Lucas Proto-ElConfidencial
- El presidente francés logró amarrar su reelección al vencer holgadamente a su rival, pero tiene un nuevo reto a la vista: asegurarse un Parlamento que no ponga trabas a su segundo mandato de cinco años
El ‘Himno de la alegría’ volvió anoche a resonar en las calles de París. Emmanuel Macron, reelegido en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con un 58,54% de los votos volvió a elegir esta canción, el himno de la Unión Europea que utilizó en su inauguración cinco años atrás, para celebrar su victoria. De la mano de su esposa, flanqueado por decenas de niños y jóvenes y entre gritos de «¡cinco años más!», el mandatario francés llegó a las 21:30 del domingo a los Campos de Marte, frente a la Torre Eiffel, para agradecer el apoyo de quienes lo votaron, tanto con alegría como a regañadientes, en su primer discurso como nuevo presidente electo. «Sé que muchos franceses me han votado para bloquear a la extrema derecha y eso es una obligación para mí», reconoció Macron, prometiendo a continuación una «nueva era» que no será «una de continuidad con el mandato que ahora termina».
En la famosa explanada parisina, los partidarios del presidente, en su mayoría jóvenes muy bien vestidos, festejaban al ritmo de música electrónica el triunfo de su candidato, pero especialmente la derrota de su rival, Marine Le Pen, quien habría obtenido un 41,46% de los votos en un nuevo récord para la ultraderecha francesa, que llegó por tercera vez a la segunda ronda de las elecciones. Muchos apuntaban a este dato. «El problema es que, para 2027, la extrema derecha puede ser aún más fuerte», reflexionaba Anil, estudiante de Filosofía de 28 años. Otros, como Fetih, militante de 30 años del partido de Macron, La République en Marche (LREM), también reconocían que serán necesarios cambios, incluyendo «hacer política de izquierdas y de derechas, aunque sin olvidar que hay una deuda muy importante». Sin embargo, coincidían todos, esta era la hora de celebrar. «Estoy contento esta noche, ¡muy contento!», exclamaba Fetih.
Pero esta luna de miel, propia de cualquier victoria electoral, está destinada a durar poco. Quince minutos después de darse a conocer su derrota, Le Pen salía ante las cámaras para dejar claro que, si bien reconocía que la batalla había sido perdida, la guerra continuaba. «Esto no ha terminado. Dentro de unas semanas tenemos las elecciones legislativas», señalaba. Se refería así a las votaciones que tendrán lugar los próximos 12 y 19 de junio y en las que se decidirá la configuración de la Asamblea Nacional, un cuerpo parlamentario que, incluso en un sistema tan marcadamente presidencialista como el francés, supone un contrapeso considerable al jefe de Estado. Jean-Luc Mélenchon, el candidato izquierdista que quedó tercero en la primera vuelta de las presidenciales y a tiro de piedra de Le Pen, se pronunciaba inmediatamente después de ella en la misma dirección: «La tercera vuelta comienza esta noche».
Sin tiempo para descansar
‘Tercera vuelta’. La popular expresión fue adelantada hace ya días por el propio Mélenchon, cuando pidió a los votantes del país que se movilizaran de cara a junio para elegirlo como primer ministro, pero ya está en boca de todos. En las cadenas de televisión francesas, el recuento apenas había comenzado y los tertulianos ya estaban envueltos en largas y ruidosas discusiones sobre la posible composición de la futura Asamblea Nacional.
¿Cómo llegan Macron y LREM a estas elecciones legislativas? Todo el mundo entiende que el escenario es mucho menos halagador que el de 2017, pero eso no resulta difícil, teniendo en cuenta que, tras su victoria aplastante de entonces, cuentan con 345 diputados (de un total de 577) junto a sus pequeños aliados del Movimiento Democrático y Agir. Sin embargo, existen discrepancias sobre si se cuenta con la fuerza y la capacidad de forjar alianzas necesarias para evitar la ‘cohabitación’, es decir, la coexistencia de un presidente y un primer ministro de diferentes formaciones políticas. Una incógnita que las urnas de este domingo tampoco han llegado a resolver.
Emmanuel Macron: «Tenemos que ponernos manos a la obra»
Como si de una obra del Museo de Arte Moderno se tratara, cada uno puede interpretar algo distinto de la victoria de Macron, según sus convicciones previas. Ha obtenido el tercer mayor porcentaje en una segunda ronda de los últimos 50 años —solo por detrás de él mismo en 2017 y de Jacques Chirac en 2002—, señalan unos, pero si se tienen en cuenta la abstención y los votos blancos y nulos, se trata en realidad del porcentaje más bajo desde 1969, apuntan otros. Es el primer presidente desde Charles de Gaulle en ser reelegido sin cohabitación, defienden los primeros, pero el voto a la ultraderecha ha crecido nueve puntos bajo su mandato, responden los segundos. El propio mandatario reflejó esta doble percepción de su resultado electoral en unas palabras rápidas a France 2: «Siento alegría y orgullo de tener la confianza de los franceses y francesas, y, al mismo tiempo, mucha humildad». «Tenemos que ponernos manos a la obra», concluyó.
