Lo normal y lo extraño

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Para la izquierda española, Juan Carlos es la única persona del planeta obligado a dar plantón al rey de Inglaterra

Juan Carlos de Borbón es, a tenor de la opinión de ciertos políticos de izquierda, la única persona del planeta que debería rechazar una invitación del nuevo Rey de Inglaterra. Y no a cenar sino a los funerales de su madre, con quien el mal llamado Emérito estaba unido por amistad, por lazos de sangre y por el parentesco matrimonial frecuente en la endogamia de las casas reales. Sin condena, sin acusación y sin causa penal pendiente alguna –el litigio de Corinna ante la justicia londinense es civil–, el republicanismo español pretende inmovilizarlo en Abu Dabi ante la evidencia legal de que sus conductas poco ejemplares no alcanzan, al menos por ahora, para meterlo en la cárcel. Visto lo visto, esta gente se opondrá, tiempo al tiempo, incluso a que regrese a su tierra con los pies por delante.

La única razón de peso que podría desaconsejar el viaje sería el veto de su hijo, al que debe acatamiento institucional y lealtad para evitarle más líos políticos. Aunque existen filtraciones contradictorias sobre la reacción del monarca en ejercicio, la desautorización de Zarzuela no se ha producido y por tanto el camino de Londres queda expedito. Hasta el Gobierno, que sin duda preferiría que no fuese, ha admitido que la presencia de Juan Carlos en las exequias de su ‘prima’ es estrictamente privada y que sólo Felipe VI, refrendado por el ministro de Exteriores, representará a España. Es posible que la decisión haya dejado a Sánchez con las ganas de pasear su palmito ante la Corte británica; en todo caso su asistencia, estando el Jefe del Estado por medio, quedaría relegada en la delegación nacional a una posición secundaria. Aun así podría y debería ir, por deferencia a una nación amiga y con la tranquilidad asegurada de que el protocolo mantendrá al Rey abdicado a suficiente distancia.

Mientras se decide y no, que parece que no, ayer envió a Patxi López a malmeter sugiriendo que Felipe y Letizia están incómodos con la visita. Sea o no cierto, sobraba el pellizquito de monja para disimular que a quien sobre todo fastidia el asunto es al Ejecutivo socialista, emparedado entre su responsabilidad oficial y la aversión de sus socios hacia la monarquía. Es un rasgo muy típico del sanchismo esto de justificarse por hacer lo correcto para que todo el mundo sepa que no tiene más remedio. La falta de costumbre ante la simple normalidad de sus deberes sistémicos.

Porque es de normalidad de lo que se trata. De un Rey jubilado y anciano que acude al sepelio de una reina con la que compartía vínculos afectivos, históricos y un árbol de antepasados. Sin desafiar a nadie, sin arrogarse representatividad diplomática ni asumir ningún papel impropio de su actual rango, sin pasar siquiera por el país que lo ha desterrado de facto. Su ausencia sería el verdadero motivo de escándalo si lo normal en España no se hubiera convertido en extraño.