IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Balance de la Benemérita en manos de Marlaska y Sánchez: nombramientos sectarios, corrupción, purgas de altos oficiales

Además de los compromisos derogatorios que deberá asumir para mantener el voto de una parte de la derecha, la agenda de regeneración institucional de Feijóo habrá de tener en cuenta que la Guardia Civil merece un mando capaz de devolverle la neutralidad política usurpada por el sanchismo con sus continuas injerencias. El Instituto Armado ha vivido demasiadas experiencias desagradables en la última etapa, desde ceses de altos oficiales por razones arbitrarias hasta la ignominiosa retirada –pactada con Bildu– de las carreteras de Navarra, pasando por el trato de favor a presos terroristas en cuyas detenciones muchos agentes se jugaron la cara. Tras la llegada del ministro Marlaska, a la Benemérita le ha tocado sufrir una secuencia de nombramientos entre compulsiva y errática, culminada por ahora con el aterrizaje de una directora caracterizada, como la anterior, por un currículum escueto en el que sólo destaca su estricta obediencia partidaria. Sólo faltaba la nube de una presumible corrupción que rescata la sombra de Roldán cuando ya parecía del todo disipada.

Y es que el Gobierno pretende utilizar al Cuerpo como escudo defensivo contra las salpicaduras del escándalo del Tito Berni y sus amigos. La decisión de solapar la investigación parlamentaria de ese caso en otra más amplia sobre contratos irregulares en casas-cuartel obedece a un triple motivo. Por un lado, desviar el foco alejándolo del exdiputado socialista y sus sórdidas juergas en prostíbulos. Por otro, tantear la posibilidad de que los manejos del llamado Mediador se extiendan también al tramo final del marianismo. Y por último, colocar a la oposición en el brete político de ahondar o no en una pesquisa que puede mermar el sólido prestigio de un organismo caracterizado por su espíritu de servicio. Con elecciones por delante no cabe esperar del Ejecutivo un solo atisbo de juego limpio.

Ha querido el azar que el relevo de María Gámez, forzado por las sospechosas conductas de sus familiares en la Junta de Andalucía durante las épocas de Griñán y Chaves, coincida con la anulación por el Supremo de la destitución fulminante de Pérez de los Cobos, coronel de trayectoria impecable cuya cabeza fue ofrendada en bandeja a los separatistas catalanes. Más leña para la hoguera en que Marlaska y Sánchez están abrasando el buen nombre de un símbolo esencial del Estado, que es lo que la Guardia Civil representa a los ojos de los ciudadanos. Antes se habían cargado a Corbí, responsable de la UCO e icono de la lucha antiterrorista en sus más difíciles años, y recientemente al jefe de la Comandancia de Melilla a las pocas semanas de nombrarlo. Con mucha benevolencia podría colegirse que hay un problema en la gestión de recursos humanos. Pero se trata en realidad de una caprichosa purga de altos cargos para camuflar la ausencia de liderazgo bajo la pátina de un estilo autoritario.