Pedro Chacón-El Correo

El propio Sánchez, aunque se hizo un pequeño lío llamándola también reflejo, definió todo lo que aquí está pasando con el tema de los pactos, al recurrir a la teoría psicológica de la proyección, que él mismo definió como la atribución al oponente de los defectos propios. En esta fase histórica de nuestra política nacional, que no acaba de superar la crisis del bipartidismo, los pactos de las dos principales fuerzas políticas, PSOE y PP, son los que condicionan todo: en primer lugar, el acceso mismo al poder y, en segundo lugar, el desarrollo de sus políticas. Hubo un intento, más bien pueril, cuando no temerario, también por parte de Sánchez, de distinguir entre partidos constitucionales y constitucionalistas, poniendo como ejemplo a Vox, que no sería constitucionalista, por querer derogar no sé cuántos artículos de la Constitución, cuando resulta que los partidos que le han apoyado se la quieren cargar entera.

Sabemos con quién ha pactado Sánchez en la legislatura que se acaba de cerrar. De eso no nos cabe ninguna duda. La incógnita ahora es si Feijóo necesitará pactar con Vox y hasta qué punto. Obviamente, en ese futurible quedaba abierto el único flanco débil de Feijóo que el lunes a la noche Sánchez explotó todo lo que pudo. Pero el del PP ofreció al líder del PSOE un pacto mayor, que este rehusó y hasta despreció o incluso del que se mofó una y otra vez: dejar gobernar al partido que haya ganado las elecciones. El actual presidente del Gobierno se escudó en lo que está pasando en Extremadura con Fernández Vara, que ganó las elecciones, pero a quien el PP no le deja gobernar. Pero aquí habría que matizar. Sí, el PSOE ganó las elecciones en Extremadura por algo más de 6.000 votos, pero consiguió los mismos parlamentarios que el PP, 28 cada uno. La diferencia en aquella región la aportan los otros dos partidos, ya que Podemos obtuvo 4 parlamentarios, mientras que Vox consiguió 5. Por tanto, PSOE y PP empataron en Extremadura. Que sea prácticamente imposible que ocurra algo así el 23-J no quita para que nadie advirtiera eso en el debate del lunes. El caso es que en los parlamentos solo deciden los escaños, no los votos que hay detrás de cada escaño. Porque, si fuera por eso, los partidos nacionalistas consiguen siempre sus escaños con menos votos que los partidos de ámbito estatal, tipo Vox por ejemplo.

Lo que no me gustó de Feijóo fue que apelara al argumento de autoridad de Otegi, tirando de aquella entrevista en la que el de Bildu corroboró, ufano, que habían estado pactando toda la legislatura con el PSOE, empezando por los Presupuestos. Sí, así ha ocurrido, en efecto, pero al líder gallego le habría bastado con apelar al diario de sesiones para demostrarlo. Recurrir a Otegi para cargarse de razón, y hacerlo además tras recordar que ahora se cumple el aniversario del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, me causó escalofrío. Hay argumentos que no solo sobran, sino que además envilecen todo lo que tocan.