Javier Elorrieta-Editores
Destaco el artículo de Jesús Cacho, porque me parece muy revelador de lo que pasa en España. Pero no sólo por ese motivo. Lo destaco frente a los opinadores de ese sector, que vengo definiendo como del «membrillismo opinador», que no han dicho una sola palabra crítica escrita sobre las cacicadas y desmanes de seria incidencia institucional del Gobierno Sanchista y sus apoyos. Pero que han encontrado en la sugerencia de Díaz Ayuso sobre las propinas, como reconocimiento al servicio de hostelería, una excusa para poder hacer crítica.
Reconozco que nunca aceptarán la mediocridad moral e intelectual frente a cómo ejercen su particular fórmula de participación en la proyección de su estilo crítico frente a nimiedades, y su silencio frente a los ataques de la «izquierda y el secesionismo» en el marco del quehacer político en las instituciones.
Cuando oí que Ayuso había hecho la sugerencia de usar la propina como estímulo material de reconocimiento del que recibe el servicio de hostelería, y que ha vivido en otros servicios la propina, como repartidores y otros tipos de servicios que no son de hostelería pero que se realizan directamente a nivel personal en domicilios, reconozco que lo primero que pensé es que se había equivocado. Pero no por lo que dijo, sino porque preví lo que ha pasado. Que un sector, amplio y diferente, de opinadores al servicio objetivo del Sanchismo ( no voy a usar lo de izquierda desnortada) iban a insistir en lo que no ha dicho. Que iban a intentar achacarle que lo que tiene  que reivindicar son los salarios justos y no las propinas. Cómo si la mujer hubiera hablado de la propina como sustitución del sueldo.
Llegando aquí, quien ha tenido algún reproche por equivocarse en el monto de la «propina obligatoria» en Nueva York. me he acordado que el único tío carnal que tenía le contó una simpática anécdota de los primeros años del franquismo. Oficialmente se produjo una campaña contra las propinas en los primeros años 50 del siglo pasado. Daba una conferencia en Bilbao un destacado conferenciante (perdonen que no recuerde el nombre y no puedo recurrir al tío, hace muchos años fallecido, que me lo contó) creo que de la escuela de José María Pemán dijo en la misma.
La campaña tenía un lema «LA PROPINA DENIGRA». Y el hombre dijo que siguiendo aquella consigna después de almorzar en el Hotel ( Excelsior o Torróntegui de Bilbao), al pagar el almuerzo no dejó propina. Y ante el público asistente a la conferencia confesó: «La camarera me miró. Puso un gesto que obligadamente tuve que interpretar. Y así lo interpreté: Esta señorita quiere que la denigre».
Como supongo que los del «Membrillismo opinador», desconocen estas cosas, sólo me queda la esperanza que algún día espabilen, aunque sea con hisopazos de agua bendita. Y que su subjetivismo afectivo partidario, tan ridículo como falaz, no les conduzca a una inmoralidad intelectual a la que se van aproximando, a pasos de silencio sobre lo grave de las acciones políticas del Gobierno y sus soportes. Y la crítica descompensada, cuando no la exageración o la tergiversación, sobre nimiedades de sus contrincantes políticos, especialmente de Ayuso o Vox.
EN ESTOS TIEMPOS ACIAGOS, LES DESEO SALUD ,SUERTE Y LIBERTAD. FELIZ NAVIDAD.
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