José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
ENTREVISTA A FELIPE GONZÁLEZ
  • El expresidente recibe a El Confidencial en las dependencias de su fundación, después del pleno extraordinario en el que Sánchez anunció que España enviará directamente armamento ofensivo a Ucrania 

Felipe González, ex secretario general del PSOE y presidente del Gobierno de España entre 1982 y 1996, cumplirá 80 años el próximo sábado, 5 de marzo. No lo parece. Muestra una memoria portentosa. Sigue con inmediatez la crisis causada por Putin al invadir Ucrania y exhibe un análisis lúcido de la actual coyuntura internacional. Vivió la caída del Muro de Berlín en 1989 y la implosión de la URSS en 1991, la disolución del Pacto de Varsovia en julio de ese año y fue uno de los protagonistas más activos de la política internacional en la década de los noventa, después de haber ratificado el ingreso de España en la OTAN y logrado la incorporación de nuestro país a la Comunidad Económica Europea en 1986. Recibe a El Confidencial en las dependencias de su fundación, ayer, inmediatamente después del pleno extraordinario del Congreso de los Diputados en el que Pedro Sánchez anunció que España enviará directamente armamento ofensivo a Ucrania.

PREGUNTA. Las relaciones internacionales durante sus mandatos fueron las más amplias que nunca ha tenido España y vivió desde la Moncloa acontecimientos que están en el origen de lo que ahora estamos contemplando con horror. 

RESPUESTA. Sí, entonces tuvimos las relaciones que se correspondían con nuestro país. Ni tan grandes como para dar miedo ni tan pequeñas como para que nuestro país no fuera tenido en cuenta. España se situó en el límite de su potencialidad. Por eso no puedo dejar de acordarme de la OTAN, a partir de la disolución del Pacto de Varsovia el 1 de julio de 1991. Los americanos empiezan a replegarse y sus efectivos pasan de 300.000 a 60.000 porque la amenaza de la URSS había desaparecido. El temor en Europa consistía en que si esos efectivos bajaban de 100.000, quería decir que Estados Unidos se desentendía del continente. Dick Cheney, secretario de Defensa cuando se desplomó la URSS y luego vicepresidente de los EEUU, llegó a decir que la OTAN estaba muerta y que no era un instrumento necesario. Ahora, USA está reforzando el flanco oriental europeo, pero con un contingente adicional de solo 16.000 efectivos.

P. Eso dejó a Europa desprotegida. 

R. Claro. Eso es lo que me importa subrayar. Que Europa tenía que salir de su infancia, de su dependencia del amigo americano frente a cualquier amenaza y hacer su propia apuesta para crear un poder relevante, no solo un poder blando, para que sea respetado porque resulte respetable. Entonces los países europeos no encontraron la razón para construir ese poder. Se entendió que la OTAN carecía de sentido porque no existían ni la URSS ni el Pacto de Varsovia. Ahora eso ha cambiado y se tendrá que definir más incluso en la cumbre atlántica que se celebrará en Madrid en el mes de junio. Puedo decir que en su momento viví la enorme preocupación europea por el descuelgue europeo de Estados Unidos. 

P. Sus relaciones con los presidentes norteamericanos fueron particularmente buenas. 

R. Sí que lo fueron. Con Bush padre, pero también con Ronald Reagan. Entonces se daban dos líneas de relación: por una parte, la presencia de las bases norteamericanas en España, que reformulamos. Y simultáneamente, eran reticentes y tenían miedo al referéndum sobre la OTAN porque a nadie se le había ocurrido hacer una consulta popular sobre la pertenencia o no a un pacto de defensa internacional. Pero eso es historia, ahora lo que importa es cuánto de decisión y de esfuerzo va a hacer Europa para ser relevante en su política de defensa, de seguridad y en su política exterior. 

