José Alejandro Vara-Vozpópuli
  • Los 800 asesores de La Moncloa ponen en marcha un plan para salvar a Sánchez del escenario infernal en el que se encuentra. Esta es la estrategia

Tiene ahora Pedro Sánchez dos objetivos subrayados en su cuaderno de azimuts. Acabar de una vez por todas con Isabel Díaz Ayuso y salir vivo del infierno de la inflación que ha provocado el mayor movimiento de malestar social vivido en nuestro país desde hace años. En ello está. Para lo primero se sirve de Dolores Delgado, de quién depende. Para lo segundo ha puesto en marcha otro despliegue de trolas y trampantojos similar al que utilizó durante las primeros estertores de la pandemia. Ahora tiene más difícil escapar de las llamas.

No soporta a Isabel de Castilla, es un odio visceral. La quiere pulverizar, borrar del mapadesintegrarla como si fuera un marciano de Men in black. Para lograr sus planes ha azuzado a la Fiscalía General del Estado, ese dóberman con puñetas, elemento de gran utilidad para un presidente atrabiliario y bonapartista. Ayuso salió indemne, y casi condecorada, de las investigaciones de la Cámara de Cuentas, de la Intervención General, de la Comisión de Vigilancia de Contratos y hasta de la Fiscalía Anticorrupción (en su primera fase). La hipérbole de la prueba del algodón. Ahora ha resurgido en el horizonte, miren por dónde, una de las famosas ‘dos Conchas’, Concepción Sabadell en este caso, miembro de aquella célebre pareja de damas fiscales que impulsaron, cuando Gallardón era ministro de Justicia, el caso Gurtel y que gracias a su habilidad y empeño, sumado a la colaboración del juez De Prada, se arrojó a Rajoy al precipicio de la Historia. «Esto a Rubalcaba no se lo hacen, dos fiscalas, ya ves tú, le habrían durado un minuto», se decía por entonces en el PP, quejosos por la impericia y torpeza con la que el Gobierno mariano manejaba los resortes del poder. Ah!, la derecha boba.

La Lola que ‘bebía en el vaso’ de Garzón, de acuerdo con lo escuchado en unas grabaciones que deberían haber frenado su ascenso profesional, tendrá la última palabra sobre el caso

La fiscal Sabadell, ahora con acolchado cargo en Bruselas por decisión de su jefa Dolores Delgado, había puesto su incisiva mirada en el caso del hermano de la presidenta madrileña. A él se asió, como un náufrago a la balsa, y no lo quería soltar porque, a su entender, hubo manejos turbios de fondos europeos. Tras una sucesión de tironeos entre la fiscalía europea y la Anticorrupción nacional se alcanzó una entente. Sabadell será libre de investigar posibles indicios de prevaricación y malversaciones varias en tanto que Luzón, titular del negociado de la Anticorrupción nacional, se queda con el control del caso. O sea, Delgado que es la jefa.

Nadie que aparezca bajo el radar punitivo de la fiscal general, que goza de una autonomía de vuelo similar a la del Falcon de su jefe, puede sentirse seguro. Menos aún, la presidenta madrileña. La Lola que ‘bebía en el vaso’ de Garzón, de acuerdo con lo escuchado en unas grabaciones que deberían haber frenado su ascenso profesional, tendrá la última palabraLuzón ha subrayado que este tan manoseado affaire del hermano comisionista no roza ni de lejos a Ayuso. Veremos. Pablo Casado también lo intentó con escaso éxito..

El otro artificio con el que Sánchez pretende recuperar el aliento de su depauperada imagen, lejos ya del lustre arrogante de antaño, es la descomunal máscara en forma de plan de choque contra los efectos de la guerra de Putin, que aprobó ayer el Consejo de Ministros mientras a sus integrantes se les escapaba una risita burlona pensando en la favorable acogida que se le dispensará en tribunas y tertulias. Como en el chiste de los cocineros de Gila asomados al salón: «·Se lo han comido, se lo han comido».

Un plan de 16.000 millones, anuncian las trompetas de la Moncloa, mientras la prensa del movimiento y demás medios orgánicos describen la actuación de Sánchez en el Consejo de Europeo del viernes como un momento entre épico y homérico

De nuevo, igual que en los albores de la pandemia, el despliegue desmesurado de una cascada de iniciativas a cargo de este salvífico Ejecutivo que vela por los obnubilados ciudadanos acogotados por los precios, las facturas, los atrasos, los impagos, la angustia y el pavor a un horizonte de pesadilla. Un plan de 16.000 millones, anuncian las trompetas de la Moncloa, mientras los medios orgánicos describen la actuación de Sánchez en el Consejo de Europeo del viernes como el momento más épico, homérico, y glorioso protagonizado por político español alguno en semejante escenario.

De nuevo con los pigs de Europa

Un plan que, en resumidas cuentas, no es más que la concesión, por parte del magnánimo presidente de quince céntimos a cada españolito que tenga la osadía de acercarse a un surtidor para llenar el depósito, amén de un tope de dos puntos en la subida de alquileres. Lo más cercano al peronismo que se expende en el mercado ideológico europeo. Sólo faltan los Fernández, Cristina y Alejandropara completar el retablo rioplatense de las maravillas, qué grande sosNada de reducir gasto, rebajar impuestos, asumir austeridad, ajustar déficit, rebañar deuda, ayudar a la creación de empleo, de empresas, de riqueza…eso queda para Europa. Sánchez ideó ese artefacto de la ‘excepción energética’ de la ‘isla ibérica’ para suavizar el recibo del gas que acogota a la mayoría de los contribuyentes y lo que ha conseguido es mandarnos al rincón más pobre de Europa, allí donde se asientan los pigs, los torpones, los postergados, los inútiles de la familia.

Estruendo de trompetería, desfile de mayoretes, júbilo en los platós, apoteosis en los micros…Así se está vendiendo la novedad que llaman ‘plan’. Volvemos al modelo de celebración delirante de la nada, al despliegue de ruidoso artificio, al entusiasmo falsario, a la exaltación de la trola. Una ceremonia mil veces vista en los peores momentos del contagio que ahora reeditan, ya sin imaginación ni brillo, los 800 asesores monclovitas desesperados en su empeño por salvar a Sánchez de hundimiento estruendoso. Ya lo que le pase a España es asunto menor. ¿A quién le importa?