Miquel Giménez-Vozpópuli

Muchos compañeros en esto de pergeñar gacetillas políticas se mesan las ropas diciendo que cómo se atreve Sánchez a pasar el mes de agosto en La Mareta, bellísima residencia situada en Teguise, Lanzarote, lo que ahorraría cualquier otro comentario ponderativo por ser aquel archipiélago el paraíso en la tierra. Por cierto, la finca pertenece a Patrimonio Nacional y fue un regalo personal del rey Hussein I de Jordania a Don Juan Carlos, que acabó cediéndola al estado. Sigamos. “¡Qué indignidad, se va de vacaciones dejando al país empantanado!” escuchaba a un colega tertuliano, y sin embargo amigo, a lo que otro, también colega pero solo conocido, le espetaba “¡La culpa es de Vox, porque, de no existir, el PP habría ganado las elecciones!”. Y dale la burra al molino. Recorriendo el dial y mirando la canallesca he advertido que el sesgo es más o menos parecido en todos. Es lo que tiene opinar de política, el efecto eco se multiplica infinitesimalmente a poco que se formule lo que los franceses llaman un bon mot.

Debo negar la mayor. La Mareta se convertirá este agosto en una suerte de Pazo de Meirás, y que nadie entienda que establezco comparación alguna entre el Generalísimo y Sánchez. Ni se me pasaría por la cabeza. Señalo, simplemente, la similitud entre dos situaciones que poseen elementos comunes. Franco, cuando se iba al Pazo de vacaciones, celebraba allí consejos de ministros, recibía a gente, concedía audiencias, firmaba decretos, cesaba, nombraba y continuaba su labor como Jefe del Estado. Sánchez, que ha declinado ir a Marivent a verse con Su Majestad Felipe VI en el tradicional despacho estival, no va tampoco a estarse mano sobre mano aunque tome el sol, se bañe, atienda a sus invitados y desgaste los espejos de la finca a base de mirarse durante horas. Se calcula que en Moncloa salen a veinte espejos diarios.

Sánchez quiere pillar con las bragas por los tobillos, con perdón, a todo quisqui. Es su especialidad. ¿Qué la derecha gana municipales y autonómicas? Carrasclás, convoco generales y de paso callo a la disidencia interna

Por eso este agosto las conferencias con Waterloo, con la plaza de San Jaime barcelonesa, con algún sombrío rincón de las vascongadas, con el comunismo rampante – si alguien se digna coger el teléfono, que están ocupados dándose navajazos unos a otros-, incluso con Ferraz serán abundantes. No será difícil que obtenga los apoyos de su banda, eso sí, haciendo cesiones que pasan por lo que todos sabemos: trocear aún más la soberanía nacional, tragar con los comunistoides y todo lo que hemos sufrido estos años. Si esas llamadas incluyen alguna a Rabat no sería raro, porque los móviles, Marruecos y Sánchez son una trinca de sobras conocida.

Sánchez está preparando ya la remodelación de su ejecutivo al saberse ganador a expensas de que, salvo sorpresa de última hora, Feijoó consiga lo que ya le han dicho todos que no harán, a saber, apoyarle. Lógicamente, los ministros actuales están que no les llega la camisa al cuerpo porque saben que la Divinidad Sociata puede cesarles, no con un motorista, sino con un “Soy Pedro, fulanito, oye, te llamo para comentarte una cosita”. Sánchez seguirá haciendo de Sánchez en La Mareta y urdirá su investidura, que da por hecha. Y la romería de futuribles, aspirantes, comisiones rogatorias y delegaciones corporativas irá desfilando, discretamente, eso sí, por los cuarteles de verano de ese preclaro líder de la revolución obrera y campesina.

Pero como sea que Sánchez lleva una vida regalada y en Falcon, y servidor se desplaza a pie como los de infantería, me tomo un par de semanitas a ver si cojo aire de cara a lo que se nos viene. Aprovecho, eso sí, para desearles un feliz verano y emplazarlos dentro de unos días.