- El ‘espacio de la ultraizquierda’ se resquebraja. Sánchez se va a Pekín y Feijóo organiza con prudencia el juego equilibrios en la derecha
La izquierda llega a la antesala de las urnas con sus líderes achicharrados. Pedro Sánchez dedicó tres tediosas horas en el Congreso a espantar a los pocos fieles que aún le quedan. Pablo Iglesias ha estrenado su canalillo televisivo, Red se llama, en un tono iracundo que, lejos de atemorizar, produce lástima. Ambos son el símbolo de una coalición desportillada, antes letal, ahora sólo escombro.
No son pulsos inocuos o estrategias de ficción. La pandilla del progreso la ha emprendido a navajazos domésticos y poco falta para que alguien resulte mortalmente herido. Un juego de tronos de mercadillo, una riña callejera por un taburete. Un pulso endiablado por eso que llaman el ‘espacio de la izquierda de la izquierda’. Un puesto destacado en las listas, una garantía de confortable despacho. Iglesias se enrabieta porque reclama el bastón de mando, dirigir la jugada, liderar la cofradía y colocar a sus damiselas Pam en lugares privilegiados para la nueva ronda. Sánchez ya tiene designada a Yolanda Díaz para controlar esa parcela.
Yoly no tiene estructura, ni bases, ni programa, pero le quieren las encuestas y su coiffeur. Presume de Sumar, un intangible
En esas andan ahora. Los morados reclaman primarias y a Sánchez le da la risa. En un ceremonial cursilón y enternecido, coronó a Yoli para organizar ese rebaño entre un brillo de colmillos morados a tan sólo un par de escaños de la princesita entronizada. El domingo de Ramos enviará un biquiño desde el Magariños a sus posibles votantes. Ahí arrancará la contienda. Yoly no tiene estructura, ni bases, ni programa pero le quieren las encuestas y su coiffeur. Presume de Sumar, un intangible. Iglesias cuenta con organización, experiencia nacional y soldadesca pandillera. Juegan en su contra dos elementos decisivos. Su soberbia es no menor que la de Sánchez, pero ahora algo hipertrofiada, lo que le nubla el pensamiento y obceca la razón. Y el andrajoso nivel de sus mesnadas, en especial de la cúpula que rodea a su pareja. Un gineceo al que cabe aplicar lo de Baroja sobre España: «El país del mínimo trabajo, mínimo sacrificio y mínima inteligencia». Hatajo de haraganas, le dicen desde el lado socialista de la coalición a Irene y su pandi del sí
Si no hay arreglo, si no hay pacto, Sánchez está muerto y lo sabe. Iglesias, también. Una linda batalla, una animosa carnicería caníbal que se contempla desde Génova con semblante feliz, como aquel emperador de Borges: «Giraban sobre nosotros grandes días y grandes noches de una guerra feliz». Núñez Feijóo ha emergido intacto de la inverosímil moción y acelera su desfile hacia las urnas de mayo. Isabel Díaz Ayuso, fiel guerrera, ha roto con Rocío Monasterio, que no es Vox, y se encamina hacia la absoluta. Parece que Madrid lo quiere. En la noche del 28-M ya se verá quién suma y quién no. Dónde será necesario Abascal y dónde no.
Marcha a Pekín a negociar con Jinping lo de la paz en Ucrania, que le ha dicho Albares que es pan comido. El líder global ya ha elegido su camino
Feijóo diseña su campaña como un adusto contable del ábaco, aquí gano, allá pierdo. Fríamente, sin motivos personales, con esa sobriedad cenobial, con «un estoicismo que no es de escuela sino de sangre», diría Plutarco. Ni una pelea más de las necesarias, ni un roce con Vox salvo los imprescindibles. La derecha se bifurca y luego, tras los comicios autonómicos, ya se verá. La demoscopia le concede millón y medio de votos de ventaja sobre el bloque del estiércol. Irá a más. Y Sánchez, a China. Aquí deja una espesa tormenta de escándalos, desde el Tito Berni al Tito Patxi, pasando por la extraña renuncia de la directora de la Guardia Civil, María Gámez, esposada con un pícaro gaditano, chirigotero del trinque y comparsa de la mordida (según la imputación), mano derecha de Gaspar Zarrías -alma de los Eres, ahora en presidio- y emblemático ejemplar del socialismo cuatrero andaluz. El PSOE se irá como llegó: abrazado a la corrupción.
El turulato coro de sus ministros, en unánime letanía, recita ahora con perseverante impostura lo del ‘indudable peso a nivel mundial del presidente’. Marcha a Pekín a negociar con Jinping lo de la paz en Ucrania, que le ha dicho Albares que es pan comido. El líder global ya ha elegido su camino. Tras las ruinas electorales de mayo, paseará su cetro planetario por los brillantes escenarios del semestre europeo (González lo presidió dos veces y no sacó pecho) y luego dejará a Yoly, delfina in pectore, que se estrelle en el desventurado choque de fin de año contra Feijóo. No, Yoly, jamás serás la primera presidenta del Gobierno de España.