«Me permito la satisfacción de estar alineado con el Josep Borrell más decidido» 

P. Pero ese proceso ya se ha iniciado. 

R. Dentro de la tragedia que estamos viviendo, efectivamente, me permito la satisfacción de estar alineado con el Josep Borrell más decidido. El sátrapa de Putin y sus ‘hijos’ les han ofrecido la oportunidad, a él y a la Unión, de señalar cuál es nuestra responsabilidad. Y han comenzado a producirse cambios tan significativos como que el presidente Biden no toma ya la delantera sino que hace hincapié en la coordinación en la toma de decisiones con los socios europeos, siguiendo así las pautas que hemos emprendido. La relación con Estados Unidos se invierte, lo que al presidente norteamericano le viene bien porque así puede mirar con el otro ojo lo que pueda hacer China, sobre la que el foco norteamericano es importantísimo.

P. El cambio, entonces, es histórico. 

R. Por primera vez desde la Guerra Fría, por primera vez desde la caída del Muro de Berlín, por primera vez desde la desaparición de la URSS y del Pacto de Varsovia, la Unión Europea decide que tiene que ser mayor por su cuenta. O, por mejor decir: está en el desafío de hacerse mayor de edad. Y eso no se logra de un día para otro. Pero ha habido algunos cambios que son giros copernicanos que condicionarán todo el futuro. 

P. ¿Cuáles son los más relevantes? 

R. El cambio del canciller Scholz supone la redefinición de toda la política alemana desde el fin de la II Guerra Mundial. Y sin duda es un giro con fuerza tractora para todos los demás países de la UE. Alemania siempre ha sido dependiente, en el sentido de no protagonista, frente al socio francés y al socio británico. Nunca ha querido ejercer protagonismo, pero ahora lo ha hecho. 

«El cambio del canciller Scholz supone la redefinición de toda la política alemana desde el fin de la II Guerra Mundial» 

P. Lo que altera la mentalidad europea. 

R. Sí, porque parece ridículo que dudemos sobre lo que tenemos que hacer. No es coherente desplegar fuerzas militares en el Sahel frente a un enemigo extraeuropeo y que parezca un principio inviolable que cuando tu vecino europeo está siendo agredido en su soberanía no haya instrumentos para ayudarle de verdad para defenderse de la agresión y sí para ayudar a Malí o a cualquiera de las repúblicas africanas amenazadas. Eso no era explicable. Ahora, hasta Polonia se encuentra ante una responsabilidad, pese a su irredentismo y renuencia en estar instalada en las reglas de la UE, que le hace cambiar radicalmente ante lo que está sucediendo. 

P. Han visto la amenaza. 

R. Ahora se proclama la amenaza del comunismo que vuelve. Pero la realidad es que Putin se parece más a Hitler que a Stalin, aunque acuse a los demás de nazis. ¿Cuál es la parte comunista de Putin? ¿Que lo apoye Maduro? Pero ¡es que le apoya también Bolsonaro! Dicho lo cual, espero y deseo que Putin haya cometido errores no reversibles.

P. ¿Lo desea o lo cree? ¿Está convencido de que los ha perpetrado? 

R. Creo que Putin va a ganar la guerra, la parte bélica, porque esta agresión no se puede permitir pararla hasta que no ofrezca una señal de dominación. Pero ¿dominación de qué? ¿Que va a derribar a Zelenski? Es posible. También es posible que ponga en Kiev a un títere durante un rato. ¿Es posible que revierta ese impulso de rebeldía, de identidad nacional ucraniana frente a la agresión rusa? Eso no es posible. A Ucrania la ha perdido para siempre. 

P. Esta situación, bélica, por un lado, y de respuesta europea y norteamericana, será larga. 

R. Sí, porque esto no va a acabar hasta que Putin no reconozca que su soberanía tiene su límite en las fronteras de la Federación Rusa y que ningún territorio ajeno a su espacio de soberanía puede ser arbitrariamente dominado o conquistado. No basta con la desmilitarización ni con la neutralización de Ucrania: Putin tiene que volver a los límites de Rusia si quiere que nosotros mantengamos el compromiso de la estabilidad.