No será el único. Todos los partidos, con la excepción de LREM y Agrupación Nacional, llevan dos semanas de ventaja en su preparación para estos comicios, en los que se esperan importantes movimientos en el tablero político francés. «La reconfiguración política que comenzó hace cinco años ahora se completará a medida que surjan nuevas alianzas», afirma Tara Varma, directora de la oficina de París del European Council on Foreign Relations, en un correo a El Confidencial. La extrema izquierda liderada por Mélenchon y su partido, La Francia Insumisa, aspiran, tras haber dejado clara su hegemonía en este espectro ideológico en la primera vuelta, a formar una gran coalición izquierdista junto al moribundo Partido Socialista, los todavía incipientes Verdes y un residual Partido Comunista. En el otro lado del espectro político, considera la experta, existe una mayor ambigüedad. «Una parte de la derecha ya se unió a Macron, pero la otra parte tendrá que decidir si se une a Éric Zemmour o forma otro gran partido», apunta.
Zemmour, el candidato más extremista que acabó obteniendo un 7% de los votos en la primera ronda tras un ascenso meteórico en el que llegó a situarse por encima de la candidata de Agrupación Nacional en algún punto de la campaña, dejó claro anoche que no solo había comenzado la ‘tercera vuelta’, sino también la gran guerra por el liderazgo de la ultraderecha en el país. «Esta es la octava vez que la derrota golpea el apellido de Le Pen. Vi venir esta derrota desde hace años», dijo ante las cámaras tras darse a conocer los resultados. El duelo, con la nunca descartable aparición de última hora de Marion Maréchal, la sobrina díscola de Marine Le Pen, está servido.
Una agenda apretada
Antes de las elecciones legislativas, existen otras dos fechas a tener en cuenta. El próximo miércoles, 27 de abril, se producirá la proclamación de los resultados y el 13 de mayo tendrá lugar el fin del actual mandato de Macron. La ceremonia de investidura debe celebrarse entre ambas fechas.
Uno de los principales retos del presidente será balancear la necesidad de preparar los comicios de junio con las urgencias derivadas de una compleja situación internacional en la que muchos esperan que retome el liderazgo de la diplomacia europea. En su discurso de victoria, Macron hizo referencia al conflicto que ha dominado la agenda internacional durante todo el año y que no da ninguna señal de que vaya a amainar. «La guerra en Ucrania está ahí para recordarnos que estamos atravesando tiempos trágicos en los que Francia debe hacer que su voz se escuche», manifestó el mandatario.
Tara Varma considera que no hay tiempo que perder al respecto. «Debería viajar a Kiev inmediatamente junto al canciller Olaf Scholz para demostrar el apoyo de Europa a Ucrania», asevera la experta, uniéndose a otras voces que echan de menos un eje franco-alemán más unido y engrasado en el escenario europeo. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se mostraba anoche satisfecho con la victoria de su par francés, consciente —junto al resto de líderes europeos, que se abalanzaron en tromba a felicitar a Macron— del enorme problema que hubiera supuesto una presidencia de Marine Le Pen, quien ha demostrado una considerable cercanía con el líder ruso, Vladímir Putin, en el pasado. «¡Felicidades a Emmanuel Macron, un verdadero amigo de Ucrania, por su reelección!», publicó Zelenski en su cuenta de Twitter. «Agradezco su apoyo y estoy convencido de que avanzaremos juntos hacia nuevas victorias en común», agregó.
Problemas fuera, problemas dentro. De poco servirá lo que Macron avance durante estos dos meses en la arena internacional si el precio a pagar es una piedra legislativa en el zapato que limite su capacidad de actuación durante los próximos cinco años. El jefe de Estado se verá obligado a hacer caso a su propio eslogan electoral, ‘Nous tous’ (todos nosotros), para diseñar una estrategia que le permita ganar apoyos entre un electorado que le ha dado la presidencia, pero también la mayor tasa de abstención de los últimos 50 años. Las heridas abiertas durante su primer mandato, evidenciadas por el crecimiento constante de la ultraderecha, serán difíciles de sanar. Anoche en los Campos de Marte, Fetih, de 60 años y quien dio su voto al presidente en ambas vueltas, advertía del trabajo que queda por delante: «Podría haberlo hecho mejor durante su mandato. Los franceses están muy divididos y tendrá que hacer ahora lo posible para ayudar a los trabajadores más pobres».
Esta división se trasladó en las últimas semanas a una guerra abierta librada en los pósteres propagandísticos de los dos candidatos. En las pequeñas localidades norteñas alejadas de la capital, bastiones de Le Pen por excelencia, resultaba prácticamente imposible encontrar el rostro intacto de Macron, reducido constantemente al blanco brillante propio de un cartel que acaba de ser arrancado. Mientras tanto, en las calles de París, los anuncios de la líder de Agrupación Nacional tenían que ser constantemente reemplazados por sus partidarios a un ritmo frenético para cubrir la retahíla de pintadas con insultos. Frente al Liceo François Truffaut, uno de los centros de votación en el corazón parisino, una mujer pegaba un nuevo cartel de Le Pen ante el abucheo de los presentes que acudían a las urnas. Cinco minutos después, ya había sido destruido de nuevo. Este lunes, la mayoría de estas pancartas desaparecerán, pero la batalla continúa.