Muchas cosas se han hecho mal en 30 años para que España sea uno de los cuatro países con mayor fracaso escolar del mundo desarrollado, mientras el modelo escolar de algunas comunidades sólo se aplica en Groenlandia y las Islas Feroe. Es una materia prioritaria que exige un gran pacto de Estado.
Treinta años es un lapso de tiempo suficientemente amplio para poder sacar conclusiones de lo que se ha hecho bien y menos bien en nuestro país desde el establecimiento de la democracia. Y, como se deduce de la encuesta con la que iniciamos hoy una serie de 29 entregas diarias en las que chequearemos a fondo nuestro sistema, el estado actual de la Educación merece un rotundo suspenso, y ni siquiera cabe el consuelo de que progrese adecuadamente.
Antes al contrario, el 53,4% de los encuestados cree que los bachilleres hoy saben menos que los de 1978. Una percepción indicativa de que en un pilar tan básico para el desarrollo social, como es la Educación, las cosas se están haciendo muy mal. Porque la legislación en esta materia responde más a intereses políticos -en el peor sentido- que a las necesidades para lograr una formación de calidad.
Especialmente críticos se muestran los encuestados con los disparatados efectos que ha acarreado el modo en que se han producido las transferencias educativas a las Comunidades Autónomas. De hecho, siete de cada 10 ciudadanos son partidarios de que el Estado recupere una mayor capacidad normativa. Y hasta un abrumador 87,6% demanda leyes que garanticen que se pueda estudiar en castellano en toda España, frente a lo que sucede en Cataluña, Baleares y Galicia, y está a punto de ocurrir en el País Vasco.
Se demuestra así que el proceso descentralizador ha seguido una senda que nada tiene que ver con el espíritu de la Constitución. Y aunque el 50,5% considera que fue un acierto otorgar competencias educativas a los entes autonómicos -siguiendo la lógica según la cual la gestión de los servicios públicos gana en eficacia cuanto más próximas a los usuarios estén las administraciones de los que dependen-, casi nadie entiende que esto haya degenerado en 17 sistemas educativos distintos en España.
Para reconducir la situación, la mayoría de los encuestados exige que se fijen contenidos comunes en todo el Estado en asignaturas básicas como Historia, con el fin de que ningún alumno acabe su formación sin unos rudimentos mínimos y homogéneos, y se acabe con el disparate de que ahora mismo cada comunidad instruya en unas nociones históricas -más o menos rigurosas- de la autonomía, desgajadas de la Historia común del conjunto de la nación.
Buena nota deben tomar tanto el Gobierno como el principal partido de la oposición, porque apenas hay diferencias entre votantes del PSOE y del PP al valorar como un fracaso el panorama educativo. Y es sin duda una materia prioritaria que exige un gran pacto de Estado. Porque muchas cosas se han hecho mal en estos 30 años para que España sea uno de los cuatro países con mayor fracaso escolar del mundo desarrollado y estemos por debajo de la media de la OCDE en Matemáticas, Ciencias y comprensión lectora, mientras, como relatábamos ayer, el modelo escolar de algunas de nuestras comunidades sólo se aplica en Groenlandia y las Islas Feroe.
Editorial en EL MUNDO, 28/7/2008