FERNANDO SAVATER-El País

  • El terrorismo deja de practicarse cuando las circunstancias lo aconsejan o logra sus objetivos por otros medios. Pero haber matado a un semejante no es tarea circunstancial

Dijo Mario Calabresi, hijo del comisario Calabresi asesinado por el terrorismo de extrema izquierda, que se puede ser un exterrorista pero no un exasesino. El terrorismo deja de practicarse cuando las circunstancias lo aconsejan o logra sus objetivos por otros medios. Pero haber matado a un semejante no es tarea circunstancial, cosa de un día: ser asesino te marca para siempre, te convierte en alguien distinto. El terrorismo puede olvidarse pero el crimen siempre te acompaña, está a tu lado como el primer día. El crimen de Lotta Continua o ETA no es nunca un gesto individual sino la culminación de un proyecto colectivo: asesino es el ejecutor, quien ordenó el crimen, quien informó de las costumbres de la víctima, quien ayudó o encubrió al ejecutor. Y por supuesto asesinos son también quienes justificaron o “comprendieron” el asesinato y sobre todo los que se beneficiaron políticamente del terror. En Euskadi hay muchos exterroristas que han encontrado empleos mejores, pero los asesinos siguen siendo asesinos, aunque nunca les hayan acusado formalmente de ese delito ni se hayan sentado jamás ante un juez. Es ingenuidad o hipocresía escandalizarse porque EH Bildu presente en sus listas personas vinculadas a ETA. ¿Siete? ¿Cuarenta y cuatro? No: todos pertenecen a esa mafia, aunque con cinismo hayan dicho que “ahora ya no toca”.

Han pasado 26 años de la inicua ejecución de Miguel Ángel Blanco. Se inventó otra memoria, según la cual ni los terroristas son ya lo que fueron ni a los asesinos se les puede echar en cara lo que siguen siendo. Debemos negarnos a esa farsa. No solo las víctimas individuales, sino los españoles, porque la gran víctima de ETA fue la España democrática. ¿Que los terroristas ya no ejercen? Será que no les conviene. Pero los asesinos siguen siendo asesinos. No debe permitirse que rentabilicen democráticamente el botín de su crimen.