IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La izquierda tiene ya construido el relato del día 24: la luz progresista entre las tinieblas de un período cavernario

Más que a ganar ‘in extremis’ unas elecciones que tiene fuera de su alcance salvo muy improbable milagro, la izquierda ha orientado el tramo final de su campaña a elaborar el argumentario que sirva de base a su estrategia a partir del día 24. Estrategia de oposición, claro, para la que necesita tener esbozadas las líneas maestras de lo que ahora se llama un `relato´. En esencia, se trata de proclamar una alarma sobre el peligro de involución democrática. Lo del peligro es un decir: lo van a presentar como certidumbre demostrada antes incluso de que el Rey abra la preceptiva ronda de consultas protocolarias. El PSOE y su banda de fuerzas destituyentes se disponen a erigirse en convencidos constitucionalistas de guardia, bastiones de los derechos fundamentales frente al ejército de orcos que amenaza con arrojar a los inmigrantes al agua, suprimir las autonomías vasca y catalana, recluir a las mujeres en sus casas y desencadenar una catástrofe climática.

Si Feijóo logra gobernar en solitario será más difícil de vender la idea de un retorno a la Edad Media. Pero cualquier colaboración que Vox preste a su investidura, aunque sólo sea para completar una mayoría aritmética, se convertirá de inmediato en un aquelarre de la ultraderecha, un asalto de los bárbaros a la ciudadela sagrada del progresismo a la violeta. Y el sanchismo esgrimirá la urgencia de construir trincheras de autodefensa como pretexto para sacudirse los previsibles movimientos de disidencia interna, alegando que no es conveniente cambiar de líder en medio de una guerra que requiere la mayor acumulación posible de fuerzas. Al principio habrá una etapa de desconcierto porque la digestión de una derrota lleva su tiempo; luego, si los críticos fracasan en sus primeros intentos, empezará la resistencia en tres frentes: el parlamentario, el mediático y el callejero. Siempre bajo el guión ya prefabricado de que las libertades están en serio riesgo.

La negación de la legitimidad del adversario es un recurso político clásico, alimentado en la posmodernidad por el uso masivo de la hipérbole como elemento de agitación de instintos exaltados. La propia derecha, para ser objetivos, lo ha usado con frecuencia durante este mandato, aunque sin la convicción de superioridad moral e intelectual con que se adorna el otro bando. El presumible vuelco del domingo permite barruntar un próximo avistamiento generalizado de nazis, torquemadas, ‘covadongos’, espartanos y demás hordas de fanáticos dispuestos a sumir al país en un tenebroso período cavernario. Toda la campaña ha consistido en la construcción preventiva de un enemigo. Los inventores de eso que Leguina llamó «antifranquismo retroactivo» –fruto del fenómeno psicológico de la nostalgia de lo no vivido– se van a encontrar bien a gusto consigo mismos en el papel de milicianos cívicos en pleno combate contra el fascismo redivivo.