Cristian Campos-El Español

Leo en algunos diarios que José Manuel Albares ha «reconocido» que el Gobierno no informó a Argelia del cambio de rumbo respecto al Sáhara Occidental. Y me sorprende. Me sorprende porque el Ministerio de Asuntos Exteriores y otras fuentes diplomáticas (noten la necesaria ambigüedad de la expresión «otras fuentes diplomáticas») llevan varios días hablando con EL ESPAÑOL y afirmando exactamente lo contrario.

Escucho la intervención de Albares y el ministro no dice en ningún momento lo que dicen esos diarios que dice. Lo que se ha hecho con las palabras del ministro es un trabajo de exégesis que ni la de los místicos de la Cábala.

Lo que el ministro dice es que la relación entre Marruecos y España es «bilateral», lo cual es una obviedad, además de una manera de esquivar la pregunta del periodista sobre Argelia. Algo habitual en el terreno diplomático, donde las escenificaciones públicas para consumo interno suelen tener poco que ver con lo realmente negociado.

¿Puede llevar cinco días mintiendo el Ministerio de Exteriores?

Puede. Claro que sí.

Como también puede que no. Y como también puede que el que mienta sea Argelia. Es llamativo que el antisanchista medio asuma como una verdad absoluta que el Gobierno miente siempre, Marruecos también siempre (salvo cuando lo que dice perjudica al Gobierno) y Argelia nunca. He visto buffets libres menos caprichosos en Las Vegas.

Es cierto que este Gobierno no ha destacado por su compromiso con la verdad. Pero también es cierto que el chorro de mentiras con el que riega a sus votantes es estrictamente propagandístico y sólo engaña ya a aquellos que quieren ser engañados.

En condiciones de confidencialidad, las fuentes de calidad de este Gobierno (noten la expresión «de calidad») no han mentido más a EL ESPAÑOL de lo que le ha mentido el PP. Y no digamos ya Vox o Unidas Podemos, a los que tampoco se puede acusar en sentido estricto de mentir porque eso sería como acusar de mentir a un tipo que vive en una realidad paralela. ¿Miente un loco? No, es que ve cosas.

¿Podría estar mintiendo el Gobierno?

Sí, claro.

Pero en este caso la que miente es Argelia. Por razones que se explican perfectamente aquí.

Hasta el antisanchista más irredento, el más convencido de la maldad de Pedro Sánchez, reconocerá además que el mal del malvado implica cierta previsibilidad. El mal del malvado siempre tiene un porqué que le beneficia a él y eso lo diferencia del mal del idiota, que es capaz de reventarlo todo sin beneficio para sí mismo.

¿Y qué gana Pedro Sánchez sacrificando el Sáhara, arriesgando el suministro de gas desde Argelia, actuando unilateralmente sin conocimiento de la Unión Europea y los Estados Unidos y, sobre todo, enfrentándose a Unidas Podemos, ERC, EH Bildu y al resto de socios que el PSOE ha evitado hasta ahora cuidadosamente ofender?

El cambio de rumbo respecto al Sáhara estaba en marcha desde antes del inicio de la guerra en Ucrania. La operación implica a Marruecos, Argelia, Francia, Estados Unidos, Alemania y la Unión Europea. Y, a diferencia de las películas de James Bond, donde los planes del villano están atados hasta el último cabo, no garantiza un resultado concreto, sino que sienta las bases para un cambio de escenario a medio y largo plazo que podría (noten el condicional) beneficiar sensiblemente a España.

Por cierto. Que la operación implique a Marruecos, Argelia, Francia, Estados Unidos, Alemania y la Unión Europea no quiere decir que todos ellos estén implicados por los mismos motivos ni para beneficio de España.

A Francia le interesa que España reconozca el plan de autonomía marroquí para el Sáhara porque tiene interés en las materias primas de la región y le conviene que estas, necesarias para sus centrales nucleares, estén controladas por Rabat y no por el Frente Polisario. Pero no le interesa en absoluto que España gane peso como hub gasístico europeo porque eso va en detrimento de su propio peso como proveedor de energía.

A Marruecos le interesa controlar el Sáhara y que España se quite de en medio. Pero no le interesa que Argelia gane peso como principal suministrador de gas de la UE.

Alemania tiene sus propios intereses y ya se la ha jugado a España hace no mucho.

Así que España, en este caso, es sólo el Jerusalén del Magreb. Es decir, el punto en el que se entrecruzan intereses múltiples y contradictorios. Bien jugado, puede ser una bendición. Mal jugado, saldremos escaldados.

«El Gobierno ha sacrificado el Sáhara» dicen muchos. El Gobierno no ha sacrificado nada, señores. El Gobierno ha apostado algo que no le importaba a ningún español, incluido Javier Bardem, a cambio de la posibilidad (noten el término «posibilidad») de una posición más fuerte como hub gasístico europeo.

Les voy a contar una verdad incómoda.

No existe hoy un solo español dispuesto a sacrificar cinco minutos de su wifi por el Sáhara. Quizá sí diez minutos por Ceuta y Melilla. Pero no quince. Porque el Sáhara es ya sólo un mito romántico de la extrema izquierda. En cuanto a la extrema derecha, desconoce que el Ejército español es hoy inferior al marroquí (y esto no lo digo yo, sino buenos conocedores del asunto no precisamente famosos por hacerse trampas al solitario) y que si Rabat se lo propone llega hasta Gerona en el primer día de guerra y a Sangenjo en el segundo. Y no tanto por su tecnología como por su hambre.

