Isabel San Sebastián-ABC

  • Sánchez hizo una exhibición obscena de vanidad, mentira e incapacidad para empatizar con el sufrimiento de los españoles

SI uno busca en Google la palabra ‘psicópata’, lee lo siguiente: «Se conoce como psicópata a la persona que padece de psicopatía. La principal característica de un psicópata es la imposibilidad de crear relaciones afectivas ante su entorno y de sentir remordimiento ante situaciones que normalmente lo provocaría». Si desea profundizar en la idea y teclea ‘psicopatía’, la respuesta es «una alteración de la personalidad caracterizada por el narcisismo, la impulsividad y las conductas de control y manipulación». Yo no soy psiquiatra y por tanto no formulo un diagnóstico médico, pero no me digan que sendas definiciones no se ajustan cual calcetín a la actuación de Pedro Sánchez en su balance de fin de año, donde llevó a cabo una exhibición obscena de vanidad exacerbada, frivolidad en el relato de una situación dramática, mentira, incapacidad para empatizar con el sufrimiento de la ciudadanía y retorsión intolerable del derecho a la información.

Cuando la cifra de fallecidos por Covid-19 alcanza las 130.000 personas en nuestro país, el presidente del Gobierno comenzó su intervención con estas palabras: «La pandemia no ha sido un freno, sino un acelerador de un gran proceso de modernización, reformas y avances sociales que está viviendo España». ¿Cabe mayor escarnio? ¿Siente alguna emoción nuestro líder patrio ante la pérdida de todas esas vidas y el dolor de los supervivientes? ¿Se considera responsable en cierta medida, por mínima que sea, de esta tragedia que bajo su gestión ha batido marcas mundiales de mortandad y ruina? ¿Le importa cualquier cosa que no sea su ego, su poder, su poltrona, sus vuelos en Falcon? «Acelerador de un gran proceso de modernización y avances», proclamó, henchido de triunfalismo, sin alterar el semblante. ¿Y qué hay de los miles de autónomos y pequeños empresarios que se han quedado atrás, a pesar de sus promesas falsarias? ¿Qué hay de la hostelería arruinada? ¿Qué hay de los sanitarios exhaustos, desmotivados, sobrepasados, hartos? ¿Qué hay de los millones de parados que nos colocan a la cabeza de Europa? Nada de todo eso merece la menor autocrítica por parte de un Sánchez tan pagado de sí mismo como incapaz de distinguir la verdad del burdo embuste. Solo así se explica su afirmación de que «Cataluña está mejor», cuando las hordas independentistas acosan a un niño de 5 años y amenazan de muerte a los valientes estudiantes de ‘S’ha acabat’, mientras sus maestros batasunos organizan homenajes a los pistoleros más sanguinarios de la banda con el visto bueno de la Fiscalía que, como él mismo reconoció en entrevista televisada, depende de La Moncloa.

Sánchez no tiene vergüenza ni la conoce. Tampoco le es familiar el concepto ‘arrepentimiento’, ni mucho menos la rendición de cuentas de la que alardea impúdico. Por eso solo admitió preguntas de los medios que le hacen la ola. ‘Control y manipulación’. Rasgos característicos de la psicopatía.