boris Mirkine, un conocido jurista ucraniano que se estableció en París huyendo de los bolcheviques y que luego debió escapar de los nazis para salvar el pellejo.

A Mirkine se le debe el concepto de la tercera España. Cuando se llevaban siete meses del comienzo de la Guerra Civil en nuestro país, un golpe de Estado calamitoso, publicó en una revista francesa un artículo con ese mismo título. Ahí alababa la España constitucional y parlamentaria, «cordialmente igualitaria», católica en su mayoría, decía, pero sin formar un partido confesional. Pero esta España atractiva por ser acogedora, respetuosa y liberal,no pudo imponerse sobre los extremistas que la rechazaban con igual animosidad.

Durante aquella contienda la comunista María Teresa León calificaba a la ‘tercera’ España como la de los indiferentes y la de los «criminalmente neutrales, mil veces más despreciables que nuestros evidentes enemigos». El franquista Raimundo Fernández Cuesta coincidía con su enemiga en el odio acérrimo hacia una España impulsada, decía, por ‘liberaloides’ que no tenían otra patria que sus intereses. Los ‘terceros’ molestaban a unos y otros porque podían contagiar el uso de la razón.

Hoy como ayer, conviene activar esta España para elevar nuestro nivel intelectual y moral.