Agustín Valladolid-Vozpópuli
  • Haría bien el gallego en aclarar cuanto antes sus intenciones últimas, porque, como ya ha podido comprobar, lo de Galicia no sirve de mucho fuera de la M-30 madrileña

Ni cien. Ni diez. Ni siquiera un día de cortesía. De Alberto Núñez FeijóoANF, se dice que maneja como nadie los tiempos, pero en esta ocasión se le ha echado, le han echado, el tiempo encima. Del PSOE se lo podía esperar. “Feijóo ha venido de Galicia a tapar la corrupción de Ayuso y a capitular ante la extrema derecha”, Felipe Sicilia, portavoz de la Ejecutiva socialista. “Parece que no tiene conocimientos suficientes para atender a los principales desafíos de nuestro país”, Héctor Gómez, portavoz del Grupo Parlamentario Socialista. Bonita forma de allanar el camino para favorecer el acuerdo. Del PSOE se podía esperar tan cordial recibimiento. Lo que probablemente no entraba en los planes del político gallego (o quizá sí) era un muy madrugador fuego amigo al parecer decepcionado por la ausencia de sangre en el congreso de Sevilla.

El runrún desacreditador del Feijóo “marianista” empezó al minuto siguiente de que el nuevo presidente del PP finalizara el discurso con el que se clausuraba el cónclave sevillano. Como si haber cerrado sin desperfectos irreparables la crisis provocada por la dirección saliente fuera cosa menor; como si recuperar en tiempo récord la autoridad imprescindible para liderar una organización tan compleja como el Partido Popular, muy debilitada tras el paso por Génova de Mariano Rajoy y definitivamente quebrada por el tándem Casado-Egea, no tuviera mérito alguno. Ese quizá haya sido el gran error de Feijóo: no poner en valor la forma y manera con la que ha conducido, casi siempre desde la sombra, un proceso de recuperación de la serenidad y de reconstrucción, al menos formal, de la unidad que Rajoy dejó malherida y Casado remató.

Lo que no entraba en los planes del político gallego (o sí) era un muy madrugador fuego amigo decepcionado por la ausencia de sangre en el congreso de Sevilla

Haría bien Feijóo en aclarar cuanto antes sus intenciones, ponerle letra y música actualizadas a su ideario. Porque, como ya ha podido comprobar, lo de Galicia no sirve de mucho fuera del contorno de la M-30 madrileña. Ni el estilo de contrastada moderación, ni las cuatro mayorías absolutas consecutivas son salvoconductos suficientes en la capital del reino. Aquí, en el foro, en esta élite ilustrada que da lecciones a diario sin haber ganado ni una sola elección, o habiéndolas perdido, o eres de derechas sin complejos o eres cayetanista o no eres nada. O sitúas en el eje de tu política la batalla cultural, por encima del paro y la inflación, o serás considerado un pusilánime. O buscas la forma de reencontrarte con el hijo pródigo, léase Vox, o pasarás a engrosar la nutrida nómina de la derechita cobarde.

Por eso, y alguna cosa más, hará bien ANF en aclarar cuanto antes, dentro de la M-30, si su intención es la que traía de Santiago (de Compostela), es decir, convertir al PP en la opción liberal y reformista que necesita este país, o, a la vista de la acogida, piensa revisar sus convicciones y ejercer como el líder conservador de un partido nítidamente de derechas. Si en su agenda prevalece el propósito de plantear acuerdos transversales para afrontar la crisis, reducir al máximo la polarización y desterrar la confrontación como cotidiano instrumento de la acción política o está dispuesto a reescribir el proyecto para contentar a los nostálgicos de la casa común de la derecha. Si a pesar del regalo envenenado que le dejó en herencia la torpeza de Casado y Mañueco, va a marcar o no distancias con quienes rechazan que se comparta soberanía y destino con nuestros socios europeos y pretenden desmontar piezas clave de la Transición.

Feijóo se la juega ahora, y si no llega a las generales con la suficiente distancia sobre Vox, la distancia que activa el voto útil, adiós al proyecto reformista

Cuando parecía que la suerte estaba echada, mal echada, Alberto Núñez Feijóo se ha encontrado con una imprevista oportunidad para poner en pie una alternativa fiable, moderna y centrada. Puede aprovecharla, ocupando espacios rebosantes de orfandad antes de que Pedro Sánchez despache a Podemos, o puede permitir el coqueteo con lo que hoy, más que un partido, es un turbador repositorio de legítimos cabreos (Abro paréntesis: no querido Miquel, Abascal no pretende reformar España a fondo, pretende desmontarla. Entregarse a Vox sería como regalarle a Sánchez la centralidad. Peor aún: renunciar a servir como instrumento de acercamiento de eso que llamamos las dos Españas y como disolvente de una polarización corrosiva). Posiciones en todo caso incompatibles que van a determinar el destino del político gallego. Porque, tal y como ayer apuntaba este periódico en un editorial, Feijóo  se la va a jugar ahora, sin que haya que esperar a las próximas elecciones generales.

Es ahora cuando las decisiones del líder popular van a contribuir decisivamente a definir el peso de Vox. Si en estos meses Feijóo no consigue impulsar la marca, si no amplía la cada vez más corta ventaja que le separa de Abascal, si no llega a las generales con la suficiente distancia, la distancia que inclina la balanza en favor del voto realmente útil, adiós al proyecto reformista. Sánchez ya se ha puesto a la tarea; la de desacreditar al candidato, la de propagar urbi et orbi que PP y Vox son las dos caras de la misma moneda. Y tiene potencia de fuego. Mucha. Yo no lo subestimaría.

La postdata: Olona por Monasterio

Feijóo y Moreno Bonilla deciden en estos días la fecha de las autonómicas andaluzas. Son diversas las variables a analizar antes de inclinarse o no por un adelanto significativo. La principal es la expectativa electoral de Vox, y la aparente conclusión de los dirigentes populares es que conviene esperar a que el “efecto Feijóo” cuaje, y para que la impaciencia haga cometer errores a los de Abascal.

Precisamente, y relacionado con Andalucía, una de las dudas aún no resueltas por el líder de Vox es quién será definitivamente su candidato/a cuando Juanma Moreno convoque. Hasta hoy, se daba por hecho que será Macarena Olona. Sin embargo, distintas fuentes señalan que, viéndose sobrado en Andalucía, Santiago Abascal no descarta utilizar a Olona para una misión aún más estratégica: impedir que Isabel Díaz Ayuso arrase en Madrid y Vox deje de ser un actor imprescindible en la región. Según estas fuentes, Rocío Monasterio no acaba de cuajar y la capital de España es una pieza esencial en los planes de Abascal.