Editorial-El Correo

  • Es poco realista que el PP pretenda el apoyo del nacionalismo vasco a un Gobierno dependiente de la extrema derecha

Ala espera de que se despeje el futuro de una legislatura a expensas de los independentistas de Carles Puigdemont -en sus manos está la investidura de Pedro Sánchez o la repetición de las elecciones generales-, los partidos se esfuerzan en afinar sus respectivos relatos en un panorama dominado por la incertidumbre. En ese contexto, el PP insiste en enarbolar su condición de fuerza más votada, aunque muy lejos del holgado triunfo que daba por seguro el 23-J, a la vez que se aferra a la defensa de la investidura de Alberto Núñez Feijóo. Una aspiración tan legítima como improbable a la vista de la aritmética parlamentaria y los movimientos de los distintos grupos. El sorprendente anuncio de Vox de que le apoyará sin contrapartidas ha sido interpretado por el líder popular como «un avance» en sus pretensiones. Si con ese paso confiaba en que el PNV rectificara su rotundo y decisivo ‘no’ a facilitarle el acceso a La Moncloa, apenas tardó unas horas en comprobar su error.

Por mucho que el PP haya normalizado los acuerdos con la formación de Santiago Abascal tras una sucesión de improvisaciones y contradicciones, parece ajeno a cualquier realismo pretender que el nacionalismo vasco avale un Gobierno que, con o sin ministros de la extrema derecha, dependería de un partido en las antípodas de sus postulados para aprobar cualquier iniciativa. Máxime cuando Vox propone acabar con el Estado de las Autonomías e incluso ilegalizar al PNV que, a falta de diez meses para las elecciones vascas, sufre un palpable desgaste y libra su particular batalla con una EH Bildu que le disputa la mayoría en Euskadi. Además, es harto improbable que Feijóo pueda satisfacer reivindicaciones jeltzales que Sánchez no esté dispuesto a ceder.

El giro de Vox contrasta con su exigencia de entrar en los ejecutivos autonómicos que ha negociado y aún negocia con el PP. No es descartable que, tras un revés en las generales que no ha suscitado el menor atisbo de autocrítica, se trate de un mero movimiento táctico de cara a una hipotética repetición de los comicios. Los populares han de asumir sus más que remotas opciones de investir a Feijóo si no media otra convocatoria a las urnas en vez de generar exageradas expectativas tras ver frustradas las del 23-J por un cúmulo de errores. No fue el menor la errática estrategia de pactos con la ultraderecha asumiendo algunos de sus fetiches ideológicos y a cargos institucionales con un perfil absolutamente impresentable.