Y esta es la España de 2022, donde el Ejército apaga fuegos y a las embajadas problemáticas enviamos a los GEO. Una España que reza para que Marruecos no se obsesione con Ceuta y Melilla como China con Taiwán, porque sería incapaz de defenderlas.

Les voy a contar una segunda verdad incómoda.

Muchos de los líderes políticos de derechas que se oponen hoy en público al cambio de rumbo respecto al Sáhara lo aprueban en privado. «Es lo que había que hacer y tiene todo el sentido desde un punto de vista geopolítico» dicen. Pero claro, ¿cómo reconocer que el PSOE ha hecho, quizá por primera vez en toda la legislatura, algo que demuestra un atisbo de visión de futuro que va más allá de las próximas 24 horas?

Pero tampoco nos engañemos. ¿Que podemos dar por sentado el boicot de Francia, nuestro verdadero enemigo en la UE? ¿Que Emmanuel Macron jamás permitirá ningún movimiento geopolítico de calado que pueda hacer que España sobrepase el PIB francés?

Por supuesto. Ha ocurrido antes y volverá a ocurrir en el futuro. Si depende de Francia, España no será jamás un hub gasístico europeo. La esperanza, por supuesto, es que no dependa completamente de Francia.

¿Que el PSOE peca de ingenuo cuando finge ser el más europeísta de los europeístas para ganarse la palmada en el hombro de una Francia o una Alemania que lo son mucho menos de lo que presumen en público?

Bueno, es que dependemos y dependeremos de su dinero mientras no tomemos las riendas de nuestro propio destino como país.

¿Que nada nos haría ganar más peso en la UE, evitaría nuestra dependencia de sus ayudas y provocaría escalofríos en el BCE y el Bundesbank que reducir nuestra deuda, finiquitar el despilfarro público y convertirnos en una economía funcional del primer mundo en vez de en ese fortín del peronismo socialista de segunda ola en el que estamos empeñados y del que sólo escapa el Madrid de Isabel Díaz Ayuso?

Por supuesto.

¿Que Alemania nos boicoteará también porque su hoja de ruta dice que la función de los PIGS del sur de Europa es comprarles coches y ejercer de mercado cautivo eternamente subyugado por la deuda?

Por supuesto.

Y, de hecho, Alemania ya ha cerrado un trato con Catar, el exquisitamente democrático Catar, para sustituir a sus actuales proveedores de gas rusos. Lo que demuestra que su compromiso con la UE, la democracia, los derechos humanos y la pachamama ecofeminista sólo llega hasta Polonia y Hungría, pero se disuelve medio metro más allá, justo allí donde comienzan sus intereses.

En cuanto a Holanda, Suecia y demás frugales del norte, antes le sacarán las tripas al mar del Norte hasta que este implore perdón que generar una dependencia del Mediterráneo. A ver si se creen que el racismo estructural de las sociedades calvinistas y luteranas desapareció como por arte de magia tras la II Guerra Mundial.

¿Que es incongruente apostar por una posibilidad lejana y que implica a un país tan inestable como Argelia (con vínculos rusos y chinos) cuando el Gobierno se niega a volver a la nuclear y los hidrocarburos o a explotar mediante fracking unas reservas nacionales que se suponen enormes?

Por supuesto. Y sólo por eso el PSOE merece perder las próximas elecciones generales.

¿Que en caso de un hipotético conflicto bélico con Marruecos, la OTAN y Estados Unidos se pondrán de perfil y Francia ayudará bajo cuerda a Rabat?

Apuesten todo su dinero por ello.

¿Que Argelia o Marruecos podrían traicionar el acuerdo y reventar todos los planes de España incluso mucho antes de lo que prevé como posible el Gobierno? ¿Que el PSOE no tiene plan B para ello porque sigue atenazado por una religión cambioclimática que de momento sólo ha servido para multiplicar la presión fiscal sobre los ciudadanos?

Amén.

¿Que son la izquierda y el nacionalismo catalán y vasco los principales incentivadores del expansionismo marroquí al haber acogido con los brazos abiertos esa inmigración ilegal magrebí y subsahariana que Rabat utiliza como arma de guerra para presionar a España y a la UE?

Por supuesto. Disfruten de lo votado.

¿Que hay más posibilidades de que la jugada resulte inane o incluso perjudicial que de que salga bien para España?

Es, efectivamente, una posibilidad.

Pero también es cierto que todo lo descrito antes es nuestra situación actual. Que esa es nuestra realidad hoy, a 23 de marzo de 2022. Y que si hay que sacrificar a los saharauis para conseguir, no ya salir de ese círculo vicioso, sino una posibilidad hipotética, eventual, a largo plazo, de salir de él, pues se les sacrifica. Algo que, por cierto, llevamos haciendo desde hace décadas. Sólo que sin sacar rédito de ello.

En sentido estricto, además, ni siquiera les hemos sacrificado. Sólo nos hemos quitado de en medio para que Rabat y Argel se apañen solos.

Y sí. Eso es realpolitik. De la que evita guerras y reconoce que el mundo no es como nos gustaría, sino como es.