Moncloa conoció la magnitud del desastre ya en la tarde del 27-M, vísperas del horror. Goteaban los datos como ocurren las grandes tragedias: a borbotones. Se perdía Aragón, Baleares, las capitales andaluzas, peligraba Valencia, quizás Cantabria…Una hecatombe. La reacción de Pedro Sánchez fue, primero de estupefacción, luego de pasmo y, seguidamente de contrariedad (maldiciones sonoras, exabruptos ostentóreos) y finalmente, al hundimiento. Tezanos había camuflado el estropicio. La cocina del CIS hinchó las papeletas del PSOE y no reflejó el retroceso de Podemos. Un momento de pánico, una reedición de lo vivido el 20-N de 2019, cuando el PSOE se atascó en los 120 escaños. Aquel día, Iván Redondo ideó Frankenstein, ese espectro infernal. Ahora, Zapatero y Óscar López recurrieron al adelanto electoral, quizás su última jugarreta.
Begoña Gómez, de quien se conocen su nadería académica, su precariedad curricular, sus trapacerías empresariales, su inelegancia social pero apenas ha trascendido su papel como espoleadora decisiva del ánimo del líder abatido
Sabido es que Sánchez es resistente, resiliente, persistente y superviviente. Poco se sabe, sin embargo, de sus puntos débiles, de su flanco más vulnerable. Labró su imagen de indestructible cuando, en 2016, defenestrado de la secretaría general del PSOE, cambió su escaño en el Congreso por el volante de su Peugeot y emprendió su particular vuelta a España. Una decisión audaz, una iniciativa prometeica que se elevó a la categoría de mito al rebufo del 15-M, el ‘no es no’, la izquierda robinjud. Entonces como ahora, necesitó del concurso, el apoyo y el empuje de su esposa, Begoña Gómez, de quien se conocen su nadería académica, su precariedad curricular, sus trapacerías empresariales, su inelegancia social, pero apenas ha trascendido su papel como espoleadora decisiva del ánimo del líder abatido.
Se empeñó en convertir los comicios en un plebiscito, se afanó en protagonizar la campaña, se ofuscó en eclipsar a los candidatos locales y así acabó todo
También ahora Begoña Gómez resultó decisiva. Zarandeó las solapas del maromo herido y lo relanzó a la batalla en defensa del colchón de la Moncloa, según describen en el entorno familiar. Llegaron luego los consejos de Zapatero, ese cretino satánico, de los Migueles, esos palmeros del poder, y se preparó la jornada del temido escrutinio. Las urnas confirmaron las sospechas: el PSOE perdió quince capitales de provincia de las 22 que gobernaba y retuvo apenas tres gobiernos autonómicos. La reacción fue inmediata. Esa misma noche convocó en palacio a su núcleo duro, una pandilla de chamarileros de lo público, politiquillos de ocasión, es decir, Félix Bolaños, Emejota Montero, Óscar López y otros miembros de la cofradía de ‘sí señor’ y les comunicó su decisión de adelantar las elecciones. Por dos razones: cortar en seco la celebración victoriosa de la derecha y abortar el ruido de navajas que empezaba a sentirse intramuros de su partido. Se percibe ya una sed de venganza. Barones defenestrados, cientos de alcaldes a la calle, miles de cargos sin sillón. El señuelo del adelanto electoral apenas amainó la ira interna del partido, donde se señalaba a su líder demediado como gran culpable de la derrota. Se había empeñado el augusto doncel en convertir los comicios en un plebiscito, en protagonizar la campaña, en eclipsar a los candidatos locales y así acabó todo.
Una perorata ante sus senadores y diputados resultó estéril y estrambótica. Allí nació lo de la ‘ola reaccionaria’ que recorre Europa, tan repetida por las cacatúas de los medios del movimiento nacional. Convocó finalmente al comité federal para el sábado 10. Es aquí cuando surgen las dudas, cuando se disparan los rumores, cuando echan humo las redes socialistas, los guasap de la militancia, los conciliábulos en las desoladas casas del pueblo, el runrún de las bases cabreadas. Trascienden entonces los primeros nombres de las listas electorales. Sánchez arrambla con todo. Colocó a martillazos a su gente, sus ministros, altos prebostes de la Adminsitración, inútiles de todo cuño, y desplazó sin miramientos a los candidatos del lugar. Fue la señal de la irrevesibilidad del hundimiento, el primer signo palmario del sálvese quien pueda.
Cobró cuerpo la posibilidad de la defección, la renuncia del andoba, el adiós a todo aquello y bienvenido a la Otan.Bye, caudillo,bye, que te vayan dando
Brotan voces de rechazo y aislados gestos de dignidad. Quejas en la periferia y grititos de agraviados. Las encuestas golpean con saña la maniobra de las urnas. Elecciones en pleno verano. La familia del progreso acude a la cita de Ferraz con la mosca de la dimisión del jefe supremo tras la oreja. Las quejas por intromisiones en la listas, codazos entre postulantes, dedazos de Moncloa han exacerbado al personal, que detesta la idea de remangarse de nuevo para animar una campaña en la que, ahora sí, tan sólo está en juego el futuro del gran narciso. «Dado que no os gustan mis listas, me marcho y organizad vosotros las vuestras«, era la frase deseada, el anuncio de la dimisión. Cobró cuerpo la posibilidad de la defección, la renuncia del andoba, el adiós a todo aquello y bienvenido a la Otan. Bye, caudillo, bye, que te vayan dando.
Los rostros en la sede socialista bailaban entre el desconcierto y al congoja. Muchos nervios. Un oficio de difuntos en el que pocos sabían por donde aparecía el muerto. Lo hizo por donde siempre, desbordado de soberbia. Esta vez, sin fanfarrias ni trompetas. El partido no existe, los dirigentes regionales están hundidos, la moral del militante se esfumó, la esperanza del votante pende de un hilo y ni siquiera las trampichuelas del voto por correo auguran alivio.
Tan adverso pinta el escenario que incluso se ha recurrido a Nadia Calviño como ariete principal de la campaña. «Nosotros tenemos a Nadia y ellos no tienen a nadie». Así anda el nivel de los guionistas del ala oeste. Nunca, desde el verano pasado, el PSOE había anhelado con tanto ahínco la dimisión de su líder. Tal es el nivel del hartazgo que incluso juguetean con sucesores en las quinielas. Que si Page, que si Patxi, que si Alegría… Ya que el día de autos callaron los borregos, hablarán de nuevo las urnas. Esta vez se presiente el gran repudio. La demoscopia augura que del PSOE no quedarán ni las raspas.