IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Mejor les iría en España a las expoliadas clases medias si hiciesen valer su fuerza electoral votando con la cartera

En España es frecuente que haya elecciones de algún tipo durante el período de declaración de la renta. Lo cual demuestra, además de que hay muchas elecciones, que nuestros políticos no temen la coincidencia. Si les preocupase el efecto de la presión fiscal en las urnas gastarían los ingresos públicos de otra manera, quizá no con más responsabilidad pero al menos con algo más de cautela. Sucede, a juzgar por los resultados, que tampoco los ciudadanos parecen tener el factor tributario en cuenta y a la hora de votar deciden con el corazón, en ocasiones incluso con la cabeza, pero muy pocas veces con la cartera. De nada sirve quejarse después del habitual expolio a las clases medias si sus integrantes no saben hacer valer su fuerza estableciendo entre votos e impuestos una correlación directa.

Porque es en este momento, el del retrato ante el complejo impreso de la AEAT, cuando se mide la auténtica calidad de una política. La hora de pagar, ese mordisco imperativo que quebranta la economía de tantas familias, constituye la prueba decisiva de la sensibilidad institucional ante los problemas de una ciudadanía obligada siempre a remar río arriba. Es ahí, en esa cita, donde hay que manifestar empatía, no en la retórica propagandística, ni en los señuelos de la ideología, ni en la demagogia de las consignas que disfrazan el clientelismo subvencional de justicia redistributiva.

Por si ayuda algo, ahí van algunos datos. Dejando aparte los miles de millones extra que ha supuesto en el IVA el despegue inflacionario, el IRPF trae sorpresa escondida este año a consecuencia de la negativa gubernamental a deflactar el impacto de la subida de precios en la escala de salarios y los consiguientes saltos de tramo. En cifras, un 5,6 por ciento más (865 millones) de recaudación y un 2,4 % menos (248 millones) en devoluciones respecto al año pasado. El truco viene a significar una pérdida de un punto de renta real en los sueldos medios y bajos, regalo silencioso (y forzoso) al Estado de esos contribuyentes cuyo poder adquisitivo baja de hecho al pasar a un tipo efectivo más alto.

El sacrificio sería más llevadero si la estructura de poder –la del gasto mejor no mencionarla—se ajustase un poco el cinturón para dar ejemplo. Pues bien: 147 millones consume anualmente la pléyade de altos cargos y asesores diversos de los 22 ministerios. 37 `kilos´ más que cuando Rajoy salió del Gobierno. Por categorías, además de los miembros del Consejo: 30 secretarios de Estado, 50 subsecretarios, 135 directores generales y 21 secretarios generales técnicos, amén de la nómina de estampillados, un verdadero ejército, en los gabinetes de cada departamento. Tiene razón la campaña de Hacienda: no es magia, es tu dinero. No es un conejo salido de una chistera el que paga todo esto. Se trata de tu bolsillo, de tu trabajo, de tu angustia a fin de mes, de tu esfuerzo.