- La mafieta de la moción eleva el nivel del chantaje. Sánchez se escabulle, consciente de que le quedan unos meses de precampaña muy largos
Cuando asoman las urnas desaparecen los amigos. Y hasta los socios. Solo sobreviven los intereses. La pandilla basura atraviesa momentos de tensión. Este martes, en el Congreso, se escucharon voces recias, reproches severos y hasta se amagó alguna puñada en el bajovientre del jefe de la banda. Pedro Sánchez apenas lograba aflojar su granítica quijada cuando escuchaba a la patota Frankenstein remitirle todo tipo de reclamos y amenazas.
Ya estamos en precampaña, tiempo de berrea, de actitudes ansiosas y ambiciones en efervescencia. Sánchez se pasea teatralmente en bicicleta, Feijóo se encomienda a sagrado (San Felipe Neri) y en el Parlamento se despachan discursos campanudos mientras Meritxel exhibe el látigo indolente desde su áspero trono. «Vaya concluyendo, Cuca«. El club de los dinamiteros del ’78 tiene bula, sus cofrades pueden explayarse sin miedo al reloj, hacer burlas infames, incurrir en calificativos odiosos, repartir insultos y hasta conminar al presidente a bailar a su son. El Hemiciclo padece una hemiplejia quizás irreversible.
«No tense más las costuras». Así se la pasó Aitor, señalando con el índice al jefe de la bancada roja, con actitud de gorilón de la mafia
Los tornillos de Frankenstein chirrían. Los conjurados de la moción se apartan del caudillo con aspavientos hipertrofiados mientras recitan el catálogo de las promesas incumplidas. Aitor (el del tractor, Rajoy dixit) Esteban, representante de la carcundia vasca, es todo un experto en esta liturgia. El PNV lleva desde el siglo XIX «ordeñando a su antojo la vaca española», como dejó dicho Sánchez Albornoz. El portavoz nacionalista deleitó a la concurrencia con un lenguaje florido, rozando la cursilada, al estilo de «ahora le toca cuidar a la mayoría parlamentaria. Si no cuida el jardín desaliñado en que se ha convertido el Parlamento, esta legislatura le va a parecer un camino de rosas comparada con la siguiente». Tan relamidas metáforas en boca de un sabiniano de Bilbao se antoja un aurresku bailado con tutú. «Tiene usted baraka, pero no se confíe». «No tense más las costuras». Así se la pasó Aitor, señalando con el índice al jefe de la bancada roja, con actitud de gorilón de la mafia.
El coro de los escaños ultras, un Rufián, un Asens, el seminarista Errejón, la convicta Aizpurua, entonaron cantares similares, con deje de lamento y estribillo de amenaza: «Quizás el año próximo ya no tengamos una ocasión similar» Se acerca mayo con prisas y en las covachuelas de la mayoría se palpa el silbido del cambio que anuncian las encuestas. De ahí que apuren los tiempos, que urjan respuestas al cesarín desconcertado. «Esto apesta a hundimiento, a sálvese quien pueda», chamullaba el veterano socialista junto al platillo de croquetas en el concurrido bar de la zona. El Gobierno y su troupe carroñera entran ahora en la fase del reproche. Los 800 asesores de la Moncloa se las prometían felices con un cuatrimestre de fulgor económico. Subidas de pensiones, sueldos de funcionarios, salarios mínimos, dispendios máximos, orgía de dádivas y mascletá de regalos. Un show de dispendio libidinoso. Así se ganan elecciones, argumenta Bolaños, con los pelillos enhiestos y el ánimo aliquebrado.
El espacio a la izquierda de la izquierda está encabritado. El Sumar de Yoly de Palma no chuta. Podemos, en su crepúsculo, no cede y la gavilla de los secesionistas periféricos corean sus chantajes en una ofensiva de ecos carlistas que amenaza con sembrar de zozobra el tramo final del sanchismo. Once meses, con este panorama, van a ser molto longos. Una «tormenta infernal que nunca cesa», cantaba el Dante. Quizás el caudillo de Tetuán se alivie el trance y, después del terremoto del 28M, se apee en marcha antes de que se le atraganten las croquetas..