Arranca la última semana de campaña con unos sondeos muy similares a los de hace un mes, con un PP en el entorno de los 150 escaños y un PSOE en el de los 110 gracias al pinchazo de una Yolanda Díaz que parece destinada a confirmar este domingo lo que algunos dijeron cuando heredó los restos de Podemos para construir con ellos un artefacto con un nombre optimista por encima de sus posibilidades: Sumar.
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Las preguntas siguen siendo las mismas que flotaban en el ambiente cuando escribí la primera entrega de estas Maldades de campaña. ¿Qué grado de independencia se podrá permitir Feijóo respecto a Vox? ¿Cuán profunda será la caída de Sumar? ¿Cuánto la de Vox? ¿Y quién vencerá en el duelo entre PNV y Bildu en el País Vasco?
Pero, sobre todo, ¿dónde está, en términos de escaños, la línea que separa a un Pedro Sánchez estrellado, pero menos, y con autoridad por tanto para capitanear el PSOE posterior al 23-J, de un Pedro Sánchez estrellado con fanfarria y cohetería e inhabilitado, en consecuencia, para seguir al mando del partido tras las elecciones?
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Aventuro una respuesta. Perder 15-20 escaños respecto a los 120 actuales le permitiría a Sánchez atrincherarse en Ferraz (sobre todo si Feijóo depende más de lo deseable de Vox) con el argumento de que el resultado, siendo malo, entra dentro del rango de lo tolerable. Por debajo de los 100, habrá batalla. Por debajo de 90, habrá nuevo secretario general socialista con casi total seguridad.
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El trasvase de votantes desde Sumar al PSOE merece un análisis en profundidad que probablemente quede para después de las elecciones. Pero parece existir el consenso de que se debe a la omnipresencia en la campaña de Zapatero, que ha pasado de villano a héroe de los mismos que el 15-M se manifestaron, en buena parte, contra él. Algo que demuestra, en primer lugar, la frívola inconsistencia intelectual de la extrema izquierda española, y, en segundo lugar, la evidencia de que Zapatero habría sido un mejor líder para Sumar que la propia Yolanda Díaz. Algo a lo que no es ajena, claro, la obviedad de que Zapatero es ya, en la mente de muchos, el embajador internacional de las peores dictaduras latinoamericanas, con la venezolana a la cabeza de todas ellas.
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Una deducción relacionada con lo anterior. Hizo mal Sumar retirando (a medias) de su programa el compromiso de crear un organismo censor que fiscalizara a los periodistas y con capacidad para expulsarlos de la profesión si osaban escribir contra los intereses de los gobiernos de izquierdas (es de suponer que con los de derechas habría habido manga ancha). Porque a la vista de la sociología de los votantes de extrema izquierda española, esa promesa estrictamente dictatorial, copiada de la regulación franquista de la profesión periodística, les habría garantizado unas cuantas decenas de miles de votos más.
Que ya nos vamos conociendo, señores de «los cuidados» y «la matria».
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«¿Os gusta algo de música de mi época?» le pregunta Pedro Sánchez a los chavales del podcast La pija y la quinqui, supongo que esperando que le respondan Los Planetas, Extremoduro o incluso Vetusta Morla, que pilló al presidente con 36 años. «A mí me gusta Serrat» le responde ella. «A mí Perales«, dice él.
Y el remate: «También me gusta Beethoven. Me encanta Beethoven. Me las sé todas». Pedro Sánchez se ríe, pero le acaban de echar 200 años encima.
Mi parte favorita de Pedro Sánchez en La Pija y La Quinqui pic.twitter.com/db2gg3mE7q
— ℣lu 🏄♀️ (in my disfrutona era) (@Nascuruu) July 15, 2023
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Dice Isabel Rodríguez, ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, que al PP «le cuesta aceptar que la hija de un obrero esté en el Consejo de Ministros». No recuerdo que nadie del PP haya criticado la presencia de «la hija de un obrero» en el Consejo de Ministros. Pero en cualquier caso, y dando por sentado que se refiera a ella misma, cabe recordar que la ministra se licenció en 2004, con 23 años, y que obtuvo su primer cargo público, el de senadora, ese mismo año. No es ese precisamente el currículo de un obrero, pero hoy las biografías se diseñan a la carta, así que fingiremos creerla.
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Sánchez ha disfrutado de varios clavos ardiendo durante esta campaña, pero ninguno tan eficaz como los que le ha proporcionado Vox. El miércoles llegará el ¿último? de la campaña. Ese debate a tres en el que Vox quizá tenga poco que perder, dado que sus sondeos son relativamente malos, pero en el que la izquierda tendrá mucho a ganar.
Uno debería saber qué fuerzas mueven el voto en la última semana de campaña, pero los asesores de Vox están a otras cosas. Concretamente, a hacerse un ‘albertrivera’ en la creencia de que una hipotética caída de Feijóo les llevaría a ellos a ocupar el espacio del PP y liderar la derecha española de costa a costa. Es una fantasía estrictamente sicalíptica, pero Vox es un partido que vive, como Pedro Sánchez, en una cámara de eco adonde sólo llegan los ecos de las lisonjas.
Cualquiera les explica que España no es Italia o Francia; ni Abascal, Meloni; ni Buxadé, Marine Le Pen.
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Suenan María Jesús Montero, Pilar Alegría o Isabel Rodríguez como posibles futuras secretarias generales del PSOE si los resultados electorales desembocan en la caída de Sánchez. Dando por buena esa posibilidad, al sanchismo le sucedería el sanchismo como al pablismo le ha sucedido el yolandismo, con los resultados previamente comentados. ¿Están seguros en el PSOE de que esa es una buena idea?
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Los carteros españoles tienen cuatro días por delante para repartir más de un millón de sobres electorales. Lo repito de nuevo: si el domingo por la noche no hay 2,6 millones de votos encima de las mesas electorales, en este país va a haber problemas. Y culpable sólo habrá uno. Pedro Sánchez.
Dicho de otra manera. El destino de Pedro Sánchez está en varias manos. Las de los votantes, en primer lugar. Pero también, en buena parte, en las de los carteros.
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Anteriores entregas de Maldades en campaña:
Día 1: Empieza fuerte la campaña: Yolanda propone amordazar a los medios
Día 2: El mejor escenario para Sánchez nos conduce a segundas elecciones
Día 3: Estas elecciones las va a ganar quien tenga más ganas de ganarlas
Día 4: El PP no se está enfrentando a sir Winston Churchill, sino a Sánchez
Día 5: Sánchez ha desaprovechado su última bala pegándose un tiro en el pie
Día 6: A los votantes de Vox les gusta más Feijóo que a los del PSOE Sánchez
Día 7: La campaña entra en su fase más cínica
Día 8: Con seis debates como el de ayer, toda España votaría en blanco
Día 9: Sánchez todavía tiene margen de mejora
Día 10: Vox necesita más a Feijóo de lo que Feijóo necesita a Vox