¿Dónde está la pasta?

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El discurso de Pedro Sánchez en el debate sobre el estado de la nación (¿no es sorprendente que el gobierno más transparente de la galaxia no haya celebrado hasta ayer ningún debate de este tipo en toda la legislatura?) estuvo atiborrado de grandes conceptos, de impecables intenciones, de millones de euros en ayudas, de palabras sonoras, bondadosas y bellas, de toneladas de buena voluntad y de infinitas expresiones de formidables deseos. ¿Algo que objetar? No. Nada. Todo es bonito, el Gobierno se preocupa, salva vidas, sostiene necesidades y atiende a todas nuestras aspiraciones. Tan solo se me ocurre una pregunta ingenua, quizás hasta impertinente y desde luego grosera. ¿Dónde está la pasta? ¿Quién la tiene? Si alguien es tan crédulo como para pensar que con los 1.500 millones que piensa succionar de la banca y los 2.000 que prevé aspirar a las energéticas vamos a colmar el mastodóntico agujero que ya hemos cavado con tanta palabra y tan buenos deseos, mejor que despierte. ¿Son suficientes 3.500 millones para pagar los más de 15.000 que necesitan las pensiones, los más de 9.000 que cuestan las medidas anticrisis ya anunciadas (no se olvide de sumar el costo de las de ayer), los 14.000 millones que supondrá el extracoste de la deuda por cada punto que suban los tipos de interés y los 12.000 millones del nuevo gasto de defensa? ¿Sabe este hombre sumar y restar o tira al bulto a ver si cuela? De momento ayer hizo perder a los bancos, a sus accionistas, en Bolsa mucho más que lo que va a extraerles via impuestos. ¿Y a él qué le importa?

Lo malo de este Gobierno -bueno, solo una de las cosas malas que tiene este Gobierno-, es que nunca ataca las causas de los problemas y solo se concentra en paliar como puede -casi nunca puede- sus efectos. Así nos va. Cuando se enfrenta con un parado no se le ocurre pensar en cómo le proporcionamos entre todos un trabajo. No, se limita a pensar qué subvención le va a dar él. Cuando se enfrenta a los precios de la energía, no piensa en cómo diseñamos un sistema eficiente de energías primarias, ni en cómo implantamos mecanismos de ahorro, ni en revisar nuestros aprioris frente a las energías que el Parlamento Europeo considera verdes y nosotros marrones, si no directamente negras. No. Solo piensa en cómo subvencionar artificialmente los precios y cómo dar dinero a espuertas. Luego no es extraño que los precios suban y suban, los consumos crezcan y crezcan y las emisiones no bajen.

Más tarde arremetió contra los «profetas del desastre» y los «traficantes del miedo». Me parece mal que califique así a todos los organismos nacionales e internacionales y peor a su vicepresidenta primera que habla sin tapujos de trimestres duros y complejos y a la vicepresidente tercera que nos anima a prepararnos para un escenario, poco menos que, catastrófico. ¿Que si habló de reducir el gasto? Por favor, ¡qué preguntas hace usted! Le creía más educado.