Ayer se celebró el Aberri Eguna (Día de la Patria) con regocijo habitual del personal participante. Al llegar fechas como estas no hay más remedio que remontarse a los orígenes, no de la celebración, que fue en 1932 y duró lo suficiente para ser interrumpida por la guerra civil y la dictadura.

Durante el franquismo, las buenas gentes nacionalistas celebraban la fecha en la más estricta intimidad. El cabeza de familia  sacaba a los postres una banderita española de papel para prenderle fuego con gran contento y exaltación patriótica de los suyos.

¿Cómo puede extrañar a nadie que el nacionalismo impusiera su himno, el ‘Gora ta gora’ como el himno nacional, la ikurriña que diseñó Luis Arana en evidente plagio de la ‘Union Jack’, como la bandera de Euskadi y así sucesivamente y la lengua que menos ciudadanos vascos dominan como la lengua propia?

La Pascua de Resurrección convertida en Aberri Eguna por ser el glorioso día en que Sabino descubrió por boca de su hermano Luis que él no era español se celebró el año 1977 con una gran manifestación unitaria. Una y no más, a partir del año siguiente, el PNV convocó el último domingo de septiembre el Día del Partido para celebrarlo a solas y los abertzales celebraron el Aberri cada uno por sus fueros. EH Bildu en Pamplona este año.

El nacionalismo parte de un error gramatical o dos. Se apoya en la sinécdoque, tropo que consiste en tomar la parte por el todo. Un error añadido es considerar que la parte es mayor que el todo. Los portavoces del PNV para presentar la edición de este año estimaron que a la convocatoria de ayer  iban a asistir 4.000 personas. Qué va. No cabe tanta gente en la Plaza Nueva de Bilbao y no llegaron ni de lejos. Al contrario, en el Alderdi Eguna, los medios nacionalistas siempre ofrecen la cifra de 100.000 asistentes, que tampoco alcanzan desde hace años, pero no es esa la cuestión, sino que estamos ante una sinécdoque muy rara, en la que la parte que sustituye al todo, el partido, es según sus propias cifras, unas 25 veces más grande que el todo, la patria, la nación, no les digo más. Y eso que en lo de la patria colaboran más nacionalismos, “los de la mani que visten de Armani”, dijo Ortuzar con vistoso ripio, que por eso hizo gala de kaiku y citó como fuente de inspiración la vaca de su aitite (abuelo). Un alderdikide (camarada) le ofreció la víspera una aplicación de inteligencia artificial que le daba el discurso hecho. Pero no era auténtico: faltaban el kaiku y la vaca del abuelo.

En los años ochenta ya hacían propuestas europeas, cuando Europa la integraban doce estados miembros y el PNV aspiraba a ser el décimotercero. Ya vamos por los 28 y aún no han conseguido el suyo sin que haya disminuido un ápice su fe.  ‘La décimotercera estrella’ sostenían con la fe del carbonero,  que no en vano era el oficio del Olentzero, el eslogan de la época. Ellos decían ‘la treceava’, en materia de confusiones gramaticales  entre adjetivos calificativos y gentilicios, no se iban a arredrar a la hora de usar los adjetivos partitivos como si fuesen ordinales.

La invocación europea fue mano a mano con otro clásico, el derecho a decidir nuestro propio futuro, dicen con encantador pleonasmo. Y nuestro kaiku. Y la vaca del aitite, faltaría más.