IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La pifia del ‘sí es sí’ es la puntilla de un Gobierno en ruinas, la crisis terminal de una legislatura en plena agonía

La legislatura durará con (casi) toda probabilidad hasta diciembre, pero todo el mundo sabe, dentro y fuera de la política, que ya se ha acabado y aguanta viva con respiración asistida. Los últimos meses, sobre todo desde la mayoría andaluza del PP, han sido de quiebra por no decir que de agonía, y ahora la infausta ley del ‘sí es sí’ le ha dado la puntilla. El Gobierno sanchista que nació del ‘no es no’ está herido de gravedad, quizá fatalmente, por otra absurda tautología. ‘Game over’, no va más, final de partida: el escándalo de los beneficios penales a los abusadores tiene carácter de crisis terminal, de escora definitiva. Se ha convertido en una suerte de ‘Prestige’ para los socialistas. La coalición está rota en la práctica, y su reputación en ruinas. Se trata de esa clase de episodios que rematan el punto sin retorno de un proceso de caída. Los que quedan por delante son meses de gestión zombi, de trantrán sin brújula, de mera rutina disfrazada con flecos de productividad legislativa.

La izquierda va a perder las municipales. Logrará conservar algunas comunidades y tal vez retener ciertos ayuntamientos importantes gracias al peso específico de sus barones autonómicos y alcaldes, pero en el total nacional de votos se impondrán los populares, que mantendrán sus principales feudos en juego –Madrid y Murcia– y se apoderarán de un puñado de ciudades. A partir de ese momento, la brecha electoral no hará sino agrandarse y el presidente oirá por todas partes el grito de «váyase». Podría ahorrarse y ahorrarnos ese calvario si convocara también las generales en mayo; incluso tendría así una –remota– posibilidad de salvarse apelando a una movilización general del electorado y parapetándose entre sus mejores candidatos. De no hacerlo se verá expuesto, ya en solitario, a recorrer la recta final del mandato bajo una tormenta de rechazo. Será el clásico ‘pato cojo’ al que nadie hace caso.

En Moncloa acaso estén manejando otras cuentas. Dejar pasar el tiempo para que la reforma de la pifia jurídica aplaque la polémica, esperar que los concejales de Vox metan al PP en algún problema, confiar en que el verano genere empleo o que la inflación decrezca y explotar a todo trapo la plataforma propagandística de la presidencia europea. Apurar a fondo, en suma, el famoso manual de resistencia. Puede que hasta rompan con Podemos para impostar un tardío giro al centro. Están en su derecho, faltaría más, pero eso significa primero romper el espejo de la realidad, rechazar la evidencia del hundimiento pronosticado en todos los sondeos, y en segundo término condenar al país a perder un año entero sin la menor garantía de éxito. Porque ésta es la clase de desplomes que rara, muy rara vez, se remontan en el descuento. Y la única decisión sensata, si es que en Sánchez cabe ese concepto, es repartir las cartas de nuevo y dar la palabra al pueblo.