Eduardo Uriarte-Editores

Se explica Bolaños, con mesurado tono y gesto de padre confesor, sobre las bondades realizadas por este Gobierno de progreso y que la gente no es capaz de apreciar por un problema de comunicación, evidentemente debido al ruido que el PP provoca en su continua labor de sabotaje. Es de tiempo inmemorial la costumbre de echar la culpa a la comunicación, matar al mensajero, cuando la opinión pública o la realidad no se amolda a nuestros deseos. Stalin fusiló por provocadores a los que le informaron que los alemanes atacaban, él no quería que atacasen.

Buscar las casusas del fracaso de este Gobierno en la manida excusa de la comunicación supone un ejercicio de pereza intelectual y enajenación consecuencia del exagerado dogmatismo del que hace gala la dirección del PSOE. No es algo nuevo esta actitud, mi generación, que pasó en la noche del franquismo -el de verdad, no este que se acaba de inventar-, del ideario de parroquia al marxismo, sin romperlo ni mancharlo, evidentemente fuimos unos dogmáticos, pues no hacíamos más que extrapolar, en nuestro forzado autodidactismo, la dogmática religiosa preconciliar al marxismo haciendo de éste una religión.

Pero murió el Caudillo, llegó la democracia, lo que nos permitió el encuentro, al principio con recelo, con otra gente. Y como no éramos unos ambiciosos a la búsqueda del poder a cualquier precio, empezamos a descubrir las otras razones, en ocasiones mejores, otros objetivos, como los del encuentro, y que los de derechas también eran hijos de Dios y merecían un respeto. Posiblemente fuera la falta de ambición desmedida, y la sorpresa feliz de lo nuevo, lo que nos mostrara que muchos de nuestros dogmas no eran más que reaccionarios prejuicios, y que la realidad era mucho más rica que nuestros cómodos y facilones dogmas. Dogmas que hasta aquella fecha nos habían convertido en unos sectarios.

Fue curiosa la metamorfosis de muchos izquierdistas que accedieron a la Transición con el sólo bagaje del dogmatismo ideológico, pero con la generosidad de resolver el encuentro entre los ciudadanos. Eso nos salvó. Ahora, cuajada las abundantes universidades de teóricos de las ideas políticas, sociólogos, comunicólogos, se dicen unas estupideces izquierdistas, unas simplezas, que a los cinco minutos de la muerte de Franco nos hubiera dado vergüenza decirlas.

El problema actual del PSOE, es, a esta edad, sufrir un incalificable e infantil dogmatismo que no sólo no le permite el conocimiento de la realidad, de las necesidades y preocupaciones reales de la sociedad, sino, consecuentemente, buscar o atisbar alguna solución válida que no sea vacua propaganda como las ayudas económicas que no llegan o los AVE con retraso. Es decir, sus cerradas y absolutas concepciones del mosaico de identidades y particularismos en lo que ha convertido la realidad no le permite siquiera atisbar la posibilidad de que el equivocado sea él.

Como ejemplo pudiera observarse la irreflexiva cerrazón gubernamental a nuevas vías de producción energética, en una pose digna de va de retro Satanás, más propia de los cavernícolas asaltantes de ferrocarriles, –impernuko sua, llamaban los partidarios carlistas al tren-. Lo que resulta frustrante para la mayoría de la gente que observa la factura de la luz y de la gasolina. Igual la ministra   tiene razón, pero ello no le permite cerrar el debate sobre el tema como si los defensores de la nuclear o el fracking fueran herejes hugonotes. A la gente normal nos gustaría que barajara soluciones factibles. Por mucha izquierda  que se titule no es de recibo cegar las posibilidades de futuro con autos de fe, pues ser de izquierdas ni ofrece superioridad moral ni la razón por el mero hecho de serlo.

O la salida de Padre Cucharón del presidente achacando al cambio climático, como si fuera la exclusiva causa, los incendios que nos azotan. Un imbécil recurso el achacar la culpa al tiempo como si no hubiera más causa. Empezando por el caos autonómico en su prevención y combate, y la necesidad de que podamos tener de una vez bomberos sin fronteras autonómicas. No hay un marco nacional para combatir las catástrofes pero tenemos una ley transgénero que es lo más de lo más.

La consecuencia más grave de la adopción del dogma como eje del pensamiento es la deriva práctica que genera hacia el autoritarismo. La falta de respeto hacia las reglas fundamentales de la política, el rechazo del liberalismo político y del republicanismo, para acabar en la conformación de un bloque antidemocrático formado por antisistemas, sediciosos, y apologistas del terrorismo. Desde el dogmatismo, ¿hay mayor aberración?. Y luego dice Bolaños que no le entendemos.