Miquel Giménez-Vozpópuli

Sería absurdo y pretencioso por mi parte decirles quién es Pitingo, uno de nuestros artistas con mayor proyección internacional. Con su poderío, su clase, su raza, su bondad, Pitingo es alguien que se merece como mínimo un respeto, porque no todos son capaces de llegar hasta donde ha llegado este gitano bueno, religioso, justo de palabra y hechos y español hasta las cachas. Seguramente será por todo eso que los humoristas de guardia que tiene la izquierda lo han elegido como blanco para sus barbaridades. Héctor de Miguel, alias Quequé, lo ha utilizado últimamente como objeto de sus befas.

¡Qué simple es hacer humor político hoy en día! Sólo necesitas un padrino en la izquierda, que te consigan programillas y bolos y, hala, ya tienes las mantenencias resueltas siempre que te rías inmisericordemente de los que te pagan señalan como malos malísimos. Eso no es humor. Eso se llama linchamiento. Puedo decirlo con cierto conocimiento de causa porque fui el guionista durante seis años de “El jardín de los Bonsáis” con Luis del Olmo, un espacio de sátira política feroz en la que arreábamos por igual contra todos. Cosa que, por cierto, algún que otro disgusto le costó al bueno de Luis. A servidor, que lo han censurado y vetado prácticamente todos los partidos por disparar hacia derecha e izquierda con esas salvas inocentes que son la ironía y el animus jocandi, nadie me va a contar que supone ejercer de bufón de un rey que te puede cortar la cabeza a la que te descuides. Pero sólo hay una regla y es atizarle, antes que a nadie, a los tuyos. Sin tal premisa no puedes justificar que luego te ensañes con los que piensan diferente.

No se me ocurre otra manera de calificarlo que como pornografía del humor, incapacidad congénita para este noble oficio, bilis, vómito, defecación mental

Bien podía decir Patrick Sebastien que quien hace humor político ejerce un oficio similar al que se encierra en una jaula con veinte leones llevando solo un abanico. Ahora, lo que hace esta cofradía rojo morada no es humor político. Ni siquiera humor. Son consignas disfrazadas con mayor o menor fortuna – las más de las veces con menor – que no requieren ni esfuerzo intelectual ni gracia ni siquiera creatividad. Decir que lo de Pitingo es peor que lo de Txapote porque al menos ese acababa rápido con sus víctimas va más allá de esta mediocridad a la que aludía. Va más allá que sonarse los mocos con una bandera como una tal Morgade. Va más allá del Puta España o la Virgen del Rocío de los Soler and company. No se me ocurre otra manera de calificarlo que como pornografía del humor, incapacidad congénita para este noble oficio, bilis, vómito, defecación mental.

Me resulta incomprensible que alguien como Héctor de Miguel, que es persona culta y no parece un sinsonte vulgar, caiga en ese abismo de frase gruesa de garrotazo y tentetieso

Pitingo está muy por encima de estos lodos arrabaleros, como ustedes comprenderán, y sabe que somos más quienes lo admiramos como artista y persona que los que despotrican en su contra desde el rencor que conforma su marco mental. La duda que me asalta es qué será de toda esta tropa de Quequés cuando sus amos se cansen de ellos, que acabarán por cansarse, se lo digo yo. Son muñecos rotos predestinados al vertedero de personas que a la izquierda ya no le son útiles. Y, lo digo con sinceridad, me resulta incomprensible que alguien como Héctor de Miguel, que es persona culta y no parece un sinsonte vulgar, caiga en ese abismo de frase gruesa de garrotazo y tentetieso. Otros, sí, pero lo de él, insisto, me parece una lástima y un desperdicio de talento. En serio, ¿comparar un asesino con un cantante? ¿Really, George?

Pero estamos en unos días en los que quienes se arremolinan alrededor del sanchismo, los podemitas y demás cofradías están desbocados y no hacen prisioneros. Muy desesperados andarán cuando tienen que recurrir al ataque brutal contra alguien más bueno que el pan como Pitingo.

Va por ti, hermano, y que Dios te bendiga.