Europa virtuosa a su pesar

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • La verdad es la verdad la diga Agamenón o el vario marxismo. Y sin verdad no vale la pena emprender nada

Si la Unión Europa fuera razonable, empezaría el año acometiendo su regeneración. Otras virtudes deberían guiarla, como la honradez intelectual o la coherencia con sus principios fundacionales. Pero estas no caracterizan a la cúpula política europea, a los líderes nacionales ni a la ‘intelligentsia’ continental. Parece que habitan –grata sorpresa– en la opinión pública. Ella ha impedido, pese a sus distorsiones, que nuestros dirigentes dieran la espalda a Ucrania mientras su gente se juega la vida, y la pierde, defendiendo los mismos principios que la UE viene invocando. No santifico a la opinión pública. Solo constato que, una vez firmemente adoctrinada esta en la política basada en principios, la que propugna la UE desde siempre, ese poderoso agente plural y articulado no soporta la inacción cuando ve en pantalla los bombardeos, las huellas de ejecuciones sumarias, el desprecio a las leyes de la guerra por parte de un agresor que ha invadido con fines de conquista, sometimiento y aniquilación. Porque se trata de ciudades europeas. Porque en 2022 surgió un líder providencial que habla el lenguaje de nuestra doctrina.

Será, si quieren, el subproducto benéfico de una opinión pública cuyas deficiencias y cuya rara naturaleza han venido siendo profusamente analizadas desde antes de mayo del 68: el año anterior, Guy Debord, abrió vías de aproximación teórica que siguen siendo transitadas y que lo seguirán siendo por mucho tiempo. Más allá de una ocasional jerga marxiana perfectamente prescindible –aunque quizá no tanto si quería levantar cabeza entonces en el debate intelectual–, Debord puso el dedo en la llaga con ‘La sociedad del espectáculo’ al revelar cómo la representación estaba sustituyendo a los hechos de la realidad en la vida social. No cumplirá con su obligación quien trate de entender el mundo contemporáneo, incluyendo sus actuales mutaciones, sin atender los aciertos del análisis marxista. Debord es un ejemplo más de previsión clarividente. Resulta un obstáculo para el debate la habitual desidia de la derecha a la hora de hacerse con modelos teóricos, de cimentar en profundidad la visión liberal-conservadora. De ahí que la guerra cultural no sea ningún juego, sino la exigencia, ante todo, de conocer en profundidad al otro, reconocerle sus aciertos… e integrarlos en un marco y en un lenguaje propios. La verdad es la verdad la diga Agamenón o el vario marxismo. Y sin verdad no vale la pena emprender nada. Más amigos de la verdad que de Platón, no lo olvidemos.

Si siempre va a ser la extrema sensibilidad de la opinión pública ante las pantallas la que obligue a la UE a hacer lo correcto, que así sea. Lo mejor de la Unión son las bases teóricas y morales que la fundamentan, pero harán falta imágenes cuando Borrell insista en lograr un acuerdo nuclear con Irán. Mira: los drones de Nochevieja que bombardearon Kiev son iraníes.