- Si toca indultar a los independentistas, lo suyo es criticar la «judicialización de la política» y defender el diálogo. Si a Griñán le condenan a una pena de prisión por el escándalo de los ERE, se deja claro que es una buena persona y no se lo merece
El síndrome de Rosa Villacastín ya existía en las tribus paleolíticas, cuando no habían sido alumbrados ni ella ni algún que otro demócrata sobrevenido, definido como maestro de periodistas, al parecer, por firmar piezas como la que se publicó en noviembre de 1975, a la muerte de Franco: “Así sólo mueren, Europa, los grandes hombres de la civilización”.
Es fácil identificar a su autor. También su estrategia. Se ilustraba muy bien sobre ella en ¡Que vienen los socialistas!. Gran parodia sobre lo que somos. Cuando el cura, el conde, el vendedor de muebles y el farmacéutico vieron que el PSOE iba a ganar las elecciones, aparcaron sus principios y decidieron rascar la barriga a la izquierda, encabezada por José Sacristán.
En todo clan surgen de vez en cuando corrientes de fondo que amenazan con alterar las cosas. Eso ya sucedía en las cuevas. Cuando el líder tomaba una decisión controvertida, surgían opositores y conspiradores, pero también aduladores que preferían anteponer su comodidad a la justicia y a la ética. Eso se puede trasladar al presente. Subió el precio de la energía, el año pasado, y Rosa Villacastín pegó un pellizco a quienes alarmaban con este asunto. Ella sólo pagó 7,5 euros por poner el aire acondicionado en su casa. Ahora que toca ahorrar, porque lo dice Pedro (¡mi Pedro!), toca cambiar de posición: “Alucino con los que dicen que a 27 grados no se puede vivir. Hay que seguir las corrientes de fondo, aunque se arremolinen y le lleven a uno a dar vueltas sobre sí mismo.
Hay quien lanzaba ‘vivas’ al abuelo Patxi anteayer, pero al día siguiente se acercó a los socialistas porque el país necesitaba modernizarse. Cuando Aznar y Ana Botella tomaron Moncloa, consiguió trabajo en la televisión pública y comenzó a sermonear al personal con consejos de salud. Después, con Rajoy exhibió galleguidad y, con Pedro…, Iván Redondo le definió como “maestro de maestros”. Sin duda, cum laude en lo suyo. Hay que seguir las corrientes de fondo.
Ningún amigo sin trabajo
Este fenómeno -el síndrome de Rosa Villacastín- puede detectarse por el flanco derecho y por el izquierdo; y se puede aplicar a diferentes disciplinas. Al marido de Soraya Saenz de Santamaría lo fichó en 2014 Telefónica y a la mujer de Pedro Sánchez la reclutó el Instituto de Empresa en 2018. Después, la Universidad Complutense. Formar parte de ese grupo de mandarines -cada vez más nutrido- puede resultar complejo al principio, pero, cuando acogen a alguien, nunca le abandonan si demuestra un correcto vasallaje. El Estado, aunque menguante, es un gran botín con muchas piezas codiciadas.
Alguno se conforma con puestos en tertulias televisivas -cada Gobierno, con su equipo de periodistas-portavoces-, otros, con un cargo directivo o un asiento en el Consejo de Administración en empresas de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales… y, otros, con una mesa, silla, seguro médico y quince pagas en alguna de esas compañías privadas que funcionan como ministerios. Las que tan bien tratan a los miembros del PP S.A o el PSOE S.A. Las que miman a los Pepe Blanco o Javier de Paz de turno.
Las buenas nuevas sobre estos individuos son bastante frecuentes. El periódico Cinco Días -de Prisa– adelantaba este miércoles que la SEPI ha propuesto para dirigir el Hipódromo de la Zarzuela a Maritcha Ruiz, cuyo nombre no le sonará al gran público, pero que fue fundadora de las Juventudes Socialistas del barrio madrileño de Tetuán, junto a Pedro Sánchez, y posteriormente compañera de viaje político del presidente. Cuando llegó a la Moncloa, Ruiz se quedó como directora de comunicación del partido y ahora, sin tener ni pajolera idea de gestionar el hipódromo, le han encomendado esa tarea.
Su caso no es muy diferente al de Juan Manuel Serrano (Correos), el de Óscar López (ex de Paradores) o el de los Migueles Sebastianes, Borjas Cabezones, Valerianos Gómez, Mauricis Lucena, Beatrices Corredores, Josés Montillas, Elenas Salgados… o el de la propia Begoña Gómez. Menudo cuajo el de la Universidad Complutense el de situar a la mujer del presidente a la cabeza de un máster. Vaya desprestigio para la institución, pese a que quienes sufren del ‘síndrome de Villacastín’ seguro que defienden la decisión. Porque Gómez es mujer, está muy preparada y además tiene don de gentes. ¿Por qué se tiene que limitar por ser la ‘mujer de…’? Eso es machista.
La familia es lo primero
Todo esto prueba que Tony Soprano no se lo montaba bien. Hay un capítulo en el que confiesa a su mujer, Carmela, que las comisiones que obtiene la familia han caído como consecuencia de varios factores. Entre otras cosas, la persecución cada vez más estrecha a la que les sometía el FBI.
Todo esto dificultaba que cada una de las viudas o esposas de presidiarios recibieran su asignación mensual, dado que ninguno de los ‘directivos’ de esa singular empresa quería renunciar a su nivel de ingresos. Pobre Tony…, debió aprender de este Gobierno -y de los precedentes-. La protección a sus miembros es exactamente igual que la de esas familias italo-americanas, pero su sistema de manutención de los ahijados y ahijadas es mucho mejor. Básicamente, porque obtienen los fondos a partir de la facturación de las empresas que se han adherido a su causa… y, sobre todo, del erario público, que tiene una capacidad casi infinita para pagar sueldos.
Quien quiera aspirar a una vida plena y tranquila, tan sólo tiene que contagiarse del ‘síndrome de Villacastín‘. La estrategia es muy sencilla. Practiquemos antes de terminar: si se acerca una tormenta es consecuencia de la emergencia climática, que provoca fenómenos meteorológicos extremos. Y si finalmente no descarga sobre nuestras cabezas, diremos que se debe a que el calentamiento global provoca sequías. Si sube el precio de la luz, afirmaremos que tener el aire acondicionado puesto en julio y agosto tan sólo cuesta 7,5 euros. O que “siempre le echamos 20 euros” al depósito, esté cara o barata la gasolina. Si baja el paro, que es gracias a Pedro, y, si sube, que Putin ha provocado todo esto.
Si toca indultar a los independentistas y ciscarse en el criterio del Tribunal Supremo, lo suyo es criticar la «judicialización de la política» y defender el diálogo. Si a Griñán le condenan a una pena de prisión por el escándalo de los ERE, se deja claro que es una buena persona y no se lo merece. Y si Pedro Sánchez vuelve a aconsejar llevar mascarillas por la calle…, pues todo sea por la salud pública y la sanidad.
Si va bien, es por el PSOE; y si la cosa se tuerce… ‘ay, qué bien tan mal’. Que no podemos pedir más. O que la culpa es de Rusia o de la Gürtel. Cuando gobiernan los otros, sacamos las pancartas. Cuando lo hacen los nuestros, disfrutamos de nuestras vacaciones, como dijo Pepe Álvarez.