Los socios de coalición y de legislatura de Pedro Sánchez están solicitando el debate y la votación parlamentaria sobre el envío de carros de combate a Ucrania. Aunque no acaban de apretar para conseguirlo. Sin duda porque viven en la contradicción de presentar el asunto como de extrema importancia, al tiempo que restan trascendencia al disenso que mantienen respecto a los socialistas. La perspectiva de que la discusión termine retratando al presidente junto a los grupos a su derecha y frente a su izquierda podría ser tentadora, pero mejor prevenir efectos adversos en una cotidianeidad política tan volátil que los aciertos sólo se dan por casualidad. Lo lógico sería una sesión plenaria de debate sin votación final, acorde con los procesos de decisión de los demás países europeos. Es además lo que convendría al bloque de la investidura. De manera que las desavenencias entre los socios no se materialicen, España no sea noticia por someter la cuestión a deliberación pública con un cuenteo final de favorables y contrarios, estos últimos no puedan verse en Rusia como expresión de las simpatías que el Kremlin cosecha en Europa, y la guerra de Putin tampoco incida más de lo necesario en la política doméstica.
Lo cual no restaría trascendencia al argumentario que manejan estos días los líderes de Podemos, ERC y EH Bildu, incluso desde dentro del Gobierno en el caso de las primeras. La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, mostró esta semana su desacuerdo con el envío de tanques a Zelenski porque podría dar lugar a «una respuesta de Rusia muy peligrosa», mientras abogaba por «liderar la vía diplomática en Europa en la guerra de Ucrania». En tono menor, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, también rechazaba enviar esos tanques y denostaba «el discurso acrítico de Europa en torno a lo que decide la OTAN». Arnaldo Otegi también ha requerido una votación en el Congreso, anunciando que «EH Bildu votará ‘no’ en nombre de los vascos», nada menos. Junto a lo que advertía asimismo de la respuesta de Rusia. La petición de Zelenski de cazabombarderos F-16 impedirá soslayar la diatriba.
Viven en la contradicción de recurrir al pacifismo y ensalzar las virtudes demiúrgicas de la diplomacia mientras esgrimen como argumento definitivo la determinación agresora de Putin, que a su entender debería disuadir a los países aliados de comprometerse en exceso con Ucrania. La «operación militar especial» puesta en marcha por Moscú hace ahora once meses ha causado miles de víctimas civiles y la muerte de decenas de miles de combatientes agresores y defensores. A base de cuestionar la conveniencia del envío de los Leopard, la oposición de dentro del Gobierno contribuye a situar ‘ambos bandos’ en un mismo plano, con lo que brinda a Putin la presunción de que alberga motivos que habría que atender. Un discurso que en el caso de Otegi conecta con la sublimación de la facticidad violenta como razón última, que vuelve a presentar a ERC en tierra de nadie, y lleva a Podemos a evocar los tiempos en que las izquierdas europeas se resistieron a admitir que había gulags en aquella URSS que consideraban solo imperfecta.