A pesar de la extraordinaria labor de maquillaje efectuada durante décadas por el nacionalismo, hoy se sabe de Arana lo suficiente como para conocer que pocos como él reúnen tanto odio hacia lo no vasco y que hizo de la intolerancia y el agravio la base de su doctrina separatista.
El parque de El Retiro acoge en Madrid un espléndido monumento al Ángel Caído, nacido de la mano de Ricardo Bellver. Un obra exquisita, y única en su género, a la existencia del mal, de la que nadie medianamente cuerdo intenta hoy suponer que pretenda rendir pública pleitesía al Príncipe de las Tinieblas, y perpetuar como algo digno de ensalzamiento valores del lado oscuro como la xenofobia, el odio aldeano, el desprecio a los que son diferentes y la siembra de la semilla de la discordia. Que es, precisamente, lo que ensalza el Ayuntamiento de Bilbao, en manos del PNV, al autorizar una estatua a Sabino Arana en un espacio público de la ciudad.
Bilbao, capital vascongada donde la defensa de las ideas de libertad y democracia tuvo que ser heroicamente ejercida a sangre y fuego, tendrá en sus estandartes el baldón de un monumento erigido al fundador de una doctrina xenófoba y totalitaria, a un hombre en el que un monstruo como Hitler pudo perfectamente haber inspirado su genocida política de exterminio de los no arios, de los diferentes.
A pesar de la extraordinaria labor de maquillaje efectuada durante décadas por el nacionalismo, hoy se sabe de Arana lo suficiente como para conocer que pocos como él reúnen tanto odio hacia lo no vasco y que hizo de la intolerancia y el agravio la base de su doctrina separatista. Bilbao merece otra forma de entender la oportunidad de un monumento en una ciudad en la que las libertades no están garantizadas y muchos de sus vecinos viven bajo amenaza de muerte mientras la demencia del soberbio Arana se funde en bronce para perpetuar la infamia. Hasta una estatua a Satanás caído resulta más humana, más ejemplarizante en la belleza de su derrota ante la luz, que la imagen que los nacionalistas quieren imponer como modelo de obligado cumplimiento, y como anticipo de lo que será esta tierra si triunfa el siniestro plan del partido de Ibarreche, del partido de Arana.
Editorial en LA RAZON, 5/11/2003