José Alejandro Vara-Vozpópuli
  • La presidenta madrileña exhibe sus galones, muestra su poderío, aviva envidias y recelos intestinos. Feijóo permanece impasible ante un amago de pulso entre barones con visos sucesorios

¿Qué pasaría si Ayuso logra la mayoría absoluta en mayo (como apuntan sondeos) y Feijóo sólo consigue hacerse con la Rioja? ¿Afectaría este resultado al juego de equilibrios internos en el Partido Popular? Hay más cuestiones en juego este 28-M que el previsible castigo electoral al sanchismo, primer paso hacia su defenestración en las generales de fin de año. Está, por un lado, el atolondrado pulso entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, una especie de descacharrado sainete con guion de Ozores y Tarantino. También el duelo de la derecha entre PP Vox, ahora tan amainado. Y, en forma subterránea, sin ruidos ni altavoces, la eterna pugna en la segunda fila del PP, un clásico de la casa. Los protagonistas ahora son Ayuso y Moreno. Es decir, los aspirantes al delfinazgo del partido en el caso de que Feijóo no consiga su objetivo de diciembre y se vuelva a Galicia según lo tiene prometido.

Era la consumación de un empeño, el punto final a uno de los episodios más escabrosos y detestables de cuantos ha vivido el principal partido de la derecha

La presentación de las listas electorales de Madrid ha producido un notable revuelo en los pasillos de Génova y alrededores. No podía ser menos. Isabel Díaz Ayuso le ha dado la vuelta al partido como un calcetín. Ha despojado las listas de la vieja guardia teodorica y ha consumado un ejercicio de previsible venganza sobre los peones de Casado que todavía pululaban en la organización. Comenzó la limpia con la remoción de algunos alcaldes, como Susana Pérez y José Luis Ustarroz, que no repiten en Pozuelo y Majadahonda respectivamente, plazas muy fuertes del norte rico de la región. Acomodó luego a sus fieles peones en la cumbre de la lista de la Comunidad, Alfonso Serrano y Enrique Osorio. Ejecutó asimismo una limpieza aséptica de consejeros del casadismo, como Carlos Izquierdo, David Pérez o Enrique López. Los dos primeros han sido parachutados al ámbito municipal y el tercero regresa plácidamente a la carrera judicial. En un vertiginoso plis plás, ha renovado más del cincuenta por ciento de los aspirantes a escaño en la Asamblea. Lo mismo ha hecho con 71 candidatos a alcaldes de los 178 actualmente en juego.

Todo ello, sin apenas salpicaduras de sangre ni destrozos de vajilla. Incluso las listas a la alcaldía, donde se adivinaba un choque potente con Martínez-Almeida, se resolvió en forma exquisita. Una negociación plácida en la que el primer edil madrileño asumió unas leves exigencias con la elegancia de aquel espadachín de Kipling. La presidenta impuso a Marta Rivera, su consejera de Cultura, en el número tres y respetó casi todo lo demás. Salvo Andrea Levy, que pasa del 2 al 13.

Todos contentos para la foto del redondel de las Ventas donde se plasmó gráficamente el poder supremo de Ayuso en singular posado junto a su pareja de baile, envueltos ambos por una nube de pretendientes a munícipes, con una sonrisa triunfal y una mirada victoriosa. Era la consumación de un empeño, el punto final a una enorme traición, uno de los episodios más indignos de cuantos ha vivido el principal partido de la derecha.

El presidente andaluz pidió al líder del partido un trato amable hacia Ana Camins, su compañera y amiga, un gesto de protección que no logró

Algunos pelos de armonía se han quedado en la gatera de la enorme purga. Víctimas colaterales que emergen malheridas después de la batalla. Quizás Ana Camins sea el símbolo principal en el bando de los caídos. Era la elegida de Casado para liderar la región frente a los reclamos legítimos de Ayuso. Histórica militante del PP -se desempeñó con solvencia bajo Rajoy y con enorme compromiso en el casadismo- su defenestración ha dado lugar al primer encontronazo tranquilo entre Juanma Moreno y Nuñez Feijóo. El presidente andaluz pidió al líder del partido un trato amable hacia su compañera y amiga, un gesto de protección que no logró. Feijóo, más prudente que Ancelotti en las tardes ásperas, evitó siquiera sugerirle el asunto a la lideresa. Con Ayuso, pocos líos. De modo que Camins pasó del vértice del partido a un humilde tercer puesto en la lista por Majadahonda. Menos es nada, habría dicho Mariano.

A Génova llegan, desde el PP andaluz, reproches sutiles y advertencias peregrinas. Si Ayuso se exhibe ya con tal prepotencia, qué no hará si consigue la absoluta, susurran desde algunos despachos de San Telmo. Hay quien anima este duelo de delfines, quien organiza apuestas y jalea el combate entre la madrileña y el malagueño. El eterno debate de la derecha, la pugna entre el estilo ardiente y el centrismo complaciente. Si Feijóo no logra en mayo un resultado rotundo, aumentarán los ruidos internos y tornará el PP a situaciones que parecían superadas.

El líder gallego ha animado, sin pretenderlo, estas morbosas disputas. Dijo en febrero que si no +gana en diciembre no merecía seguir en el puesto. Eso ya se sabe, presidente, pero no hace falta insistir porque alienta a la parroquia contraria y desmoraliza a la propia. También reconoció que Sánchez saldrá mejor parado de las autonómicas que de las generales de diciembre, algo así como anunciar un patinazo en mayo a la espera de un milagro a final de año. Comentarios que huelgan porque cincelan un perfil medroso, muy escaso de ese brío que reclaman los liderazgos. «La turba, lo fogoso admira y tiene a los serenos por indolentes», advertía Séneca. Y lo que es peor, jalea las disputas intestinas cuando no toca.