IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • España reclama a día de hoy un centroderecha beligerante representado por Ayuso

Tiene dos virtudes que se echan de menos en el presente panorama político y que le han ayudado en sus locales éxitos electorales. Concita siempre a la unidad y al cierre de filas (en su última campaña invocó a Rajoy, a Aznar, a Fraga…) y muestra en la liza política un buen estilo que es la antítesis de ese fuego amigo que es ya una habitual práctica en su partido y con el que andaban jugando, hasta que se han quemado, Casado y Egea, como dos colegiales que tramaban incendiar el colegio. De hecho, Feijóo no ha dado antes el paso al frente que da estos días por temor a esos pirómanos.

La gran objeción a Feijóo es su doctrina del perfil bajo, que se parece demasiado a la del marianismo y en la que él ve una fórmula mágica, aplicable a todo el país, porque le ha ido bien en Galicia. Pero Galicia es una excepción en el mapa español. Y lo es incluso en su nacionalismo, que, si en su día tuvo una efervescencia mimética de los modelos catalán y vasco, se encuentra muy lejos de la virulencia de éstos. Ello es debido a que en esa parte de España no se ha producido una industrialización agresiva como la que ha conformado al actual País Vasco y a Cataluña. Para que cobre verdadera fuerza un nacionalismo étnico es necesaria una inmigración que inspire rechazo en la población autóctona y que, para eludir ese mismo rechazo, aspire, paradójicamente, a asimilarse con esta última en su ideario xenófobo. Esta paradoja, de la que se han nutrido los nacionalismos vasco y catalán, no ha sido posible en una sociedad como la gallega de carácter rural y conservador. Y a la ausencia del factor industrial se añade la de la riqueza que éste conlleva con su arrogancia y su señoritismo implícitos, que suman al prejuicio xenófobo y al supremacismo racial el menosprecio clasista del otro.

Si en el plácido contexto gallego el perfilbajismo puede sintonizar con el electorado, la España de hoy, resacosa aún del tedio marianista y asediada por la alianza de los populismos nacionalistas y postmarxistas que sostienen al sanchismo, reclama un centroderecha beligerante, que a día de hoy no está representado por Feijóo, sino por Ayuso. Resulta llamativo que lo que no lograron Casado ni Egea -cuestionar el tirón electoral de la presidenta madrileña- lo están logrando unos aprendices de Tezanos que no son exclusivamente sanchistas y que repiten la consigna de que el éxito de Ayuso no es extrapolable al resto de España, como si el de Feijóo lo fuera. Repiten esa cantinela y niegan lo obvio: que Ayuso es el único freno que tiene el PP a la fuga del voto a Vox. Quizá en esa negación de lo evidente confluyen quienes, tanto desde la izquierda como desde la derecha, no desean que Vox decaiga.