«No basta con que retire las tropas. Tiene que retirarse de todo territorio que no sea de la Federación Rusa»

P. ¿Le ha sugerido esta idea al presidente Sánchez en su conversación? 

R. Ese criterio último, sí, y algunas reflexiones sobre personas despistadas que hablan de la agresión imperialista norteamericana para que sean serias y comprueben la disminución de su presencia en Europa, lo cual, además, era lógico, porque Estados Unidos se ha focalizado en Asia-Pacífico. Es decir, está en China. España y los países de la Unión están ahora en lo más próximo a lo correcto que se ha hecho en muchos años, no por parte de este Gobierno sino de todos los gobiernos, españoles y europeos. Aunque la claridad mayor en este momento la está expresando el responsable de política exterior y defensa, que es Josep Borrell, que no es el representante de España, pero que en un tiempo sí lo fue y tenía dudas de hasta dónde tenía que avanzar. Ahora eso se ha acabado porque lo tiene claro.

P. ¿Qué aspectos faltan para culminar esta nueva estructura de poder europeo? 

R. Rusia tiene que comprender, además de pagar el coste de lo que ha hecho ya, que su único territorio de soberanía es la Federación Rusa, que no puede amenazar a los países bálticos, ni a Suecia, ni a Finlandia ni a ningún país. Putin tiene que abandonar su pulsión imperialista incluso para salvar a Rusia del desastre en el que la está metiendo. Ni China está comprendiendo lo que hace Putin, porque son más confucianos, tienen otra mentalidad. 

P. ¿Cabría negociar con Putin? 

R. Vamos a ver: una cosa es que un país decida ser neutral y otra bien distinta es que se neutralice un Estado soberano, que es lo que quiere Putin con Ucrania, que es un país como España en demografía, un granero mundial para China y otros países. Por eso incido en una idea crucial: el coste de lo que está haciendo Putin no debe ser soportable para él. No me refiero a Rusia. Porque si es soportable para Putin, no tendremos la capacidad de replegarlo o de que lo replieguen. Y lo que no es soportable para él puede ser una buena salida para Rusia.

P. ¿Hemos cometido los europeos errores con Rusia? 

R. Mis conversaciones con Kissinger en los primeros años noventa del siglo pasado tenían una cierta cadencia. Él y yo teníamos una relación muy directa y de confianza. Su tesis era que la ‘descolonización’ no consistía en que desapareciese la URSS, sino en que el país que quisiera pudiera separarse de la Federación Rusa. Yo no estaba de acuerdo porque el gran problema de la descomposición de la URSS y de la propia Rusia era la centrifugación a precio de saldo de una inmensa capacidad de desarrollar armamento de destrucción masiva. Y esa centrifugación descontrolada era peligrosa, fue arriesgada. Tres años después, a mediados de los noventa, me dio la razón. Aunque entonces no había llegado el sátrapa Putin para que el riesgo se convirtiese en la agresión que estamos contemplando ahora pero que ya se produjo antes en Georgia y con la ocupación de Crimea.

«Más del 45% de la riqueza de la Federación Rusa se lo reparten los oligarcas» 

P. Entonces, efectivamente, hemos cometido errores.

R. Debíamos haber sido firmes en establecer con rotundidad que el límite de Rusia era el de la Federación Rusa y que destrozar Georgia o anexionarse Crimea por la fuerza o alentar y reconocer territorios ucranianos como países independientes no es aceptable, y habría requerido una respuesta contundente que le hubiera producido más coste que cualquier beneficio de los que Putin pretendió. La mayor contradicción de la invasión de Ucrania es que los ucranianos tienen moral para luchar contra los invasores y que los soldados que ha enviado Putin no tienen moral para combatir porque no saben por qué están matando ucranianos. Al margen de fuerzas especiales y mercenarios, los soldados rusos alistados no saben a qué van allí.

