Tonia Etxarri-El Correo
En pleno pulso entre los socios del Gobierno por la reforma de la ley del ‘sólo sí es sí’, Pedro Sánchez ha querido tomar la delantera a Podemos con otra iniciativa de igualdad. Antes de empezar la semana de las celebraciones del Día Internacional de la Mujer, el 8-M, necesitaba dar un golpe de efecto para marcar perfil feminista y desviar, sobre todo, el foco de atención centrado en los últimos escándalos: los violadores beneficiados por la ‘ley Montero’ y el siniestro episodio del diputado corrupto que cobraba, en compañía de otros, presuntamente, mordidas pagadas con prostitutas.
Sánchez quiere que hablemos de otra cosa. De ahí su anuncio de que mañana martes el Gobierno aprobará una ley de paridad que obligará a los consejos de administración de las grandes empresas, a futuros consejos de ministros y a las listas electorales llamadas ‘cremallera’. No es una recomendación para irnos adecuando a las indicaciones de la Unión Europea. Es una imposición. En el lenguaje montaraz y abrupto de la ministra María Jesús Montero, por si no quedaba claro, paridad «por narices».
Las pegas a la obligatoriedad no son pocas. Pero, sobre todo, se trata de un anuncio que no va a impactar en el mundo feminista, tan dividido y enfrentado desde que Podemos se hizo carne y habitó entre nosotras.
Sánchez, en su mitin electoral, no hizo mención a las nefastas consecuencias de la norma que está beneficiando a más de 700 violadores y que su partido quiere reformar, a pesar de Podemos. Puro cálculo demoscópico. El PSOE había detectado que la fuga de votos, después de esta ley, corría el peligro de convertirse en una hemorragia difícil de contener.
Mañana mismo, el Congreso debatirá la tramitación de la propuesta de reforma del PSOE a la ley del ‘sólo sí es sí’. El PNV le apoya. Y el centroderecha, claro, porque la figura del consentimiento sexual permanece, como no podía ser de otra manera, a pesar de que Podemos se empeñe en retorcer la realidad.
Los socios siguen presionando a Sánchez para que no se deje apoyar por el centroderecha. Porque ellos votarán en contra de la toma en consideración de la iniciativa socialista. Esta izquierda sólo es feminista para defender los derechos de las mujeres que piensan como ellas. No para defender a todas. La ministra Irene Montero sigue sin asumir el error y el horror de su ley. La declaración de buenas intenciones de la consejera vasca de Igualdad, Nerea Melgosa, diciendo que lo importante es «que nos oigamos todas» no encaja con el reducido esquema de las ministras de La Moncloa para quienes la Presidencia de la Comunidad de Madrid, ostentada por Isabel Díaz Ayuso, no es el ejemplo de la conquista de una mujer, sino más bien un estorbo porque es de derechas. Por ejemplo. Y todo así.
En vísperas del 8 de marzo, el PSOE llega con la mochila cargada de lastres electorales. Por mucha naturalidad con la que intentan encajar el golpe del ‘caso Mediador’, saben que la corrupción y el engaño provoca rechazo en los votantes. Esa hipocresía de hacer lo contrario de lo que se predica, al final acaba pasando factura. No se arregla con una ley de paridad.
Después de la semana más convulsa de la legislatura, no parece que ésta vaya a ser mejor para el insomne de La Moncloa.
Por mucho que los socialistas quieran hablar del PP. «Menos paridad y más democracia interna», se lamentan algunos diputados socialistas. En privado. No lo reclamarían en público ni locos. Así está el patio.