Los precios, sin tregua

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El IPC de mayo nos arruina la ligera esperanza que abrió el dato anterior de abril, al subir hasta un 8,7% empujado por los alimentos y los carburantes, que se han comido la rebaja de 20 céntimos concedida por el Gobierno. ¿Razones? Ya sabe que la subida tiene un elevado componente exógeno. Tenemos la enorme presión que ejercen los precios de la energía y las materias primas como consecuencia de la mala adecuación de una oferta recuperada tras la pandemia -aunque con grandes diferencias geográficas-; los problemas en el transporte, colapsado en algunos países; las consecuentes distorsiones en las cadenas de suministro y la continuidad en el tiempo entre las dificultades de la pandemia, antes, y de la invasión de Ucrania, ahora.

¿Efectos? Todos malos, salvo para los deudores -no se olvide que el gran deudor es el Estado-, que ven cómo se erosionan sus deudas. Para los demás mal. Presiona, inevitablemente, al alza de los salarios en un momento de reducción de márgenes empresariales. Castiga a las rentas más bajas, que destinan a las compras imprescindibles un mayor porcentaje de sus ingresos. Perjudica a los ahorradores, a quienes les devolverán un dinero ‘arañado’ por los precios y, quizás lo peor de todo, terminará con la cómoda política monetaria actual, que ha sido de una laxitud temeraria e iniciará el temido proceso de subidas de los tipos de interés. Una subida que tampoco será la panacea, pues la inflación es, al menos en Europa, mucho más de costes que de demanda y ahí los tipos pierden eficacia para luchar contra los precios.

¿Qué ha hecho el Gobierno? Bajar los carburantes -ya le digo que esa ayuda la ha volatilizado la inflación- y decir que va a topar el precio del gas, algo que todavía no se ha aplicado. El BBVA calcula que esa medida, cuando se aplique, podrá reducir el precio de la electricidad entre el 27% y el 37%, pero el IPC solo en un punto, así que tendremos que seguir pensando. ¿Qué podría hacer? Pues insistir en la liberalización (¡que horrible palabra y qué concepto tan vulgar!) de estructuras y mercados, pues es evidente que la competencia es el mejor antídoto contra la subida de precios. Y promover con mayor entusiasmo un pacto de rentas que evite o, al menos palíe, los efectos de una eventual segunda ronda.

¿Van a bajar los precios? Lo siento, pero creo que no. En abril, los de los productos industriales subieron un 45% en términos interanuales. ¿Por culpa de la energía? No solo. Sin ella el IPRI se queda en un terrible 15,6%. Y esa elevación circula por la cadena de valor. Una cadena cuyo final son los mostradores de las tiendas y los lineales de los supermercados, en donde usted compra.