IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Si no retoma la iniciativa con un papel protagonista, Feijóo tendrá que resignarse a compartir la mayoría

Los expertos en aritmética electoral suelen manejar una cifra clave en el reparto de diputados. El 14 por ciento del voto nacional, décima arriba o abajo, es el guarismo mágico que permite a un partido rebañar el tercer congresista en las provincias de cinco o menos escaños, que son casi la mitad del total y por tanto ejercen una influencia decisiva en la conformación del arco parlamentario. La formación que alcance ese listón en diciembre tendrá muchas posibilidades de convertirse en árbitro del resultado, y ahora mismo es Vox la que lo tiene en la mano. Si se mantiene ahí, casi en el 15, ni Sánchez tendrá opciones verosímiles de revalidar el mandato ni Feijóo podrá cumplir su aspiración de gobernar en solitario.

El barómetro de Michavila para ABC contiene para el líder del PP una noticia buena y dos malas. La primera es que conserva el primer puesto, por encima del 32 por ciento y con casi cinco puntos de ventaja. Las otras son que Vox no afloja y que el PSOE está en la cifra más alta desde 2019, lo que le permite albergar una lejana esperanza, un vago atisbo de remontada. Hay otro dato inquietante para el líder gallego, y es que ha cedido la primera posición como candidato preferido para la Presidencia del Gobierno. Desde julio de 2022, cuando doblaba en ese aspecto a un Sánchez en pleno retroceso, no ha dejado de perder terreno hasta quedar por detrás de un rival cuyo punto más débil es la falta de crédito. Los gurús de Génova harían bien en mirar eso.

Como retrato sociológico de un instante, la encuesta refleja el impacto de la moción de censura recogido en gran parte de los análisis: una pinza de los socialistas y la derecha radical contra los populares. Pero éstos se equivocarían si atribuyen a ese único factor su desgaste porque llevan desde septiembre en una pendiente ligera pero constante. El votante de Abascal se mantiene rocoso, el Ejecutivo aprieta con amplia movilización de recursos propagandísticos y el jefe de la oposición acusa la percepción social de un estilo entre tímido y pasivo. Si se añaden la incipiente intención de voto (espontánea) a la nonata plataforma Sumar, la coalición gubernamental tiene derecho a sentir un relativo optimismo. Al menos, a pensar que su desalojo todavía no está decidido.

Mirada desde la perspectiva de bloques, sin embargo, la distancia es de casi nueve puntos, prácticamente definitiva. La mayoría liberal-conservadora no peligra, pero Feijóo tendrá que resignarse a compartirla si no retoma la iniciativa y se dota a sí mismo de un mayor papel protagonista. Por más que la moción le ha perjudicado –que tampoco ha sido tanto–, la sucesión de escándalos debería haber alejado bastante más a sus adversarios por ambos flancos. Si no ha sucedido así es porque falla algo en la estrategia o en el liderazgo. Lo que demuestra ese 14,9 de Vox es que alguien se está durmiendo en los cálculos.