Vicente Vallés-El Confidencial
- Pocos años después de que naciera la ‘nueva política’, el resultado es que los españoles tendrán que elegir entre un gobierno en el que participe la extrema izquierda, o uno en el que participe la extrema derecha
«¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!», dijo el capitán Renault, al ordenar el cierre del garito de Rick en Casablanca, mientras le entregaban sus ganancias de la última timba. ¡Qué escándalo! ¡El PP pacta con Vox!, vino a decir Pedro Sánchez, dos años después de conceder despachos ministeriales a Podemos y de pasear de la amorosa mano parlamentaria de Esquerra y Bildu. La política es un embudo, en el que la parte ancha siempre se la queda el que gana.
Pero, si aparcamos las desacomplejadas compañías que Sánchez gusta frecuentar, el presidente tiene razón al afirmar que el pacto PP-Vox en Castilla y León «es una pésima noticia para la democracia y para el PP», solo equiparable —esto no lo dice el presidente— a las alianzas de las que el PSOE sanchista se beneficia. Sánchez tiene el honor de ser el líder político con la capacidad para entender en los posos del café que España es el país en el que todo vale, en el que hoy convertimos en normal aquello que ayer considerábamos inadmisible. Y ahora, el PP reivindica su derecho de que pactar con Vox sea tan asumible como hacerlo con Podemos, Esquerra y Bildu. Aunque hay una notable salvedad: Sánchez saca a Feijóo varios cuerpos de ventaja en esta carrera. El presidente ha conseguido el consentimiento silencioso y cómplice de los socios europeos a sus pactos con la extrema izquierda, pero Feijóo puede ser expulsado extramuros del conservadurismo continental si pacta con la extrema derecha. Ya se lo ha advertido Donald Tusk, el líder del PP europeo: «espero que el pacto con Vox no sea una tendencia».
Cayetana Álvarez de Toledo tiene dicho, en este caso con buen criterio, que Feijóo «es el adulto en la habitación, en este tiempo de puerilidad». Pero en esa habitación también hay un elefante llamado Vox, del que se va a tener que ocupar el adulto en cuestión. ¿Puede ignorar al elefante y a sus votantes? ¿Está en condiciones de confrontar con el paquidermo y gobernar en solitario? ¿O solo podrá gobernar con Vox?
Como todavía no tiene todo el poder del PP en sus manos, Feijóo trata de exculparse del pacto con Vox en Castilla y León: «a veces (¿solo a veces?) es mejor perder el gobierno que ganarlo desde el populismo«. A mí que me registren. Rajoy solía presumir de que «el PP dice las mismas cosas en todos los territorios de España». La duda es si ahora Feijóo, con su deformación profesional de presidente autonómico, va a transformar el PP en una unión de partiditos regionales, en los que el ‘lendakari’ popular de cada autonomía convierta su capa en un sayo. De momento, siendo ya líder in péctore del partido, ha consentido que su inminente mandato nazca señalado por tolerar un pacto autonómico con Vox. La obcecación por gobernar como sea, supone pactar con quien sea. Como Sánchez.
Pablo Casado se marcha vengándose: en su despedida en Europa, vino a decir que le echaban por luchar contra la corrupción interna
En paralelo, Pablo Casado se marcha vengándose por fascículos. A los asistentes a la Junta Directiva Nacional del PP les recordó con resentimiento que estaban allí sentados porque él lo había decidido. Y en su despedida ante el Partido Popular Europeo, vino a decir que le echaban por luchar contra la corrupción interna y por no pactar con Vox. A la misma hora, el PP anunciaba que el partido investigará el ‘espionaje’ a Ayuso y pactará con Vox en Castilla y León. Lo que Casado no dijo ante sus colegas europeos es que fue él, junto con Mañueco, quien tomó la temeraria decisión de adelantar las elecciones autonómicas cuando gobernaba con Ciudadanos. Ahora, como asegura Tusk, el PP ha capitulado ante Vox.
Pocos años después de que naciera la tan trompeteada ‘nueva política’ —que nos iba a salvar a todos de las traicioneras garras del malvado bipartidismo—, el resultado es que en las próximas elecciones es muy probable que los españoles seamos llamados a las urnas para elegir entre un gobierno en el que participe la extrema izquierda, o uno en el que participe la extrema derecha. Un planazo electoral. ¿Qué puede salir mal?
Quien trata de ver el bosque por encima de los árboles es el PNV, que presume de ser un partido de orden. En cuanto Feijóo ha aparecido en el radar nacional, Íñigo Urkullu ha subido el periscopio para sugerir que «es tiempo de pactos de Estado PSOE-PP, abiertos a partidos como el PNV»302, como queriendo decir… Los nacionalistas vascos siempre tienen hilo suficiente para dar su puntada, y empiezan a estar empalagados por las conductas adolescentes que observan en el Gobierno y que observaban en Casado. Feijóo insinúa su predisposición. Falta por ver si Sánchez, el creador del «no es no» y del «trabajar codo con codo con Podemos», decide dar un nuevo viraje a su carrera política. Uno más entre tantos.