Juan Francisco Ferrè-El Correo

  • Así no podemos funcionar, necesitamos un reseteo urgente

Perdedores somos todos. Perdedores del mundo uníos, como dice el mantra. No tenéis nada que perder, excepto la vergüenza y la dignidad. Qué bochorno, en este sentido, ver a todos los perdedores de la noche electoral dando saltos de alegría en el balcón o el andamio de sus respectivas sedes para celebrar la victoria apoteósica que solo existía en sus palabras y gestos. Un espectáculo esperpéntico. Todos ganan, nadie pierde. Todos se declaran ganadores y nadie se siente perdedor. Todos hemos perdido algo en estas elecciones sin saber exactamente qué. En España, país barroco donde la antítesis, la paradoja y el oxímoron configuran la realidad, ser un perdedor te permite darle la vuelta a la situación y proclamarte ganador mientras te estás sacudiendo aún el polvo de la caída. Los partidos políticos son máquinas dialécticas diseñadas para ganar, incluso cuando pierden.

La democracia española se ha instalado en el grado cero de su funcionamiento. Si se analizan con atención, los resultados electorales son preocupantes. Gana la parte y pierde el todo. Gana lo particular y pierde lo general. La estrategia ‘Barbenheimer’, no bromeo, se reveló perdedora para las dos formaciones mayoritarias. Feijóo perdió unas elecciones que creía ganadas. Sánchez perdió unas elecciones que daba por perdidas. Sumar solo sirve para lo que indica su marca. Y Vox tiene lo que se merece. Solo los partidos periféricos, aun perdiendo, ganan; y aun ganando, pierden. Como perdemos todos. Las fuerzas políticas que disputaban el partido con la intención de resolver problemas nacionales se han visto derrotadas, al final, por las pequeñeces territoriales.

Cuanto más se ajusta el mapa parlamentario a la realidad ideológica del país, más difícil es tener Gobierno. Es la lección a extraer de estas elecciones. El síntoma de un mal sistémico que conviene remediar pronto. Exijamos reformas para que las elecciones generales decidan sobre lo colectivo y lo común, no sobre lo particular y minoritario. España es más que la suma de sus territorios. Las votaciones han puesto el marcador a cero. Seamos constructivos. El país lo requiere. Una segunda vuelta electoral es la única salida del laberinto maquiavélico en que nos hemos metido. El rompecabezas de los pactos y las alianzas provoca cefaleas y vómitos. Estamos en manos de Sánchez. Confiemos en que sea un político audaz y se atreva a desafiar a la suerte convocando nuevas elecciones. Se ha visto que así no podemos funcionar. Necesitamos un reseteo urgente.