- «Los que critican a Mario Vargas Llosa por razones políticas o no han leído sus obras o son simples farsantes, mejor dicho, son simples y farsantes»
Mario Vargas Llosa ya es miembro de la Academia Francesa, un acontecimiento para la literatura en castellano al que no se le ha prestado suficiente atención.
L’Académie Française es una antigua institución que vela por el idioma y cuida de su difusión y prestigio en el mundo. Fue creada en 1635 por iniciativa de Richelieu, reinando Luis XIII, y desde entonces ha cumplido sobradamente con su misión: el francés sigue siendo una lengua de cultura, con una minuciosa puesta al día a cargo de esta institución.
No todos los grandes literatos franceses han formado parte de la Academia: ni Moliére, ni Balzac, ni Stendhal, ni Baudelaire, ni Proust, ni Georges Brassens ocuparon ninguno de sus 40 sillones, ni falta que les hacía. No puede negarse que pertenecer a una academia es en parte un honor personal, muchas veces inmerecido, pero lo importante es que sus integrantes sepan cumplir con las finalidades de la misma: en una academia de la lengua se necesitan escritores pero quizás en mayor medida expertos en todas las demás ciencias, pues sólo desde un conjunto bien armonizado de los distintos ámbitos de la cultura puede cuidarse la calidad de un idioma.
Algo más de treinta años después, en 1666, durante el reinado de Luis XIV, Colbert impulsó la fundación de la Academia de Ciencias. ¡Richelieu y Colbert, menudas personalidades políticas, hombres de Estado! En las viejas civilizaciones la historia pesa, y ese peso se nota, contribuye al bien de la comunidad: no sólo importa la memoria histórica, menos aún la que está deliberadamente manipulada, lo que importa es la cultura, ese humus aparentemente imperceptible sin el cual se descompone cualquier sociedad.
Pues bien, un escritor de registros muy variados que ha desarrollado su amplísima obra en castellano ha entrado en la Academia francesa. Sentí una honda emoción, lo de ciudadanos del mundo empieza a ser comprendido. Al poco experimenté otro sentimiento, quizás corrosivo, para utilizar la terminología de Ignacio Morgado, al enterarme que el presidente Macron había invitado a cenar en el Elíseo al Rey Juan Carlos, a Javier Cercas y a Vargas Llosa.
«¿De qué hablarían en este clima de reserva y de confianza mutua? Nunca lo sabremos»
El sentimiento que experimenté fue de envidia, no por el hecho de no participar como cuarto invitado del presidente francés, sería absurdo pensar eso, estropearía la velada. Pero me hubiera gustado algo imposible, aunque imaginable: escuchar la conversación, analizar sus palabras, observar los gestos, las risas, el trato entre ellos. Sobrevolar la mesa sin que se dieran cuenta los comensales que estaban ahí, ser como un fantasma invisible. Mi envidia provenía, permítanme justificarme, de mi curiosidad.
Porque se da la circunstancia que por distintas razones admiro a los cuatro, se trata de personalidades fuertes, vidas plenas, hombres de cultura y de acción, algunas en la fase final de su vida, otras en el mezzo del camino, dos generaciones distintas. No me digan que mi curiosidad no tiene fundamento, ni la envidia justificación. ¿De qué hablarían en este clima de reserva y de confianza mutua? Nunca lo sabremos.
Para consolarme, en una solitaria noche de fin de semana, acudí a un peligroso instrumento que no sólo sirve para entretener sino para entender el mundo y la vida: los canales de YouTube. A unos les gustan las series, no es mi caso; a otros las entrevistas, conferencias, debates y diálogos por YouTube, que sí es mi caso. No se aficionen ustedes, son puro vicio, piensas dedicarles unos minutos mientras cenas y te dan las tres o las cuatro de la madrugada sin darte cuenta. Pues bien, quería rendirle al académico, tan admirado escritor, mi pequeño homenaje. ¿A ver que puedo ver en YouTube sobre Mario Vargas Llosa? Infinidad de entradas, difícil escoger. Por azar, es caprichoso el azar, ya saben, me topé con una en la que debatían Vargas Llosa y Cercas. Ya que no había estado en la cena, tal vez así podía calmar mi envidia.
Les aseguro: es posible que resultara mejor que la cena de París, que acaso resultó envarada y aburrida, en estos casos nunca se sabe. Una delicia de conversación. Dos escritores que se aprecian, que han dedicado muchas horas a reflexionar sobre el oficio que es la pasión de su vida. Dos personajes, además, disfrutones, con gran sentido del humor, con fina ironía, incluso contaron alguna anécdota que no solo hace sonreír sino que suscita una explosiva carcajada.
Pero también, y sobre todo, trataron cuestiones más profundas. Por ejemplo, si en la narrativa (novela, cuentos) debe primar las emociones por encima de la razón y si en los ensayos y artículos de prensa ello se plantea a la inversa. Había acuerdos de fondo y desacuerdos en la forma, matices y más matices, ejemplos y contraejemplos. Cercas se explica muy bien pero Mario roza o alcanza la perfección.
Lo sabía desde hace bastantes años cuando en Barcelona, tras una cena en su honor muy concurrida, unas doscientas personas, improvisó un discurso de una media hora en el que se podían transcribir sus palabras con puntos y con comas, con los adjetivos justos, con párrafos que por lógica argumental se entendían como separados, con puntos y aparte. La atención de los comensales era total, el silencio absoluto. Mario habla como escribe.
«Vargas Llosa es todo un ejemplo de escritor comprometido con la verdad»
Entusiasmado por esta conversación, pasé a otro vídeo en el que Vargas Llosa es entrevistado por Juan Gabriel Vásquez, el gran escritor colombiano, en una sala de conferencias de Bogotá. Ahí Mario demuestra su dedicación absoluta a la escritura, las dificultades que encierra la tarea de escribir, las dudas que suscita cada capítulo, cada párrafo, muy especialmente el sentido de la novela. Lo que parece fácil no lo es, hay muchos días, y horas y meses, de elaboración, muchas rectificaciones, muchos giros inesperados a su historia, pero necesarios antes de dar una obra por concluida. En este caso explica sus perplejidades al elaborar su novela La guerra del fin del mundo. Es todo un ejemplo de escritor comprometido con la verdad, con la realidad que explica, con su necesidad moral de no engañar a sus lectores.
Ya pasaban las tres de la madrugada aunque el día siguiente era sábado, debía acudir a la habitual tertulia que convoca Miguel Ángel Aguilar en alguna terraza cercana a la plaza del Perú. Siempre llego tarde pero los buenos amigos me perdonan -o no- el imperdonable retraso.
Aún me quedan mucha horas para seguir viendo y escuchando en YouTube a Vargas Llosa, pasar muchas noches de fines de semana acompañado por su inteligencia y su rectitud, por su consciencia de escritor comprometido con la literatura y el pensamiento, con razonar y emocionar. También necesito tiempo para leer algo que se me haya escapado de su inabarcable producción y releer una vez más las páginas señaladas a lápiz de La fiesta del chivo para constatar, también una vez más, que los que critican a Vargas Llosa por razones políticas o no han leído sus obras o son simples farsantes, mejor dicho, son simples y farsantes.