LUIS VENTOSO-EL DEBATE
  • Otra legislatura con este presidente supondría una merma de derechos y libertades y un gravísimo deterioro de las instituciones
Algunos matrimonios de ancianos que llevan más de sesenta años casados bromean así sobre su relación: «Poco a poco ya nos vamos conociendo». Pero para conocer la entraña de un político no se requiere tanto tiempo. Enseguida asoma lo que lleva dentro, sus instintos naturales. En el caso del actual presidente del Gobierno ya se percibe a las claras su ramalazo autoritario (evidente, salvo para un amplio sector de la sociedad perfectamente dopado por una implacable máquina de propaganda y rencor social).
A más Sánchez, menos democracia. Tal es la sencilla ecuación que compromete el buen futuro de España. Debatimos cada día sobre si Pablito o Isabelita, o sobre si PP o Vox; y a ratos perdemos de vista el problema medular, el asunto que urge arreglar, la amenaza que nos puede dejar un país totalmente deshilachado: una segunda legislatura con Sánchez supondría una merma seria de nuestros derechos y libertades y un gravísimo deterioro de las instituciones que garantizan el juego limpio y la unidad de España.
¿Lo dudan? Pues basta con repasar los últimos diez últimos días para sostener que el adjetivo «chavista» no le cae muy lejos a este Gobierno. El PSOE ha manipulado una sesión de control al Gobierno para convertirla en una batería de preguntas a favor de la campaña de su candidato en Castilla y León. El Gobierno ha convertido el CIS en un apéndice más del PSOE (ha costeado con dinero público encuestas manipuladas para favorecer a su candidato en las elecciones del domingo). El consejo de ministros aprobó y anunció súbitamente este martes una ayuda de mil millones para apoyar a la España rural (también mal llamada «vaciada»), con el evidente objetivo de apoyar a su candidato, toda vez que ese asunto se había convertido en el meollo del debate electoral. Son comportamientos autocráticos, impropios de un gobernante de un sistema reglado y de contrapesos.
¿No les basta todavía? Hay más:
-Aquí, en España, se acaba de aprobar una insólita y execrable ley que condena a pena de cárcel a quienes osen rezar cerca de un centro abortista (norma que evidentemente será declarada inconstitucional).
-Aquí, en España, el Ejecutivo de comunistas y socialistas está embarcado en una agresiva campaña contra la Iglesia católica, con el pretexto de los abusos, cuando los que ocurren en los ámbitos clericales suponen solo el 0,2 % del total. Lo hacen por un motivo bien sencillo: Dios y las creencias católicas no caben en el plan «progresista», molestan al gran proyecto emancipador del súper yo. Al igual que la educación concertada, pues forma mentes libres y críticas, más difíciles de someter al rodillo obligatorio.
-Aquí en España ministros del Gobierno y el líder de las juventudes del PSOE trabajan contra la Corona. Lo hacen por un motivo bien sencillo: el Rey es un dique en la defensa del orden constitucional, léase la unidad de España y nuestros derechos y libertades.
-Aquí en España –¿o estaremos ya en Venezuela?– solo los periodistas afectos pueden preguntar en sus ruedas de prensa de Mi Persona.
-Aquí, en España, se instiga desde el Ejecutivo el acoso a los jueces y se promueve la burla a sus sentencias firmes.
-Aquí, en España, se prepara un colosal plan peronista de compra de voluntades regando de manera partidista las toneladas de dinero de los fondos europeos.
¿Hacen falta más indicios? ¿Vamos a seguir discutiendo sobre verdes y azules mientras este gobernante, cuatro veces condenado por el TC por sus abusos durante los estados de alarma, va minando cada día nuestras libertades?
Cuatro años más con Sánchez y acabaremos yendo a un Estado federal con dos países independientes asociados (Cataluña y País Vasco). Un régimen oclusivo, donde será prácticamente imposible que gobierne algo o alguien que no sea la izquierda. Ahí radica la importancia de las elecciones de este domingo, que en el fondo no van de ovejas y pastos, ni de Soria y Zamora, ni de azules y verdes. Van de que hay que empezar a defender el oxígeno de la libertad frente a un presidente con los peores instintos.