FÉLIX DE AZÚA-El País

  • Son tan malos tiempos para la poesía que lo urgente ha de ser mencionar lo que de ella va quedando. Por eso hoy escribo sólo para quienes sean capaces de interesarse por un trabajo de 640 páginas dedicado a un solo poema

Son tan malos tiempos para la poesía que lo urgente ha de ser mencionar lo que de ella va quedando. Por eso hoy escribo sólo para quienes sean capaces de interesarse por un trabajo de 640 páginas dedicado a un solo poema. Bien es verdad que se trata de uno de los más insignes de la poética europea y nos ha llegado en dos versiones porque a su autor se le quemó el cerebro mientras lo iba acabando.

Me refiero, claro está, a Pan y vino (Brod und wein) del más grande de todos los líricos, Hölderlin. Firma la traducción, el comentario verso a verso y el ensayo Félix Duque, uno de los últimos filósofos vivos que nos quedan (Abada). El asunto del poema es sencillo: el autor comienza considerando el mundo real, con su comercio y su descanso, sus calles y carruajes, para luego recordar el tiempo en que los dioses compartían la vida de los mortales. En el momento final muestra su esperanza de que una última divinidad, síntesis paradójica de Dioniso y Cristo, vuelva con nosotros. Lo escribió en 1801, cuando Napoleón destruía las monarquías europeas e instalaba en su lugar repúblicas pacíficas que Hölderlin veía como propicias para un futuro luminoso. La segunda versión data de 1802-1803 y para entonces Napoleón había mostrado ya la garra tiránica que iba a ganarle una corona imperial. Hölderlin, claramente trastornado por un viaje (a pie) que le permitió conocer el horror en las calles de París, regresó a su hogar para ser encerrado el resto de su vida, más de 30 años, en una buhardilla junto al Neckar. La segunda versión quedó rota, como su vida, por el eclipse de la esperanza. El último don, el pan y el vino, ya no eran divinos.

Este formidable doble poema bien merece que un filósofo le dedique 700 páginas, pero debe advertirse al audaz lector que su lección requiere entrega, conocimiento, pasión, entereza, y pan y vino.