Extravagancias extremeñas

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • Guardiola debió de desconectar de la realidad justo después del discurso cainita de Casado contra Abascal en aquella moción de censura

«En el PP caben todas las sensibilidades, pero no Vox», sostiene Guardiola. Cabe el socialismo y el nacionalismo, eso seguro. Pero todas menos Vox es todas menos Vox: ¿la ultraizquierda? ¿Bildu? Que la frase es una majadería lo demuestra la propia candidata al transferir a Vox la responsabilidad de que se repitan elecciones, pues el único partido con el que el PP, según la lince, no comparte sensibilidad es el que estaría obligado a hacerla presidenta. A cambio de nada y aceptando los insultos que contra la formación de Abascal vierte a diario.

Guardiola debe de referirse a su visión política personal cuando habla, ya que su postura es una impugnación contra todos los compañeros que sí han pactado con Vox, esto es, todos los que acertadamente consideran que, a la hora de ponerse de acuerdo con otro partido, solo comparten sensibilidad con Vox, que es exactamente lo contrario de lo que le sucede a ella. Permanece en el más absoluto misterio la razón por la cual se alzó como candidata de derechas una señora con discurso podemita. Corren por la red vídeos de sus entrevistas desde hace tiempo, causando el pasmo de la derecha española, que son sus votantes y los de Vox. Guardiola es un caso extremo –ella sí que es extrema– de ese mal que aqueja al PP con episodios más o menos vistosos: la necesidad de que la izquierda les quiera por un momento, de que su prensa les acaricie un rato el lomo.

Se diría que Guardiola ha despertado de un letargo. Debió de desconectar de la realidad justo después del discurso cainita de Casado contra Abascal en aquella moción de censura. Alcanzó a oír los halagos de Iglesias a Casado, los elogios de la prensa entera, a derecha e izquierda, al hombre que cerraba las puertas a cualquier entendimiento futuro con Vox e injuriaba a un supuesto amigo que había demostrado ser mil veces más valiente y sacrificado que la entera cúpula de aquel PP irreconocible. Un buen día, Guardiola despertó de su letargo sin saber que con aquel discurso, aplaudido a rabiar por propios y extraños, Casado había empezado a cavar su propia fosa política; quedaría lista para su uso cuando en la COPE acusó falsamente de corrupción a Ayuso, su mayor activo político.

Ella despierta, no sabe cuánto tiempo ha pasado, ignora que sin el concurso de Vox no gobernará Feijóo, y se lanza endiosada por el tobogán de su descalabro. Al tiempo. Las elecciones se van a repetir, denlo por hecho. La durmiente recién despertada (¡’woke’!) maneja –como la mayoría de los suyos, siempre prestos a demostrar las náuseas que les provoca la derecha sociológica– un raro concepto del voto útil. No duda de que operará a su favor y obtendrá mayoría absoluta. Pero si yo fuera un votante extremeño de derechas tendría muy presente una evidencia que a ella se le escapa: ante dos partidos de derechas, es más útil votar al que mantiene la mano tendida que al incapaz de pactar.