P. Quizás se está sobrevalorando al Ejército ruso. 

R. El producto interior bruto ruso, o su PIB, poco mayor que el de España, hay que verlo también en su distribución per cápita, porque más del 45% de esa riqueza se lo queda el grupo de lo que hoy ya todos llamamos oligarcas. O sea, el Estado ruso está redistribuyendo solo la mitad de su PIB. Esta es una de las fragilidades enormes de Rusia. De ahí que Putin esté haciendo una guerra territorial mezclada con una ciberguerra que se entromete en otros países, y es intrusivo en asunto diversos —desde Cataluña a Vox, dándole igual apoyar a Maduro que a Bolsonaro— siempre que moleste a quien considere que es su enemigo. Desde esa constatación, hay que hacerle comprender a Putin que nosotros respetaremos la intangibilidad de las fronteras rusas, pero no aceptaremos que desde el Kremlin se rompa la integridad territorial de los países que no pertenecen a su federación. Y no me refiero solo a los países de la OTAN, sino a cualquier otro país soberano. Ahora ya nada nos es ajeno. 

«En España, deberíamos hacer un pacto de rentas, de reparto de esfuerzos y de sacrificios» 

P. ¿Cómo tendrían que discurrir los acontecimientos a partir de los hechos que se suceden tan vertiginosamente?

R. No basta con que retiren las tropas. Tiene que retirarse de todo territorio que no sea de la Federación Rusa, como Crimea, como las provincias de Donbás y Lugansk. Porque de lo contrario, con cada agresión, aunque se repliegue, con algo se queda. De ahí que el acuerdo que esta ofreciendo es neutralizar Ucrania, mantener el reconocimiento de la independencia de las dos provincias ucranianas del este, que no se le reclame Crimea. Por eso hay que entender las medidas de la UE y EEUU como sanciones por su expansionismo imperialista, no solo por la invasión de Ucrania y por la ruptura de todas las reglas del orden internacional, sino por todo su comportamiento.

P. Putin nos puede hacer mucho daño porque las sanciones a Rusia tienen un efecto bumerán.

R. Nos lo está haciendo. El 40% de nuestras importaciones de girasol, cereales, muchos minerales, insumos varios… viene de Ucrania. Nuestra respuesta implica sacrificio. El impacto es fuerte. Nosotros en España deberíamos hacer un gran pacto nacional de respuesta a la crisis entre los dos actores centrales —PSOE y PP— más los que quieran sumarse. Sería como, salvando las distancias, los Pactos de la Moncloa, que eran pactos de rentas para no hacernos daño con una carrera de inflación y precios que no tenga fin. O sea, se trataría de repartir el esfuerzo y el sacrificio.

«Es un exhibicionista que parece que tiene 120 kilos de músculo y 1,95 de estatura y que está retando al mundo. Su actitud es enfermiza» 

P. Se percibe ya una crisis energética muy dura. 

R. Dependerá de hasta dónde llegue la psicopatía de Putin. Tiene el comportamiento del Chapo Guzmán. Es un exhibicionista que parece que tiene 120 kilos de músculo y 1,95 de estatura y que está retando al mundo. Su actitud es enfermiza. Putin no tiene capacidad de cálculo. Pero, atención, la población rusa, las mujeres, las madres, ha sufrido la desaparición en combate de sus hijos, familias sin información de su suerte, ni siquiera saben dónde los enterraron después de Crimea. Y ahora temen lo mismo. 

P. ¿Ve alguna posibilidad de un golpe palaciego? ¿Podría caer Putin? 

R. No lo descarto. La diferencia entre el poder de Stalin y el de Putin consiste en que el del primero era cupular y dominante, de un aparato de partido y represivo, más estructurado. El poder de Putin es más personal, más zarista, sin la cohesión de aquella ideología imperial y comunista al mismo tiempo. Ahora sería más fácil la descomposición de su poder a través de las tecnologías. Porque se está viendo lo que Putin no quiere que se vea. Esta no es una guerra medieval.