Juan Carlos Viloria-El Correo

  • El 23-J la gente va a decir si quiere, o no, la revolución blanda que ha supuesto el intento de ruptura con el régimen de la Transición

La madre de todas las dudas que planean sobre las inminentes elecciones generales, después de cuatro años de gobierno social-populista, es si el cuerpo electoral prepara un cambio de ciclo de poder y de qué dimensiones podría ser el vuelco. ¿Hay tsunami, o no? En caso afirmativo estaríamos hablando de que el principal partido de la oposición de centro derecha obtendría por encima de 160 escaños que le permitirían gobernar en solitario con apoyos puntuales para la aprobación de los Presupuestos anuales. Estaríamos hablando de que los partidos a la izquierda del Psoe, a excepción del independentismo vasco-catalán, caerían por debajo de los 20 o 30 diputados. De que Podemos desparecería como sigla y de que el Sumar de Yolanda Díaz no conseguiría agrupar a la izquierda radical y sumar suficiente mayoría con el Psoe. Estaríamos hablando de que, como está sucediendo en la mayoría de países europeos, el pueblo rompería con la izquierda.

El expresidente Rodríguez Zapatero que acaba de entrar en campaña como un cruzado del «sanchismo», sostiene que la derrota en las elecciones del 28 de mayo es una dulce derrota y que la gestión del gobierno de Sánchez ha sido tan espectacular que, «vamos a esperar a las urnas». Efectivamente, los resultados favorables a la derecha han tenido un mayor rendimiento en términos de poder político por la división de las izquierdas, que en términos cuantitativos de votos. Así que la auténtica prueba de fuego para comprobar si en el seno de la sociedad española se ha ido gestando un tsunami electoral será el 23 de julio cuando se pronuncie el fallo en la causa general a la izquierda populista. Aunque la líder de Sumar, afirme lo contrario, las elecciones generales sí son sobre los cuatro años de gobierno de coalición Psoe-Podemos y el resto de socios de investidura. No se puede hacer borrón y cuenta nueva, cambiar siglas, vetar a un par de dirigentes de Unidas Podemos y abrir una nueva etapa «porque España nos espera».

El 23-J el pueblo va a decir si quiere la revolución blanda que ha supuesto el intento de ruptura con el régimen de la Transición. Si está, o no, por una España plurinacional. Si es partidario, o no, de acelerar la ingeniería social que la izquierda llama derechos sociales impuestos en las leyes Trans o ley del «Solo Si es Si» etc. Si hay, o no, tsunami, vuelco, pendulazo, no lo va a decidir, ni el hecho climatológico (el general Verano), ni el cainismo de la izquierda, ni siquiera la valoración de los líderes Sánchez versus Feijóo. Ni siquiera el salario mínimo, la reforma de las pensiones, los fijos discontinuos, los Fondos Europeos. El 23 de julio es una votación política sobre la polarización social, familiar, histórica, identitaria. Se votar la reafirmación del cambio de régimen o la conservación de la herencia del 77. Y ese no es solo un asunto de izquierda o derecha.