JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Sánchez quiere cambiar las caras más impopulares antes de afrontar las urnas

La irrupción de Alberto Núñez Feijóo en la arena política nacional cuando entramos en el último año de la legislatura de Pedro Sánchez ha puesto patas arriba la estrategia de imagen y comunicación del PSOE. El político gallego ha desmontado el cliché que los socialistas aplicaron durante la etapa de Pablo Casado con cierto éxito, asociando al PP y a su líder a un partido que crispa e insulta, no pacta y no ofrece alternativas. Con un rostro que refleja flema y experiencia, de rasgos amables pero firmes y un registro de voz nada estridente pero creíble, desbarata el esquema de trabajo del PSOE, que sabe que en la próxima batalla de las autonómicas y generales la imagen será un elemento decisivo.

Los asesores de Feijóo han sabido dar con la tecla aprovechando el nuevo perfil de su líder, mostrando especial empeño en ofertar propuestas alternativas a la política económica, fiscal y de justicia del Gobierno social-populista. Al cambio de liderazgo en el PP se ha sumado la constatación de la fuerte crisis de la imagen del PSOE, mientras Sánchez no es capaz de sumar y arrastrar hacia su marca el voto de la simpatía o el carisma que se le supone al liderazgo. De manera que si el ‘sanchismo’ quiere invertir la tendencia de las encuestas está obligado a mejorar la imagen de la marca PSOE que, hasta ahora, tenía relegada a la intendencia o en manos de un pequeño grupo de fieles.

Ese grupo, que ya fue purgado como catarsis de la fuerte derrota en las elecciones a la Comunidad de Madrid, con el apartamiento de Ábalos, Calvo e Iván Redondo, le ha servido a Sánchez para controlar con mano de hierro el poder orgánico e institucional. Pero se han mostrado incapaces de revalorizar las siglas del partido fuertemente erosionadas por las batallas internas, la desmotivación de los militantes marginados e incluso las disidencias más o menos visibles de los dirigentes regionales. La penúltima pieza importante de ese grupo que ha caído es indudablemente Adriana Lastra, que pese a ser ya neutralizada en la crisis de octubre se mantenía como la imagen y portavoz de la organización socialista. De ella se ha llegado a decir en sus propias filas que «cada vez que habla se van miles de votos al PP».

Es posible que en el comité federal del sábado haya novedades. Aunque, ponga a quien ponga Sánchez, siempre será complicado vender como progresistas los pactos del jefe con los secesionistas; o como centrista el giro que aplaude toda la extrema izquierda. La caída de Dolores Delgado como fiscal general es otro síntoma de que el ‘sanchismo’ quiere cambiar las caras más impopulares antes de enfrentarse de nuevo a las urnas.