Nacho Cardero-El Confidencial
- ¿Dónde están ahora todos aquellos que decían que una votación siempre es democrática y que hay que estar a lo que salga en las urnas? ¿No le ha llamado a nadie la atención lo similar de los porcentajes en uno y otro caso?
Cuatro regiones de Ucrania que se encuentran bajo dominio del Ejército de Putin celebraron recientemente referéndums para su adhesión a Rusia. El sí venció por abrumadora mayoría, con cifras que oscilaban entre el 96,7% y el 98,7% de los votos. Lo que viene a ser un referéndum a la búlgara.
El viernes, con motivo de la formalización de la anexión, Putin se dirigió a su pueblo con un sermón del que ya conocemos la letra de tantas veces oírla: «La gente que vive en Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón se han convertido en nuestros ciudadanos. Para siempre (…). No se discutirá la elección que ha realizado la gente. No hay vuelta atrás. Rusia no los traicionará».
El 1 de octubre de 2017, con las mismas garantías legales con las que se han realizado las consultas de las regiones ucranianas, es decir, con ninguna, la Generalitat promovió un referéndum para la autodeterminación de Cataluña, acaso uno de los episodios más bochornosos de nuestra historia reciente. El 90% de las papeletas avaló la secesión. La fiesta de la democracia, vinieron a decir.
Con motivo del quinto aniversario del 1-O, coincidiendo con la salmodia de Putin, el fugado Carles Puigdemont, rey de la ínsula Barataria de Waterloo, insistía en que la consulta fue legal y vinculante. «Ya lo hemos hecho y hemos votado», dijo. «Los que hoy tienen la responsabilidad» en el Govern, en alusión a Aragonès, deben ponerse «al servicio de los que decidimos hace cinco años»
Llama la atención que, a pesar de las páginas y páginas que se han dedicado a la efeméride del 1-O, pocos hayan caído en la cuenta de las analogías entre los referéndums de Ucrania y el 1 de octubre. Seguramente ha sido así porque lo de Ucrania nos pilla un poco lejos y porque el populismo de aquí, por el mero hecho de ser de aquí, parece menos populista, cuando no lo es, y los referéndums parecen más referéndums, siendo tan ‘fake’ los unos como los otros.
«El populismo de aquí, por el mero hecho de ser de aquí, parece menos populista, cuando no lo es, y los referéndums parecen más referéndums»
¿Dónde están ahora todos aquellos que decían que una votación siempre es democrática y que hay que estar a lo que salga en las urnas? ¿Vale para Cataluña pero no para Donetsk? ¿No le ha llamado a nadie la atención lo similar de los porcentajes en uno y otro caso? ¿Nadie recuerda que la ‘consulta fake’ del 1-O fue alentada por los mismos que han invadido Ucrania y dado por buenos los referéndums? Demasiado mirar a Putin y poco a Rufián.
Los principios y valores mutan a más velocidad que el WhatsApp de Josep Lluís Alay, a quien la invasión de Ucrania le obligó a cambiar de foto de perfil. Quitó su imagen junto al presidente ruso y puso otra más amable. Para los neófitos, recordar que Alay es uno de los asesores de cabecera de Puigdemont y quien más trabajó para que Rusia reconociera la independencia de Cataluña.
En el caso del Ejecutivo central, resulta igualmente paradójico que José Manuel Albares condene los referéndums de Ucrania organizados «por un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, que debería velar por la seguridad global», al tiempo que vea con buenos ojos que el Gobierno al que él pertenece se apoye en ERC, uno de los impulsores de la consulta ilegal del 1-O, para dirigir el país.
El Ejecutivo se lava las manos en el cuenco del pragmatismo y se queda tan pancho. Arguye que Cataluña ha dejado de ser un polvorín y que la política del palo y la zanahoria —ora condena por sedición, inhabilitación para ocupar cargo público, embargo de cuentas y paso por la cárcel; ora indultos, mesa de diálogo y reforma del delito de sedición— ha servido para anular al secesionismo y alejar en el tiempo cualquier nuevo desafío al Estado como el de 2017.
Como prueba de que están en lo cierto, señalan la guerra intestina del independentismo entre JxCAT y ERC, y las probabilidades nada desdeñables de que un socialista, Salvador Illa, se convierta en el próximo ‘president’.
«Cataluña ha dejado de ser un polvorín y la política del palo y la zanahoria ha servido para anular al secesionismo»
Se olvidan, sin embargo, de que el proceso de banalización del mal y blanqueamiento de Junqueras & Cía llevado a cabo por el Ejecutivo no saldrá gratis, y que esta estrategia tal vez sirva para desinflar a ERC en el corto plazo, pero lo empoderará y cargará de argumentos para el largo. Basta con escuchar las últimas declaraciones del ‘president’ Aragonès, en las que abogaba por la vía canadiense, esto es, un acuerdo con el Estado español, inspirado en la ley federal aprobada en Canadá en el año 2000, para un nuevo referéndum.
Este lunes 3 de octubre de 2022 se cumplen cinco años del celebérrimo discurso de Felipe VI, en el que señalaba, con voz enérgica, a todos aquellos que «han quebrantado los principios democráticos del Estado de derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando, desgraciadamente, a dividirla». Hoy, Cataluña está más tranquila que ayer, pero también mucho más triste. La culpa la tienen unos líderes que prometieron un paraíso que no existía. Los líderes ya no están, pero el virus persiste. Así fue. Así es.