IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • PP y Vox pueden echar de menos a Ciudadanos en las próximas generales

Es uno de los misterios de la política catalana: ¿por qué en las dos ocasiones en las que ha tomado verdadera consistencia la alternativa democrática al nacionalismo en esa comunidad autónoma dicha posibilidad se ha esfumado de la noche a la mañana de una manera tan inexplicable como inverosímil y traumática? De la primera de esas ocasiones, la defenestración de Vidal-Quadras cuando había alcanzado los 17 escaños en el Parlament, se conoce el brazo ejecutor (Aznar) y un presunto motivo (el apoyo de Pujol a su investidura en 1996) que siempre tuvo grandes objeciones para poder llamarse ‘convincente’. De la segunda ocasión, la repentina fuga de Arrimadas a la Corte después de encabezar la candidatura más refrendada por las urnas (hablamos de 1.109.732 votos), lo único que se puede decir es que fue simplemente inexplicable. Uno lo piensa con detenimiento y no le vale la versión oficial que justificó esa huida: escapar de la hostilidad secesionista y reproducirse en un clima civil más benigno que el que reinaba en la Cataluña posterior al 1-O. Podía haber esperado un tiempo prudencial (dos años, uno…) para cumplir ese razonable deseo en vez de adoptar una solución tan traumática que ha dejado a C’s al borde de la extinción, dentro y fuera de la propia Cataluña. Aquí, más que estar ante el invocado reloj biológico de la maternidad, estamos ante el despertador del pato Donald.

Agarrarse hoy al éxito que Arrimadas tuvo en las elecciones de 2017 es de una ceguera cósmica porque aquel éxito que cosechó entonces sería directamente proporcional al fracaso que cosecharía hoy en ese mismo electorado sumido en la decepción si volviera a presentarse no ya en unos comicios autonómicos. sino incluso en unos generales. Y, sin embargo, ese partido sigue siendo necesario. A quienes hoy sentencian, con cara de entendidos en los cálculos electorales y en nombre del voto útil contra Sánchez, que C’s debe desaparecer no estaría nada mal recordarles los inesperados 1.689.911 de votos que recibió el PSC y que aguaron la fiesta de Rajoy en las elecciones de 2008. Estimulados por el Estatut que auspició Zapatero y por la vana promesa que éste hizo de su blindaje, que el TC tardó en desmentir, el nacionalismo catalán desdobló su voto hacia el partido de Pasqual Maragall. En ese mismo cálculo electoralista, en esa misma clave catalana, están hoy Pedro Sánchez y el Salvador Illa que acaba de aprobar los Presupuestos de ERC. Dicho de otro modo, a Feijóo y a Abascal el susto puede venirles de Cataluña en esas próximas generales con las que sueñan. Y en las que pueden acabar echando de menos a un C’s que absorba, del electorado dudoso del PSC, los votos que no van a ir a parar ni al PP ni a Vox.