- Mucho me temo que lo de Sánchez con Marruecos no sea más que la penúltima página antes de cerrar el libro
El problema viene de lejos. No hace falta remontarse al desastre de Annual o a las épocas en las que el general García Valiño desairaba a los marroquís. España siempre ha sido un quiero y no puedo respecto a lo que se llama eufemísticamente “el país vecino”. Nuestra política ha sido errática y a remolque de terceros. ¿Los franceses prohibían las fiestas en su sector? Nosotros las autorizábamos. ¿Francia reprimía a los nacionalistas marroquís? Nosotros dábamos apoyo político y militar a líderes como Abdeljelak Torres o Ben Barka. Los intereses particulares de ciertas familias económicas son las causantes de nuestra pérdida de influencia en una región que se pasó encantada a la francofonía y que ahora se sabe lo suficientemente fuerte como para dictarle al débil Sánchez las condiciones de una paz que no será duradera.
Detrás de todo conflicto siempre hay intereses económicos. Si en el Sáhara eran los fosfatos de Fos Bucraa – eterna cinta de cien kilómetros que los transportaba desde el yacimiento hasta un pantalán sito en la costa que había que vigilar constantemente – ahora se trata de los minerales sitos en aguas frente al Sáhara. Y la eterna reclamación por parte de Rabat de Ceuta, Melilla e incluso Canarias. Esas Canarias en las que los EEUU financiaron el movimiento separatista MPAIAC del abogado Cubillo fundado, miren por dónde, en Argelia allá por 1964. Cubillo, digámoslo todo, fue apuñalado en 1978 en ese mismo Argel desde el que la OEA declaró a Canarias “territorio africano”, el mismo país en el que se instaló financiada por los servicios argelinos la emisora “La Voz de Canarias libre”. Lo saco a colación para constatar que las pretensiones africanistas de Marruecos de hoy y de Argelia antes no son nuevas.
Los servicios del general Ufkir en el Marruecos de entonces y los de ahora, dependientes del general de división Hamidou Lâanigri, siempre han estado muy pendientes del Sáhara. Y de nuestras plazas de soberanía. Porque cuando se trata de economía e influencia geoestratégica los estados emplean todos sus medios. ¿Qué hemos hecho nosotros? Reducir a la mínima expresión nuestra antena del CNI en Rabat, no fuera caso que los marroquíes se enfadasen.
¿Qué hemos hecho nosotros? Reducir a la mínima expresión nuestra antena del CNI en Rabat, no fuera caso que los marroquíes se enfadasen
Mientras Don Juan Carlos estuvo en el trono las cosas eran más sencillas. Bastaba un telefonazo desde Zarzuela al rey Hassan, “hermano” del monarca español, para limar asperezas. Esa línea ahora está cortada por motivos obvios y es una de las muchas cosas que hacen que nuestra posición sea la más débil que hemos tenido en nuestra historia. Y como sea que no disponemos de auténticos africanistas vamos a ciegas. Dependemos de los bandazos del gobierno de Sánchez que igual permite la entrada ilegal del líder del Polisario en territorio nacional que luego cede ante Marruecos y asume sus tesis sobre lo que fue en su día provincia española.
Todo para evitar más asaltos de las vallas de Ceuta y Melilla, del envío masivo de pateras a las Canarias y quién sabe si el silencio sobre algún suceso relevante en la reciente historia de España. Argelia ha retirado su embajador y peligra nuestro suministro de gas que proviene de dicho país que tiene restringido el gaseoducto que pasa por Marruecos y ya veremos que hace con el que llega directamente a nuestras costas. Todo improvisación, bisoñez, falta de preparación, estrategia e inteligencia. Política y de la otra. El problema radica en que ya no nos quedan africanistas.