Juan Carlos Rodríguez Ibarra-Vozpópuli
  • Casi todo un país aplaudiendo a unos tipos que, por lo visto no saben nada sobre derechos humanos. Ellos, al parecer, solo saben pegarle patadas a un balón

La euforia se desató entre los forofos de la selección de futbol española, la llamada “roja” para evitar lo de “nacional” y así no ofender a los nacionalistas que siguen con la matraca de que España es una de las tantas naciones que conforman la península ibérica. La “roja” le ganó a la selección nacional de Costa Rica por siete goles contra ninguno de los centroamericanos. Que se sepa, los jugadores, técnicos y directivos de la Federación Española de Fútbol no han tenido ni un solo gesto para manifestar su rechazo a un país, Qatar, que tiene mucho dinero y poca libertad.

Las advertencias que, previo al inicio del mundial, hicieron un total de ocho selecciones, anunciando su intención de portar un brazalete LGTBi no inmutaron a los españoles. Nadie se planteó seguir los pasos que querían dar las selecciones de Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Suiza, Gales e Inglaterra, que no lo consiguieron por las amenazas recibidas de la FIFA y de su benevolente presidente, defensor de quienes desprecian derechos que deberían ser inalienables en cualquier lugar del mundo en el que habite un ser humano.

Inglaterra, cuna de la democracia, anunció que el avión que llevaría a sus seleccionados al país qatarí dispondría de un motivo especial en su parte delantera. Ese aparato, de la compañía Virgin Atlantic, es conocido como “Rain Bow” y es un claro símbolo LGTBQ+ de la compañía. Que los ingleses decidieran elegir ese avión para desplazar a los jugadores, directivos y tripulación se convirtió en un gesto contra las leyes homófobas del país organizador del mundial.

Fue un símbolo de protesta contra la amenaza de sanciones por parte de la FIFA si su capitán hubiera osado lucir un brazalete “arco iris”

La Federación Española o no ha querido o no ha tenido el más mínimo interés en realizar algún gesto similar al que hizo la selección de fútbol alemana, cuyos jugadores se taparon la boca con la mano, de forma ostensible, mientras les fotografiaban en el estadio cuando les fotografiaban en su debut mundialista contra Japón. Fue un símbolo de protesta contra la amenaza que recibieron por parte de la FIFA si su capitán llegara a lucir un brazalete “arco iris”.  La Federación española, sus directivos, su equipo técnico y sus jugadores siguieron si enterarse de que las mujeres de Qatar están obligadas a llevar el cabello cubierto con un tocado negro y a cubrir su cuerpo con un vestido también negro llamado abayha.

Hace unos días, en un programa deportivo nocturno de una emisora española, escuché la entrevista con uno de los jugadores que tan impresionados ha dejado a los fieles forofos nacionales. Una de las preguntas del conductor del espacio llevaba una sana intención. Le preguntó que si en algún momento los jugadores o los directivos de la selección habían barajado la posibilidad de realizar algún gesto equiparable al de Alemania o al de los ocho países nórdicos que pusiera de manifiesto el malestar del equipo español con la vulneración de derechos humanos en el país anfitrión.

El jugador no se fue por la tangente. Respondió que ellos, los seleccionados, “se limitaban a jugar al fútbol y que de derechos humanos mejor que hablaran los que sabían de eso”. Sentí vergüenza. Casi todo un país aplaudiendo a unos tipos que, por lo visto no saben nada sobre derechos humanos. Ellos, al parecer, solo saben pegarle patadas a un balón y tratar de parar o esquivar al contrario. Y a cambio de eso, reciben millones de euros y lágrimas de quienes se emocionan con aquellos que no saben nada de lo que pasa en el mundo.

Ellos, al parecer, solo saben pegarle patadas a un balón y tratar de parar o esquivar al contrario. Y a cambio de eso, reciben millones de euros y lágrimas de quienes se emocionan con aquellos que no saben nada de lo que pasa en el mundo.

Si para ser pinche de cocina de cualquier organismo oficial se necesita pasar una prueba en la que, además de saber algo sobre la actividad culinaria, deben conocer la Constitución y el Estatuto de Autonomía de la Comunidad en la que quieran trabajar, parece lógico que para ser jugador de la selección española de fútbol, además de saber patear un balón, debería pasar un examen sobre derechos humanos para evitar que a los españoles nos representen individuos que solo saben jugar al futbol.

Mujeres asesinadas

El pasado día 25 se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer. Muchos de los discursos que se pronunciaron al respecto abogaban por hacer algo más de lo que estábamos  haciendo como sociedad, porque seguía aumentando el número de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. “Qué cada uno de los hombres se pregunte qué puede hacer para que esa trágica matanza acabe”. Mi mujer me preguntó el otro día que por qué no veía los partidos del Mundial. Porque quiero protestar individualmente contra los países en los que las mujeres tienen limitados sus derechos”, respondí. Seguro que habrá muchos más que hagan lo mismo, porque nuestros jugadores no son los mejores por muchos goles que metan. Les falta algo para ser ciudadanos.