JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- «Tiene que venir uno ‘de fuera’ para que veamos el rostro del autócrata. De fuera, sí, de otro mundo, aquel que habíamos olvidado a base de estupideces solemnes, canallitas en coche oficial, legisladores ágrafos, gobernantes aventureros, flojera intelectual. Tú ilumina, Ramón. Te escuchamos»
Las unanimidades son alarmantes y de mal gusto, salvo que giren en torno a valores intemporales. Pero en estos solo creemos a estas alturas cuatro locos. Avalados, eso sí, por San Juan Pablo II y el señor Ratzinger. Como fuere, la conveniencia de que Tamames sea candidato a la presidencia en la moción de censura de Vox no pertenece a la categoría de las verdades suprahistóricas sino a la de las opiniones. Por eso tanta unanimidad huele a chamusquina, mosquea, no la veo. Me recuerda pasajes muy desagradables, incluso eméticos, como por ejemplo el editorial único que excretó la prensa catalana, demostrando que todos los diarios de la bella región nororiental pensaban exactamente lo mismo, incluyendo puntos y comas. Por ejemplo, la asombrosa coincidencia de todos los medios de comunicación respecto a una supuesta obligación que tenía Ciudadanos: investir presidente a Pedro Sánchez. Una «obligación patriótica» que, sin embargo, no tenía el PP. Pero el nuestro (ay, esa primera persona aún me duele) era un «partido bisagra». Resultaba indiferente que quienes habíamos convertido un partidito regional en un partido nacional lo negáramos tajantemente. La prensa nos contaba a nosotros lo que éramos y cuál era nuestra obligación. No una parte de la prensa: todos los periódicos, todas les emisoras de radio, todas las cadenas de televisión. Chamusquina, ya te digo. Vamos, que yo sé lo que había, pero contar con explicitud lo que cualquiera puede colegir sumando dos más dos me parece un insulto a la inteligencia del lector, y de semejante pecado no estoy dispuesto a ser acusado.
De ahí que esa versión sobre Tamames como error, tan impecable y armónica, con cien voces presentes exhibiendo la amplitud de sus tesituras, y luego la entera orquesta que aparece doblándolas con todas sus secciones, son un fenómeno musical (feíllo), no político. Se trata de orquesta y coros, no de genuinas opiniones políticas. Porque genuinas serán la tuya, compañero, y la tuya, amigo, y la tuya, colega, y la tuya, pelmazo, y la tuya, figurón, y la tuya, desconocido que escribes gratis, pero es de todo punto inexplicable, inverosímil, marciano e imposible que nadie discrepe y afirme lo que sigue:
¡Olé, Ramón! Gracias. No sabes la alegría que nos das. Seguiremos las sesiones con la vieja pasión de cuando Felipe González. Esto va a ser ¡una emoción de censura! Va a volver de repente una voz de la Transición, la santa Transición, sí. La que nos bendijo y aún provoca sarpullidos en los enemigos de la libertad. Y es tan importante que sea Vox quien te lleve allí… tan importante que cambian las reglas del juego. Del juego del payaso de las bofetadas. Del juego del chivo expiatorio. Del juego del muñeco del pimpampum. Olé, Ramón. La gente va a gozar, vamos a gozar como cochinillos en una charca escuchando lo que tienes que decirle al vacuo arrogante, malintencionado y autoritario sordo moral que pastorea a media España y ofende deliberadamente y a diario a la otra media. Por esta ocasión que nos da de regresar a la autenticidad de la Transición, la de nuestro bien, la de nuestra libertad y la de nuestra prosperidad, por traernos un pedazo del sentido democrático primero, Vox merece un aplauso. Y otro por arriesgarse poniéndote a ti, precisamente a ti, profesor, de protagonista. Porque eres bastante imprevisible. Porque fuiste comunista. Porque probablemente una parte de los votantes de Vox que resulta ser la menos tolerante vean muy mal al personaje histórico. Pues celebro que Abascal asuma el riesgo, se adscriba sin matiz ni ambigüedad a lo que ya estaba adscrito pero muchos discutían: la democracia del 78, el espíritu de la Constitución, la inamovible decisión de reformarla solo cuando se pueda hacer pos sus vías previstas. He ahí lo que coloca a Vox en el constitucionalismo y arroja al PSOE fuera de él. No necesitamos añadirle al PSOE «el de Sánchez», pues no hay otro. Y si los intolerantes que no soportan el pasado de Tamames se cabrean con Vox, que voten a Feijóo. Ay, no. ¿Estás con Tamames o con Sánchez?
Es de todo punto inexplicable –repito–, inverosímil, marciano e imposible que nadie abandone el unánime coro y afirme lo que antecede. Ya lo afirmo yo, lo redacto, sello el original, hago copia, la autentifico y la pego en el muro público. Me sacrifico para no avergonzarme en el futuro: había discrepancias. Qué le vamos a hacer, no soporto los coros cuando no son musicales. Y con esto bastaría, pero gracias a Dios me queda margen para comentar un poquito lo de la edad. ¿No les da vergüenza? ¿Han leído las entrevistas a Ernst Jünger cuando tenía cien años? ¿Han leído ‘La tijera’, que publicó con 95? Los ochenta y nueve del profesor Tamames no son los ochenta y nueve de otros, es bastante fácil de entender. Con un desafortunado paternalismo inverso, Feijóo le comunicó que no se lo consentiría si fuera su padre. Lo que debería hacer el expresidente de Galicia es escuchar con suma atención cuanto don Ramón tenga que decir, porque de todo extraerá beneficio: cuando no del fondo, de la forma; cuando no del dato, del tropo. Cuando no del poder para sustituir a Sánchez, de la autoridad para retratarlo en su triste y verdadera condición, mostrarlo sin los filtros, las sombras y las patrañas de su ejército mercenario. Tiene que venir uno ‘de fuera’ para que veamos el rostro del autócrata. De fuera, sí, de otro mundo, aquel que habíamos olvidado a base de estupideces solemnes, canallitas en coche oficial, legisladores ágrafos, gobernantes aventureros, flojera intelectual. Tú ilumina, Ramón. Te escuchamos.